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Norte y Sur / UN NUEVO PARADIGMA

Salvador Barros

Ensayo de Alain Touraine-(Paidós)-Trad.: A. López Tobaja y M. Tabuyo-271 páginas.

La figura del intelectual francés que, a la manera de Jean-Paul Sartre, Michel Foucault o Raymond Aron, daba con cada uno de sus libros un paso más allá en sus intervenciones públicas venía de un largo proceso de devaluación. Esta suerte de conciencia de época, que encarna en las voces de quienes insisten en pensar el presente, resulta, para muchos, nostálgicamente démodée. Hoy son más familiares las figuras académicas dedicadas a la discusión de investigaciones específicas y pensadores críticos devenidos gestores de gobierno.

En Un Nuevo Paradigma, Alain Touraine muestra que es posible insistir en aquel camino.

El sociólogo francés, autor de ¿Cómo Salir del Liberalismo? y A la Búsqueda de sí Mismo, se hace cargo aquí de la angustia que suscita la complejidad de la actual situación mundial. Estamos frente a un mundo distinto, quebrado en más de un sentido, pero capaz también de encontrar nuevos fundamentos para su transformación. El propio Touraine se suma al debate al señalar: ?el final de un mundo no es el fin del mundo?.

Hasta el 11 de septiembre de 2001 la vida cotidiana se fundaba sobre la certeza de que el progreso era un hilo conductor que, aún con ciertos desvíos, podía llevar a una mejora en el nivel de vida. Desde aquel impacto sobre el centro del poder mundial, ya pocos se atreven a creer a ciegas en el progreso liberador. ?¿Implica esto -se pregunta Touraine- que es imposible reconstruir algún otro tipo de sentido para nuestras acciones? Frente al surgimiento de un universo individualista y diversificado, a la descomposición de lo social, al ascenso de fuerzas como la guerra, los mercados, los comunitarismos, la violencia, frente a la evidencia de la globalización como voluntad de construir un capitalismo extremo, ¿cuáles son las estrategias posibles desde donde imaginar mundos alternativos?

Las respuestas de Touraine llegan tras una detallada descripción de aquello que se ha desvanecido para siempre. La crisis de la representación política, la primacía de los mercados sobre la sociedad, la guerra pensada no ya como combate sino como destrucción, y un modelo escolar que comienza a advertir su incapacidad para asociar igualdad con diversidad, son otros de los síntomas que, según Touraine, acorralan las formas tradicionales de entender -y hacer- el mundo.

Sin embargo, asegura el sociólogo, la disgregación de la sociedad está liberando también un nuevo espacio político. Y ese nuevo espacio encarna en dos pilares: la centralidad de los principios de la modernidad y el renacimiento del sujeto. La modernidad, entendida aquí como la creencia en la razón y como el reconocimiento de los derechos del individuo, no debe ser pensada en relación a ninguna sociedad en particular. Es posible, sí, ser moderno al mismo tiempo que ateo, musulmán, tarahumara, católico, esquimal o zapoteco. Y en cada una de estas versiones la modernidad debe ser gestada como un espacio de resistencia sostenido en el renacimiento de un sujeto con ?capacidad de actuar, de inventar o de reaccionar?.

El individualismo que rescata el intelectual francés es el de la voluntad de creación. La descomposición de los marcos sociales hace que triunfe el individuo, desocializado, es verdad, pero también capaz de combatir. No hay sujeto si no es rebelde. Y no hay rebeldía si el sujeto no se define en su resistencia al mundo impersonal del consumo, al de la violencia o la guerra. Así como las mujeres son gestoras privilegiadas de este nuevo paradigma al liderar la construcción de acciones que afirman un actor libre y responsable, las minorías étnicas son las encargadas de mostrar un nuevo sujeto compatible con la modernidad plural.

De acuerdo con la reconstrucción que hace Touraine de las transformaciones sufridas por el mundo en los últimos años, el paradigma económico y social que reemplazó al de carácter político está siendo arrasado hoy por la lógica de la dimensión cultural. Dos siglos después del triunfo de la economía sobre la política, los conceptos sociales se han vuelto confusos y dejan en la sombra parte de la experiencia vivida. Es necesario, sostiene el sociólogo, un nuevo paradigma en que las categorías culturales -utilizadas en los hechos por la propia población para definir sus experiencias- se articulen con los derechos políticos y sociales. El ?otro? debe ser aceptado como tal, pero sólo si acuerda con los principios de la modernidad. Touraine, en este punto, entra de lleno en el debate, ocurrido en Francia, sobre el uso del chador (velo) por parte de las estudiantes musulmanas. Enfrentado a quienes pretenden que el laicismo -al que apoya- se transforme en un silencio sobre pensamientos religiosos o morales, Touraine denuncia los errores de los que insisten en evaluar una sociedad diversa con el mismo vocabulario heredado de la Ilustración, un vocabulario incapaz de pensar individuos concretos.

El planteo de Touraine es audaz: sugiere la posibilidad de reconstruir el proyecto de la modernidad sobre la base de las inocultables transformaciones introducidas por las minorías, la globalización o la inestabilidad en cualquiera de sus formas. La dificultad estriba en su insistencia -a pesar de lo que el propio sociólogo sostiene- por recuperar el paradigma del progreso. El mundo que proyecta Touraine hacia el futuro -con actores creativos en su resistencia y su reconocimiento del pluralismo- es un espacio superador del pasado. Más complejo que el universo político o el social, más humano que el guiado por premisas masculinas y hasta más eficaz en su respeto por la vida concreta de sus habitantes. Como si no fuera posible reconstruir un sentido para lo público al margen de la utopía de un progreso hacia lo mejor.

De todos modos y a pesar de algunas simplificaciones ya usuales -tales como una concepción estandarizada de las diferencias de género o su rechazo a entender la modernidad como un proyecto atado a una cultura también particular-, Un Nuevo Paradigma tiene la virtud de enfrentarnos nuevamente con la tarea de un intelectual que no elude los desafíos del presente ni se refugia bajo el paraguas del tecnócrata.

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