Siempre he sabido que la humanidad avanza como los danzantes de Chalma: dos pasos adelante y uno para atrás. No falta, sin embargo, quien proponga avanzar marchado sólo hacia atrás: Pasarse la Ley por el arco del triunfo, desacreditar las instituciones, desplomar la economía, y que “ni la hierba crezca donde su caballo pise”, es la mejor estrategia de lo que ya parece ser una coalición por el mal de todos para “defender el patrimonio nacional y luchar contra la pobreza, la corrupción y la impunidad”.
Y todo esto en nombre de la macuspana interpretación del Artículo 39 de nuestra Constitución que a la letra dice: “La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instruye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su Gobierno”.
Y por supuesto, dentro de la misma interpretación, el pueblo consiste únicamente en la asamblea de “pobres buenos”, formada por agrupamientos de ambulantes, taxis ilegales, similares y anexas; quienes protegidos por un escapulario con la efigie de Masquenadie y violentados por su incontrolable diarrea verbal, acampan en las calles del Centro Histórico.
¿Que les parece si nos quedamos aquí?- ¡Aghhhhh! Aulló el gentío y ahí están y sólo ellos son “el pueblo”.
La asamblea que aprueba sin el más elemental proceso de análisis cualquier cosa que se les proponga porque a cambio, se les ha prometido eliminar a los ricos, perversos responsables de su pobreza. Ahí están porque seguramente ignoran que espantar a los capitales no genera bienestar para nadie. Ahí están porque no alcanzan a entender que la justicia social no tiene fórmulas mágicas sino que es un proceso largo y difícil que sólo puede darse en el orden, en las aulas y en el trabajo.
Ahí están y son muchos y hacen mucho ruido pero... ¿y que hay de los ciudadanos a quienes en un exceso de simplismo definen como “pirrurris” porque no nos identificamos con ideas retrógradas e incendiarias que sólo conducen a la violencia y al odio y porque hemos elegido transitar por el camino de la Ley y las Instituciones que son la forma moderna y civilizada de hacer operable el mandato del pueblo.
¿No somos acaso pueblo también y por si fuera poco, la gran mayoría del pueblo mexicano? El Artículo 21 de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU señala claramente: “La voluntad de la gente se expresa en elecciones periódicas y de sufragio universal”.
Así lo hicimos y soslayando nuestras gravísimas carencias invertimos muchos millones de pesos en las campañas de cinco partidos para que democráticamente, cada ciudadano votara de acuerdo a su forma de interpretar el mundo. Tanto esfuerzo y ahora resulta que no somos pueblo quienes nos negamos a acudir al llamado del flautista del Zócalo para que nos lleve a todos bailando a la picota. Pirrurris, o bola de babosos, yo ya no sé ni quiénes somos la mayoría de ciudadanos que no alcanzamos a ver el maravilloso traje del emperador que tan deslumbrados tiene a muchos, tal vez a muchísimos; pero no a la gran mayoría de ciudadanos, quienes seguimos pedaleando en espera que se imponga nuestra democrática voluntad.
¿En que trabaja toda la gente que hace guardia en las carpas? ¿Cómo es que disponen de tanto tiempo? ¿De qué se mantienen? -me preguntó Elena Poniatowska a quien percibo un poco rebasada por la situación. Así a quemarropa no supe qué contestarle pero después de pensarlo bien; tampoco se me ocurre nada.
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