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No quiero flores

Cecilia Lavalle

Tiene mucha razón mi amigo, el periodista Javier Venegas. Hay días en que las flores ofenden. O, por lo menos, duelen. Hay días en que los abrazos sobran. Hay días en que la palabra “felicidades” molesta. El miércoles fue uno de esos días.

¿De qué nos felicitan en el Día Internacional de la Mujer? ¿Para qué nos mandan flores? ¿Por qué nos abrazan en la calle?

A mí me encantan las flores. Aprecio los abrazos, y cuando hay algo digno de celebrar no escatimo ni una sonrisa, ni una gota de alegría, ni un pedazo de entusiasmo, ni un abrazo, ni una flor.

Pero este no es el caso. ¿De qué nos congratulamos? ¿De que cada 18 segundos una mujer es agredida en el mundo? ¿De que una de cada tres mujeres -incluida su hija, mi hija, su hermana, mi madre, su prima, mi sobrina, su mejor amiga, su esposa- corre el riesgo de padecer una agresión física o sexual alguna vez en su vida? ¿De que la violencia contra las mujeres se agazapa en uno de cada cinco hogares mexicanos?

¿Qué celebramos? ¿Que el tráfico de personas crece como la fuerza del viento en un huracán categoría cinco? ¿Que nueve de cada diez personas que son vendidas para ser explotadas sexualmente son mujeres y niñas? ¿Que decenas de miles de niños y niñas en nuestro país son abusados sexualmente e introducidos a las redes de pederastia y pornografía infantil? ¿Que todo eso sucede con la complicidad -por acción, omisión o indolencia- de nuestras autoridades?

¿Qué festejamos? ¿Que una mujer que levanta la voz para denunciar a las redes de poder que existen tras la pederastia sea perseguida y encarcelada? ¿Que Lydia Cacho se encuentre sujeta a proceso penal por haber destapado una cloaca? ¿Que pese a las evidencias, Mario Marín, mejor conocido como el “Gober precioso”, reciba el apoyo y la solidaridad de sus correligionarios porque, dicen, cualquiera comete un error aunque ése sea el horror de coludirse con el protector de un pederasta que, además, “recomendó” la violación en la cárcel de Lydia Cacho? ¿Que a los hombres del poder les escandalice más, mucho más, que se graben conversaciones telefónicas privadas a la inmundicia que existe tras las redes de pederastia?

El Día Internacional de la Mujer se erigió para difundir la condición de las mujeres en el mundo, para dar a conocer las cifras de la desigualdad que padecen las mujeres –más allá de nacionalidades, razas, credos- sólo por el hecho de ser mujeres, para hacer el recuento de los avances y reconocer del trecho que falta, para crear conciencia, para generar reflexión, para definir acciones en pro de la equidad.

Festejar este día con flores, pasteles, abrazos y felicitaciones, es trivializar la problemática que padecen millones de mujeres; es reducir a la anécdota el infierno que padecen las mujeres que son secuestradas, violadas y obligadas a prostituirse; es convertir en nota de sociales la estadística de los feminicidios lo mismo en Ciudad Juárez que en Quintana Roo; es ubicar la lucha de muchas mujeres por la equidad a nivel de capricho, de moda, de neurosis.

Y en el caso de las mujeres con poder político que decidieron festejar con un bonito desayuno, unos bonitos discursos, me parece un acto de traición. Muchas ocupan un cargo político como producto de la lucha de muchas mujeres para que sean sus congéneres las que detenten cargos de poder a fin que marquen la diferencia para su género.

De lo contrario, ¿cuál si no es la razón para impulsar acciones afirmativas, mejor conocidas como cuotas de género? ¿Para qué querríamos presionar a los partidos políticos a efecto de que postulen no menos del 30 por ciento de candidatas a puestos de elección popular y no en las suplencias? ¿Para que impulsamos reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, en el sentido que de no respetar las cuotas de género un partido puede incluso perder el registro en una elección?

Al luchar para que mujeres ocupen cargos de toma de decisiones, se busca que ejerzan el poder de otra manera, que tomen decisiones que afecten positivamente la vida de las mujeres, que desde su espacio de poder luchen contra los muchos males que padecen las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Luego entonces, quienes fallan a ese compromiso implícito traicionan a otras mujeres y particularmente a las mujeres que a lo largo de la historia han luchado para que hoy otras mujeres ocupen un cargo de poder.

No. El Día Internacional de la Mujer, no es un día para festejar, ni para celebrar, ni para repartir flores y abrazos como si se tratara del día del amor o del día de la primavera. Y en este momento, al menos en nuestro país, no me parece que haya motivos para celebrar.

Tiene razón mi amigo Javier Venegas. Hay días que las flores ofenden. Y también los desayunos bonitos y los discursos políticamente correctos de otras mujeres.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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