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Norte y Sur / CIEN AÑOS DE SAMUEL BECKETT

Salvador Barros

LUZ DE PLOMO

?Yo trabajo con la ignorancia, con la impotencia?, declaró alguna vez este autor que hizo de la escritura una auténtica investigación estética. Una búsqueda que lo llevó desde sus tempranas lecturas de los clásicos a la obra de su contemporáneo James Joyce y, más tarde, en lo que sería una opción radical, a adoptar el francés como lengua de su práctica literaria.

Samuel Beckett fue un escritor insólito y asombroso. Entendía que la literatura podía ser un medio para realizar investigaciones estéticas acerca de la realidad. Su obra ?que comprende ensayos, poesía, teatro y narrativa? transita, con desopilante humor, por los territorios mentales donde reposa la incomodidad del ser y habitan el despojo, la angustia y la duda. Beckett concibió el arte como interrogación, ?preguntas retóricas sin retórica ?independientemente del papel que la realidad social le haya obligado a jugar?, diría él mismo. Su estilo literario ?por lo tanto? es inconfundible por su extrema economía de recursos y por el fulgor poético que infunde a las frases más simples. Fue un escritor experimental que no cejó en su tarea de pulir sus textos. En el caso de sus piezas de teatro, Beckett amplió los recursos de la puesta en escena minimizando lo decorativo. Detuvo cualquier asomo de improvisación, y convirtió los diálogos de sus personajes en parlamentos enajenados entre marginales y dandis que habitan paisajes sofocantes, y viven abrumados y demolidos. En una de las escasas entrevistas que dio, refiere sobre su opción como artista: ?Yo trabajo con la impotencia, con la ignorancia. No creo que la impotencia haya sido explorada en el pasado. Parece existir una especie de axioma estético según el cual la expresión es un logro, debe ser un logro. Mi pequeña exploración se circunscribe a esa parte del ser que siempre ha sido descartada por los artistas como algo inutilizable, como algo, por definición, incompatible con el arte. Pienso que, en nuestros días, cualquiera que preste atención a su propia experiencia se da cuenta de que es la de alguien que no sabe, que no puede?.

LA INICIACIÓN

Beckett nació en Foxrock ?un pequeño pueblo cerca de Dublín? en 1906. Sus compañeros de colegio recuerdan que era un joven con aptitudes especiales para aprender idiomas, aficionado al piano y las óperas. También se hacía notar como un atleta tenaz, fanático de las caminatas, jugador de cricket y de rugby. Muchos de los que compartían con él sospechaban que se trataba de un genio; sin embargo, no sabían en qué invertiría su genialidad. Asistió, en sus primeros años, a dos prestigiosos colegios: el Earlsford House y, luego, el Portora Royal Scool. Y en 1923 ingresó al Trinity College de Dublín, antigua y prestigiosa institución jesuita del siglo XVI, en donde se educaron, entre otros notables, Wilde, y quien sería su amigo, James Joyce. Su intención era estudiar filología moderna, en francés e italiano. Durante este tiempo de formación, Beckett leyó como un obseso a autores tan disímiles y a la vez relevantes para su futuro como escritor, como San Agustín, Dante, Berkeley, Schopenhauer, Shakespeare, Milton, Calderón, Samuel Johnson, Pirandello y Descartes. También se dedicó a asistir al teatro, a los ?vaudevilles?, y vio con fruición las películas de Chaplin, Laurel y Hardy, Buster.

Keaton y los hermanos Marx. Finalizada esta etapa, parte a París a hacer clases de literatura en calidad de lector de inglés de la École Normal Superior. Trabajo que abandonaría al poco tiempo.

En este periodo de su vida, Beckett conoce a muchos artistas, entre los que se encuentra Joyce, con quien mantiene por años una amistad estrecha a pesar de la diferencia de edad que los separa. Escribe para él un artículo sobre su última novela, Finnegans Wake, y en ocasiones, lo ayuda con asuntos prácticos como traerle libros. Es tan fuerte la irradiación del autor del Ulises! Sobre Beckett, que éste llega a decir: ?Yo no estoy influenciado por su obra, como se ha afirmado con frecuencia. Lo único que puedo decir es que Joyce ha tenido un influjo moral sobre mí: me enseñó lo que es la integridad artística. Me enseñó a escribir con la sangre y dejar a un lado la inteligencia?.

