Surge de nueva cuenta a la opinión pública el asunto del cableado subterráneo que fue instalado desde la avenida Hidalgo hasta la Allende y de la calle Rodríguez hasta la Valdés Carrillo.
Vale la pena recordar cómo nació ese proyecto y el porqué desafortunadamente el cableado, hoy que ya está instalado, simplemente no funciona. Es decir, hasta que la red eléctrica aérea no sea removida y sustituida por el dichoso cableado subterráneo, todo el dinero que allí se invirtió simplemente representa un dispendio de los recursos públicos.
Volvamos al origen. Es una realidad indiscutible que el Centro Histórico de la ciudad de Torreón a través de los años haya caído en el abandono. Prácticas y la ausencia eterna de políticas adecuadas sencillamente contribuyeron a que el corazón de la ciudad se convirtiera con el pasar de los años, en un vecindario donde los edificios en ruinas y la gran cantidad de bienes inmuebles abandonados, con excepción de las avenidas Juárez e Hidalgo que aún mantienen su dinamismo económico, den hoy a toda la comunidad un aspecto lastimoso y triste.
Seguramente las tendencias de hacer comercio han evolucionado y tal vez los comerciantes del área no se supieron adaptar, lo que sin duda contribuyó a la debacle comercial de la zona y por ende a la desolación en lo que antes estuvieron lugares de activo comercio. Valga la pena recordar por colación, aquel añejo proyecto que hoy por cierto vuelve a resurgir: el estacionamiento subterráneo en la plaza de Armas. Si se habla que las prácticas de atención y costumbres de los clientes de mostrador ?como lo son la mayoría de los esquemas de venta de ese lugar- han ido cada día enfocándose en la calidad del servicio al cliente, el estacionamiento de los vehículos en los que muchos de ellos acuden, se convierte en parte intrínseca de la propia calidad de servicio en cuestión. Y la verdad, encontrar un cajón donde apearse del carro, hoy más que nunca resulta una aventura.
Por ello cabe recordar que la primera cancelación de la concesión para que un grupo de empresarios construyera el estacionamiento en la Plaza, se debió a la movilización de unos cuantos que se escudaron en un argumento ecologista dado que los árboles del lugar tendrían que ser trasladados a otro lugar.
La realidad es que en el tiempo donde se manejó ese proyecto, la autoridad de ese entonces no tuvo los pantalones para que se concretara una obra que, al paso de los años, se ha podido apreciar la falta que hizo para evitar aunque sea parcialmente el abandono del sitio.
El desplazamiento de las tiendas de distintas clases hacia otros lugares es una realidad y conseguir que los tiempos de dinamismo económico vuelvan como en los mejores años, será muy difícil de lograr. Sin embargo, el propio Centro, es patrimonio irremplazable de los torreonenses que hoy estamos por celebrar el primer Centenario de vida y por ese motivo la comunidad, representada por muchas instituciones de diferente medio, estemos obligados por simple respeto a nuestra tierra y a nuestros orígenes, a llevar a cabo todas las acciones conducentes para que el Centro Histórico, alcance una fisonomía digna y que a la vez, conserve un aspecto que sea fiel testigo de los albores que le dieron vida a esta orgullosa ciudad.
Se han hecho tibios intentos por remozar la zona, se habló de lograr calles peatonales, pero hoy sólo existen dos cuadritas entre la Hidalgo y Juárez que desembocan a la propia plaza de Armas.
Hay que decir que el esfuerzo más notable se realizó en la Administración municipal pasada, cuando la adquisición del edificio del Banco de México y el traslado de muchas de las dependencias del municipio, contribuyeron en parte a darle un poco más de vida. La restauración del Canal de la Perla es sin duda una aportación al acervo cultural. Se intentó, el trienio pasado, realizar algunas obras con miras a la construcción de estacionamientos convencionales, pero no se llegó a algo concreto.
Es una realidad que el cableado subterráneo que hoy está desperdiciándose, fue una iniciativa del Gobierno del alcalde Anaya, pero cuando llegó la hora de desconectar a los vendedores ambulantes y por fin resolver ese añejo problema del ambulantaje, los tiempos electorales se vinieron encima y el hoy senador Anaya pensó en la protección de los intereses de su partido y no de la comunidad, por ello no se terminó con el proyecto.
La actual Administración tiene la palabra, pero hasta ahora no han demostrado que realmente son capaces de las grandes decisiones.
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