Por Agustín Cabral Martell
LA PRÁCTICA PROFESIONAL AGROPECUARIA EN MÉXICO
Los valores y actitudes son los elementos que le van a permitir al profesional del sector agropecuario establecer un vínculo de trabajo adecuado con su cliente, que les permita a ambos lograr que sus respectivos objetivos se vean satisfechos. Así, algunos de los valores y actitudes que deben guiar la práctica profesional agropecuaria son: el bienestar, autosuficiencia e independencia del productor; la participación informada del productor como actor consciente de su contexto; el reconocimiento de que la población es, y debe permanecer, autodirigida y motivada, lo que hace que el productor sea sujeto, no objeto; el estudio y reforzamiento del conocimiento local; el reconocimiento de que lo importante no es lo que el productor sabe, sino lo que el productor hace con lo que sabe; la orientación del esfuerzo del extensionista hacia las necesidades del productor y no hacia sus problemas; el desarrollo de un esfuerzo colectivo, coordinado, planeado e incluyente; el reconocimiento de que el profesional agropecuario es tan sólo el promotor de los planes de acción del productor, y el facilitador de su aprendizaje y desarrollo; la convicción de que el éxito radica en los aciertos y no en los errores del productor, y la certeza de que, aunque el Ingeniero Agrónomo o el Médico Veterinario (principalmente) trabaje e interactúe individualmente con el productor, el objetivo final de su trabajo es el grupo social.
En cuanto a las habilidades que deben guiar la práctica profesional agropecuaria, éstas deben ser: identificar el área de trabajo y conocer a su población, dividir a la población por sus características, problemática e intereses en: población, población objeto, líderes, representantes, voceros y grupos de interés e identificar problemas y ser capaz de derivar necesidades educativas de ellos.
En cuanto a las herramientas que deben guiar la práctica profesional agropecuaria, éstas pueden incluir: la tipología de productores e identificación de grupos de interés, la estratificación del medio ambiente (dominios de recomendación, sistemas de producción, sistemas producto, áreas agrecológicas, etc.), el diseño de planes de acción y contingencia, las estrategias de mejoramiento productivo paulatino, el establecimiento de sistemas de diagnóstico, seguimiento y evaluación de la práctica profesional y el diseño y manejo del proceso de consultoría (proceso de diseño de intervenciones).
Estas habilidades y herramientas le van a permitir a este profesionista manejar el proceso por el cual va a identificar problemas, determinar necesidades de información, diseñar programas de aprendizaje, ayudar al productor a que aprenda información y genere con ella conocimiento, ayudar en el diseño, implementación y evaluación de prácticas productivas modificadas y, finalmente, auxiliar en el uso de soluciones apropiadas.
El primer cambio esperado sería que el profesional del sector agropecuario cuente con el conocimiento necesario para establecer una práctica profesional exitosa en término de áreas o esferas de influencia, habilidades, herramientas, valores y actitudes. Otros cambios esperados serían que el que cumpla con este perfil profesional será el que su práctica tenga como énfasis la salud y no la enfermedad, el que trabaje en un contexto más amplio para diseñar las soluciones propuestas, pasando de un esquema simplista (planta- plaga, animal ? enfermedad) a uno más detallado (ambiente ? productor ?animal ?enfermedad y ambiente-productor-planta-plaga), y el que deje de basar su diagnóstico en síntomas (fenomenológico) para basarlo en causas e interacciones (etiológico).
Esta nueva forma de trabajo profesional implicaría que los profesionales agropecuarios diseñen nuevos esquemas de trabajo con los productores. Por ejemplo, en el caso de un veterinario en cuanto al cobro de servicios, en lugar de trabajar con cinco productores con 100 animales cada uno y obtener $10,000 mensuales, bien podría trabajar con 50 productores con diez animales cada uno y obtener los mismos $10,000 mensuales. En ambos casos, el número de animales atendidos es el mismo, 500 animales, y el trabajo implícito en su atención sería similar. Podría objetarse que no es lo mismo desplazarse a cinco unidades de producción que a 50, y ciertamente se tendría razón si el modo de trabajar siguiera siendo el tradicional. Pero éste es exactamente el reto: si queremos que estos profesionales tengan otro tipo de práctica, ésta debe estar unida a esquemas diferentes, que ofrezcan nuevos servicios a través de una relación profesionista-cliente distinta. Esta nueva relación tendría, así, que considerar como objeto de su trabajo al producto y no a sus plantas o animales, a la comunidad rural y no a la familia como la unidad de producción homogénea, y al conjunto de productores con características similares y no a cada uno de los individuos como el cliente. De esta manera el productor, la comunidad, el grupo de productores se convierten en la población objeto que este profesional va a atender. Este tipo de esquemas le permitiría al Ingeniero Agrónomo o al Médico Veterinario Zootecnista abocarse más a la prevención que al combate de plagas o la curación de enfermedades y ofrecer sus servicios de manera permanente a todo tipo de productores, incluidos los pequeños y de subsistencia. Cambios de este tipo harían que un profesional agropecuario fuese capaz de vivir de su práctica profesional privada, y que se considere a sí mismo como un profesionista y no como empleado o burócrata.
Las propuestas aquí sugeridas conforman un modelo de trabajo que este tipo de profesionistas podría seguir para guiar su práctica profesional privada. Sin embargo, está claro que estas propuestas necesitan ser aplicadas en el terreno de la práctica y el trabajo cotidiano, aunque ya han probado su eficiencia en el ámbito de la extensión rural. Otro aspecto a revisar deben ser los cambios necesarios al modelo educativo universitario para poder implementar un programa académico que permita la formación de un Agrónomo o Veterinario con estas características.
En espera que lo manifestado aquí sirva como aliciente para iniciar la discusión en las universidades, asociaciones de productores y asociaciones profesionales sobre el cambio en este perfil. Pues, los cambios en el sector rural mexicano y el mercado laboral implican que el principal contratista de los agrónomos y veterinarios ahora sean los propios productores. En este sentido, los diversos actores involucrados deben responder a estas dos preguntas obligadas: ¿Están los agrónomos y veterinarios preparados para brindar servicios profesionales? ¿Pueden las universidades preparar a estos estudiantes para poder establecer una práctica profesional privada que les permita vivir de ella y, al mismo tiempo, ofrecer servicios que los productores puedan pagar?