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Norte y Sur / EL QUIJOTE ETERNO

Salvador Barros

Con la cancelación del timbre postal conmemorativo del IV centenario de la publicación de ?Don Quijote? se dio inicio el XVI Coloquio Cervantino Internacional en Guanajuato. En tanto, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM también ha reunido a ilustres cervantistas en el encuentro El Que a Buen Árbol se Arrima... Horizonte Cultural del Quijote. Académicos, escritores, especialistas y jóvenes cervantistas se han reunido en diversos países iberoamericanos para celebrar los 400 años de que empezó a circular la edición de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha escrito por Miguel de Cervantes Saavedra. México no podría ser la excepción, pues este libro llegó desde la época de los conquistadores españoles. Además, en estas tierras se encuentra la más completa Biblioteca Cervantina, en Monterrey, Nuevo León, y es el único país en donde un festival cultural y un coloquio internacional están dedicados a la memoria de Cervantes. Justo en este marco, el Coloquio Cervantino Internacional -que desde hace 16 años se realiza en Guanajuato- congregó a especialistas de México, Canadá, Estados Unidos, Perú, China, España, Italia, Rusia, Japón, Argentina y Uruguay. En este encuentro se realizará el estreno mundial de la obra musical Un Ingenioso Hidalgo en América, de Luis Bacalov y Samuel Máynez. En tanto eso sucede, cerca de medio centenar de ilustres cervantistas de distintos institutos de la UNAM, UAM, Universidad Autónoma de Baja California Sur y del Colegio de México se han reunido en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para disertar acerca del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Aquí los temas han transitado desde la cultura clásica en el Quijote, construcciones literarias, antecedentes clásicos y caballerescos, lecturas filosóficas y teatralidad hasta mujeres, amor, cultura hispanoamericana, costumbres, literatura inglesa y discurso cervantino. La maquinaria de la caballería, para Liliana Weinberg, especialista en ensayo latinoamericano y catedrática de la UNAM, Don Quijote circula en la Nueva España a través de los largos siglos de la Colonia. Por ello, el modelo cervantino que permite la inclusión en el entramado de la obra de relatos, poesía, referencias librescas y muchas formas discursivas más se convirtió, en este caso, en un modelo fundamental para el desarrollo de la prosa mixta en América que alcanzaría su punto más alto a finales del siglo XVII y la primera mitad del XIX. De ese modo no deja de resultar prodigioso que, tras el derrumbe del viejo sistema español en tierras americanas, El Quijote sea uno de los pocos textos españoles que habrían de salvar del hundimiento ideológico los hombres de la Independencia, el romanticismo y el liberalismo. Weinberg añade que para evocar un ejemplo mexicano basta con citar a Ignacio Ramírez ?El Nigromante?, quien con el papel desengañador y travieso de su prosa constituye un largo homenaje al Quijote. Además, los distintos autores y épocas recuperan ya la obra, ya a su autor, ya sus personajes, ya algunos de sus episodios, como también se puede percibir en el mismo José Martí al celebrar la parte heroica y justiciera del caballero de la triste figura. La especialista agrega que ya para el siglo XX se deparan infinitas interpretaciones sobre Don Quijote, una obra que atrae particularmente a los novelistas que ven en este libro un laboratorio de los grandes problemas de la narración y del lenguaje: ?somos el pueblo del Quijote -apunta Weinberg-. Pocos símbolos, pocas experiencias, pocos guiños de complicidad nos unen todavía con tanta fuerza a los hispanoamericanos como este reconocimiento general del mapa de nuestras desdichas que se da a través de una misma lengua, de unas mismas claves culturales y de la fuerza liberadora de esa clave que es el Quijote. En la soledad de la lectura íntima, silenciosa, nos invade la fuerza regeneradora del genio de Cervantes: la risa liberadora propiciada por los mil registros discursivos que sólo un libro como éste es capaz de contener?. Cuando Cervantes describe a su personaje, resalta que en sus ratos de ocio ??que eran los más del año?- este personaje de 50 años de edad se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto que se olvidó casi de todo. Pero cuando llegaba a leer en esas obras las cartas de desafíos, don Quijote perdía el juicio y se desvelaba para entenderlas y desentrañarles el sentido. Al respecto, José Pascual Buxó -del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM- explica que los libros que contribuyeron a la singular locura de don Quijote fueron novelas de caballería, libros de pastores y poemas épicos. Y aunque los primeros fuesen los directamente responsables de que viniera a perder el juicio, todas esas obras comparten un rasgo en común: ser esencialmente libros de imaginación, entre los que pueden descubrirse notorias confluencias. El catedrático de la UNAM considera que si en los libros de caballería la historia fabulosa se enseñorea de principio a fin atropellando, sin miramiento, aquellas apariencias de la verdad que llamamos verosimilitud, en los segundos dominan el controlar la exacerbación del sentimiento amoroso en el ámbito bucólico de una juventud apasionada, mientras que en los poemas épicos la verdad histórica no teme ennoblecerse y fortificarse con los recursos propios de la ficción poética. Además, en todos esos géneros se exaltan -si bien en diversa medida y con diferente intención- las virtudes humanas ejemplares: justicia, valentía, amor y fidelidad. Esto es, los mismos valores espirituales donde centra don Quijote la esencia del perfecto caballero andante. -Pero -afirma Pascual Buxó- no hubo en su tiempo otro escritor como Cervantes que diese tanta vida a los problemas de la crítica como él lo hizo. Don Quijote mismo es una obra de crítica literaria en un sentido muy particular. Al analizar el capítulo VI, ?Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo?, donde el cura inquisidor hizo dar al fuego los libros, parecería cumplirse el propósito del autor de desacreditar no sólo las novelas de caballería sino algunos ejemplares de otros géneros literarios que estaban más en boga. Ya lo decía en el prólogo el agudo y desenfadado interlocutor de Cervantes: la intención del autor no había sido otra que derribar la máquina mal fundada de los libros de caballería que, si por causa de sus fabulosos disparates atraían mayormente la atención del vulgo, no por ello dejaban de complacer y admirar a otros lectores más cultos y exigentes. El escrutinio del capítulo VI es un juicio sumario en el que, sin embargo, subyace una vasta y polémica reflexión sobre los diversos géneros del universo literario. No es casual que de la hoguera a la que van a parar los libros, sólo se salvan Los Cuatro de Amadís de Gaula, el primero de caballerías que se imprimió en España, y la Historia del Famoso Caballero Tirante el Blanco por ser un tesoro y el mejor libro de caballeros del mundo. En efecto, estos dos libros son los más claros paradigmas morales y escriturales al que se ciñeron tanto el Quijote como desdoblados autores que intervinieron en la redacción de su verdadera historia.

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