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Norte y Sur / Una ojeada a la distribución de películas en México

Salvador Barros

1.- Los cinéfilos chilangos, los de intelectualidad elevada, están ya, consciente o inconscientemente, instalados en los rituales de la exhibición de las películas de calidad. Si bien la oferta ha aumentado considerablemente, de acuerdo con la demanda, en medio de la interminable lista de churros que nos endilga la industria de Hollywood, se abren paso cintas de calidad indiscutible que, la mayoría de las veces, pasan de noche en los cines comerciales. Obras cinematográficas que encuentran su mejor corrida en el circuito cultural, reducido hasta hace algunos años, a unas cuantas salas en "cultisur", las del Centro Cultural Universitario y las de la Cineteca Nacional; la que se quemó en el apogeo del "orgullo del nepotismo de López Portillo y la nueva donde también se "cuecen las habas" de petimetres e intelectuales impostados que pasean su gregarismo y su necedad o toman el cafecito con el que arreglan el mundo, en la placita que antes lo fue de los compositores. Rituales alterados por la aparición de ese monstruo que es el Festival Internacional de Cine Contemporáneo, el FICCO, que a principios de año nos ofrece de entrada 250 películas en todos los rumbos de nuestra desquiciante capital. Reto diabólico cuando se trata de tomar una decisión de qué ver, basándose en qué película es mejor y cuál está más cerca de donde se hace la vida. Por ello no deja de ser nostálgico y hasta romántico, el asistir a una de las funciones de prensa de la recientemente celebrada 46a versión de la Muestra de Cine de Otoño, que trajo 19 títulos; 14 de ellos internacionales, tres de México y dos coproducciones: Rosario Tijeras (Maillé/Méx-Colombia-España-Francia 2005) y la inefable La Virgen de la Lujuria (Ripstein/México-España-Portugal 2002), que fue literalmente canibaleada-destazada, por los críticos de cine que en autobús viajaron rumbo a Morelia. Nadie se recupera todavía de la sorpresa e indignación de verla incluida en el menú de la Muestra. Supuestamente este churro irredento, olvidado y desahuciado hasta por sus productores, obedece a que la Muestra está diseñada para apoyar al cine mexicano, y a que La Virgen de la Lujuria, fue reeditada, ¿mejorada? por sus creadores, Arturo Ripstein y su pareja, la guionista Paz Alicia Garciadiego. Además, partiendo de un criterio salomónico, los de la Cineteca argumentan que les gusten o no las películas, este evento cinematográfico es una ventana para lo que se produce en nuestro país. Pese a este sólido alegato, tampoco se puede negar que entre las autoridades de la Cineteca existe un contubernio muy mexicano, que rebasa cualquier criterio de selección e indicio de prudencia con la obra de Ripstein, un realizador que -por desgracia- solo él público europeo entiende... El mismo Ripstein, que en sus inicios, después de su genial ópera prima Tiempo de Morir (México 1965), se deba tiempo para corretear, puberto y desenfadado en una comedia en blanco y negro con Viruta y Capulina en El Camino de los Espantos, dirigida por Gilberto Martínez Solares en 1967. Y escribía líneas arriba de los rituales de los cinéfilos anacrónicos y de las funciones de prensa de la Muestra de Cine, la de las nueve de la noche, ésa que era refugio de funcionarios menores, entrando de "gorra" y es utilizada para pagar favores a amigos y contlapaches, donde también colocaban a las ratas de sacristía cinetequeras y se daban cita las dos facciones rivales, producto de un conflicto que dividió a la crítica de cine en México durante 30 años. De un lado se sentaban los "rieros", allegados y lambiscones a Emilio García Riera y del otro los "ayalos", seguidores de Jorge Ayala Blanco. Acérrimos enemigos desde que "sabotearon", desde la imprenta de la UNAM la publicación de La Búsqueda del Cine Mexicano, el segundo libro del "Ayatolá" Blanco. Ahora esta función luce deslucida y las ausencias de aquel "sumun" de la crítica y de la cultura son notorias. Calladito, discreto, sin darse a notar, apareció Carlos Reygadas en una de estas exhibiciones de prensa para ver la multipremiada película húngara Control (Antal/2003). Mucho se ha especulado sobre la obtusa decisión de Reygadas de "difuminar" la escena inicial de su más reciente película Batalla en el Cielo, en la que Anapola Muzhkadis, hace cosas indebidas con su boquita. Ya sabíamos que el verdadero apellido de la protagonista está ligado al poder económico en México, y que por esa razón modificaron la perturbadora imagen. Ahora se rumora que en realidad hubo una amenaza de muerte, terminante y absoluta de parte de familia de Anapola en contra de Reygadas. 2. - No es como para echar las campanas al vuelo, pero IMCINE, el Instituto Mexicano de Cinematografía, acaba de anunciar que el año pasado ha sido excepcional en la producción de películas en nuestro país. Como nunca antes se filmaron 49. Conviene recordar que en el 2002, el volumen de producción fue de 14 largometrajes, en el 2003 de 29, y en el 2004 de 36... Pese a que el cine mexicano sigue enfrentando serios problemas de distribución y de exhibición, esta cifra significa que, al menos en la estadística, aparecemos en un lugar muy similar al de Brasil con 35 y Argentina con 50 títulos. El asunto de la calidad de estas producciones, será determinante para establecer la diferencia entre producir e impactar al público y a la taquilla, y reconvertir una actividad azarosa y artesanal en la industria floreciente que fue en otros tiempos.

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