LA VOZ

Después de haber publicado el conjunto de poemas Echo?s Bones and Other Precipitates y la novela Murphy (además de algunos relatos sin contar con ningún apoyo crítico), Beckett continúa escribiendo durante la segunda guerra su delirante novela, Watt. Pero poco tiempo después y producto de una epifanía que tiene al ir a ver a su madre muerta a Irlanda, intuye que tiene que empobrecerse, aprender de nuevo a escribir, empezar de cero. Se siente incómodo con la erudición, preso de sus recursos. Como consecuencia, cambia de lengua al francés. Ésta es una de las más osadas decisiones que un escritor puede tomar, y no existen demasiados ejemplos de otros autores que por razones estéticas hayan dejado su idioma para dominar otro con igual pericia, como fueron los casos de Joseph Conrad (del polaco al inglés) y de Vladimir Nabokov (del ruso al francés y al inglés). Nos encontramos, entonces, con un virtuoso. Alguien que tiene dos lenguas madre y que es su propio traductor.

A diferencia de su obra primera en inglés, donde el exceso y la parodia abundan, cuando Beckett pasa al francés su arte se hace definitivo, indescriptible y sólido. Entre 1946 y 1950, su fertilidad como escritor se potencia: escribe los relatos que componen el volumen Mercier et Camier; así como su trilogía, compuesta por las novelas Mohillo, Malone Muere y El Innombrable. Además de la obra de teatro que le daría fama mundial, Esperando a Godoy. El argumento en estas obras, así como en los pequeños textos y piezas teatrales que compone posteriormente, se va diluyendo tras un lenguaje que se sostiene a sí mismo, cuya puntuación es tan elocuente en su silencio como cada palabra que dispone. Poco a poco Beckett va dejando sólo un mínimo hilo narrativo, escasos personajes y va apareciendo cada vez con más intensidad una voz escrupulosa y neurótica que invoca al vacío y que se narra a sí misma.

EL FINA

George Steiner sugiere que en los textos de Beckett ?las palabras, por más escondidas y gastadas que estén, bailan para él como bailan para todos los bardos irlandeses. Esto se debe en parte a la musicalidad de las repeticiones y emana de la astuta delicadez de los vaivenes, del ritmo de los parlamentos basados en las farsas de payasos?. Está hablando del escritor como maestro del lenguaje, como un tipo que encarna en sus libros la soledad de la vida moderna, su sequedad fría. Beckett quiere desnudar la lengua, hablar del vacío con palabras limpias. Sus textos alumbran paisajes monocromos y sus temas son la inmundicia, la orfandad y la inquietud. La ironía es cruel, como por ejemplo, cuando lanza frases como: ?alma, mente y carcasas de carne y uñas? para referirse a los seres humanos. Maurice Blanchot describe la lectura de Beckett como ?una experiencia sin salida, aunque de libro en libro se prosiga de un modo más puro, rechazando los débiles recursos que le permitirían continuar?. Su obsesión es la desnudez, las voces que murmuran y gritan, donde se revela su estupor existencial. Beckett desmanteló los recursos del teatro y de la narrativa, y su influencia más directa se percibe en autores como Alan Robbe-Grillet, Marguerite Duras, Claude Simon y el recién galardonado con el Premio Nobel de Literatura, Harold Pinter

En las páginas finales de El Innombrable se lee esta perturbadora declaración de amor a las palabras (y a lo que éstas esconden tras su silencio cadencioso): ?Son palabras, es lo único que tengo, y aun así van escaseando, la voz se altera, está bien, conozco eso, debo conocerlo, será el silencio a falta de palabras, lleno de murmullos, de gritos lejanos?. Quizás no sea posible otro homenaje a un escritor como Beckett que escuchar su sorda música escrita, sin reverencias ni proselitismo académico.

La vida de Samuel Beckett se ha convertido en un mito. Él mismo se preocupó de incentivar la curiosidad escondiéndose con celo del barullo público. Puso como condición para aceptar el Premio Nobel de Literatura, en 1969, no ir a buscarlo, ni emitir ningún discurso. Tampoco dio muchas entrevistas. Deseaba ?en el fondo? borrar su yo para dejar libres a sus obras; para arruinar las interpretaciones obvias. Existen pocas biografías confiables sobre él. La más importante es Damned to Fame: The Life of Samuel Beckett, de James Knowlson (Condenado a la Fama).

Ahora que se cumple el centenario de su nacimiento , han aparecido textos de amigos de Beckett y de estudiosos de su obra. Entre los muchos que se publicaron, el único traducido y en circulación es Cómo fue. Recuerdos de Samuel Beckett de la poeta norteamericana Anne Atik. Se trata de un libro anecdótico en el que se narra la relación de amistad de la poeta y su marido, el escultor Avigdor Arikha, con Beckett. Escrito con soltura y devoción por el amigo, lo que más sorprende es el acabado conocimiento de la plástica que tenía Beckett y la erudición abrumadora que comparte con sus cercanos. Atik lo presenta como un santón sin dios, pero el personaje de Beckett resiste incluso el embate de beatería literaria, y este libro logra interesar y sobre todo entretener.

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