Un curioso curandero; (Alejandro Jodorowsky).
La psicomagia consiste en dar consejos para solucionar problemas, aplicando de forma no supersticiosa las técnicas de la magia, es la propia definición que el escritor, dramaturgo y cineasta chileno Jodorowsky le ha dado a su último hobby. La idea es que el enfermo realice actos -algunos derechamente rozan la demencia- que le ayuden a sanarse. El psicomago no lo cura, sólo ayuda al paciente para que él mismo destierre el mal del cuerpo, o del alma, según sea el caso.
Ya nada debería sorprendernos de Jodorowsky. Recordemos que este multifacético hombre ha sido actor y director - tanto de teatro como de cine-, se ha aventurado con soltura en la novela y en el cómic, y ha alcanzado fama de maestro del Tarot, entre varios oficios más.
El libro toma forma de micrófono y en éste reverberan los pensamientos de nuestro singular compatriota. Habla de religión, política, arte y magia con total desparpajo. Da consejos tan disparatados como el de ensuciarse en la tumba del padre para conciliarse con los magros recuerdos de la infancia. Reniega de sus imitadores y defiende con uñas y dientes a Panchita, su amiga curandera mexicana. Afirma, más de una vez, que no importa ser víctima de un embuste si esto finalmente te ayuda a extirpar la enfermedad. Esto último se puede aplicar perfectamente al texto: no importa estar leyendo a un charlatán o a un iluminado, sólo basta la sincera sonrisa que se esboza mientras pasan las páginas para que la aventura valga la pena.
JUDÍOS Y COSMOPOLITAS
Para confirmar el auge de la literatura hebrea, el prestigioso Premio Goethe lo ha obtenido Amos Oz con Una Historia de Amor y de Oscuridad. Recuerdo conmovido otro libro suyo, No Digas Noche. Indispensable, la Trilogía de Auschwitz de Primo Levi. Miguel de Cervantes se come todos los escaparates y se lo merece. Publican el texto que le dedicó Salvador de Madariaga y me atrae mucho el Viaje Alrededor del Quijote de ese grafómano enloquecido que es el mexicano Fernando del Paso (¿Aún no leen Palinuro de México o ¿Noticias del Imperio?). La muerte de Roa Bastos revaloriza Yo, el Supremo, peleando el cetro de la mejor novela de nuestro continente. Los otros que reeditan alegremente son el gigantesco Charles Dickens y el imaginativo William Saroyan. Me recomiendan que esté atento a lo que traduzcan de otro autor judío, Aharon Appelfeld. Los franceses, desesperados por tener un gran escritor lanzan a Jean-Christophe Rufin y su Globalia anunciando una imaginación pariente de Bradbury y Orwell. El notable Arto Paasilinna, de quien disfrutamos El Molinero Aullador, publica El Bosque de los Zorros. La crítica es delirante para El Telescopio de Schopenhauer de Gerard Donovan y decido encargarlo a quien sea. Recibí Gilead de Marylinne Robinson, Saturday de Ian McEwan, y el premiado y celebrado Denis Johnson y sus relatos en Jesus?son. En inglés. A estas alturas hay que insistir que se debe enseñar tres lenguas a los niños. Ojalá lo incluyan en el programa escolar de cero a cuatro años. No hay modernidad posible sin lectura. Puede haber globalización, para eso están las hamburguesas, las papas fritas y los refrescos de cola, pero para ser cosmopolitas el libro no tiene sustituto. Hagan la prueba. Como todo lo que toca la fama se le presume idiota (El Código da Vinci es una triste muestra, colección de errores históricos sobre un tema que bien tratado es realmente inquietante), una autora como Marcela Serrano ve cómo su mejor libro Lo Que Está en mi Corazón provoca el desconcierto de sus seguidores y el rechazo de los lectores que sí lo disfrutarían. La descubro leyendo a granel autores judíos. Fascinada por la novela policial lee con fruición a Batja Gur, una cultísima narradora autora de Un Asesinato Musical, Un Asesinato en el Corazón de Jerusalén, Un Asesinato del Sábado por la Mañana y otro par de asesinatos al parecer igualmente fascinantes.
