POR CECILIA AGUILAR ACUÑA
EL SIGLO DE TORREÓN
FRANCISCO I. MADERO, COAH.- Verónica Castaño García, una humilde vendedora de algodones de azúcar, dulces y globos, ayer no puedo contener las lágrimas al acordarse de su madre, quien falleció en enero pasado a los 63 años.
La madre de cinco hijos, quien junto con su esposo los ha sacado adelante a través de las pocas ganancias que deja el comercio, el Día de las Madres decidió trabajar en lugar de descansar y dejarse agasajar por su familia.
La mujer estableció su vendimia en la puerta de la entrada del Gimnasio Municipal donde el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia ofreció un evento musical a las madres maderenses por su día.
Mientras seca las lágrimas que por su rostro caían al evocar a su progenitora, Verónica plática con voz entrecortada que su mamá padecía de diabetes quien luego de un mes de haberse sometido a un proceso de diálisis murió en enero pasado.
Dice que la muerte de su madre tan reciente dejó un vació muy grande en su alma y que ahora se hace más profundo al ver a tantos hijos acompañando a su madre entrando al Gimnasio Municipal.
Verónica dice que se ha sentido muy triste, pero que no le queda otra más que seguir adelante, pues su familia la necesita, y revela que el más grande de sus retoños estudia enfermería.
A la mujer se le hace pesado pagarle la escuela, pues con lo que su esposo y ella ganan diariamente, ?tiene que salir para todo, desde colegiaturas hasta para pagar agua y luz?.
Afortunadamente la casa donde viven es propia y como se encuentra ubicada en el ejido Santo Niño, los servicios públicos no son muy altos.
Verónica señala que es el primer Diez de Mayo más triste que ha pasado en su vida, pues es fecha que aún no se acostumbra a vivir sin su madre. Lo mismo le pasa a sus diez hermanos, quienes aún lloran por su ausencia.
Lo que le está pasando, dice, no se lo desea a nadie dado que el dolor que la acompaña desde enero, en ratos es tan grande que quisiera hasta gritar.
Para la vendedora de algodones de azúcar su trabajo es una bendición, ya que mantiene su mente ocupada y es el antídoto más bueno que ha encontrado para aliviar su pena, ?pero soy un ser humano y cuando el recuerdo de ella me viene, nada más tengo ganas de llorar y llorar?.