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No saber perder

Juan de la Borbolla

Andrés Manuel López Obrador se está significando en un auténtico campeón en un ámbito muy concreto. No lo será en el terreno de la elocuencia, o en el de los planteamientos razonados e inteligentes, sí lo es en cambio en el de la repetición autómata de consignas o slogans, también en el decir medias verdades y sobre todo en el de no saber perder.

No sabe perder a pesar que él mismo delató su derrota en el semblante mostrado a la salida de su casa de campaña el día de las elecciones, aunado al retraso con el que llegó al hotel donde se había convocado al mensaje de la victoria, a lo que habría de adicionar el discurso en el que minutos después en que el consejero presidente del IFE confirmara a las 11 de la noche, que por lo cerrado del resultado no podría dar ningún adelanto y solicitaba a los candidatos que no lo hicieran, López Obrador saliera triunfalista con discurso que ni él mismo se lo creía por el estado de ánimo que proyectaba, afirmando su victoria con datos no confirmables.

Independientemente de esos hechos circunstanciales de las primeras horas de la jornada electoral, López Obrador ha seguido con las muestras de pretender algo más que una reivindicación a su incapacidad de asimilar una derrota que él mismo labró a base de dilapidar ese capital político que llegó a suponer más de 18 puntos porcentuales de ventaja respecto de cualquiera de sus contrincantes por la Presidencia de la República.

Ese saber no perder tiene como agregado el haber sustanciado mal las impugnaciones al supuesto fraude electoral reclamado, y posteriormente agredir a los magistrados electorales, por no haber suplido lo que la ineficiencia de los abogados del partido no supieron hacer.

El famoso recuento del nueve por ciento de las casillas ordenado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, es un premio más que generoso a la incapacidad jurídica manifestada por los abogados de la Coalición, pero a pesar de ello el señor López Obrador vuelve a manifestar que no sabe perder.

En ese no saber perder, crea inmensas molestias a la ciudadanía, multimillonarias perdidas económicas a las empresas secuestradas por el plantón posesionado de importantes arterias capitalinas, y además está jugando con fuego, que cualquier chispa podría ponerlo a arder con consecuencias incontrolables, al estar retando a las instituciones nacionales, ya hasta agresivamente procurando llevar a las instituciones al terreno en el que él se desenvuelve de maravilla: el de víctima. Lo menos malo que le puede suceder a su movimiento es que pierda realmente esa credibilidad que tanto trabajo le había costado construir a los grupos socialdemócratas y socialistas liberales, tratando de presentar una imagen de orden y respeto como la que significó al PRD de los tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas. Lo peor es que lleve a todo el país a una escalada de contraposición política y social que repito es muy fácil determinar cuándo puede comenzar, pero muy difícil de controlar una vez estallada.

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