Acaba de concluir el Foro Mundial del Agua en la Ciudad de México y las noticias están más que a la vista. Simplemente en el mundo, en México y lo peor, en La Laguna, la estamos contaminado brutalmente, la estamos envenenando.
Las proyecciones de los expertos auguran que para el año 2018 simplemente ésta se agotará en los términos que la conocemos. Habrá en aquel año que purificarla simplemente hasta para beberla. Aún más, todas las predicciones apuntan a que las guerras del futuro no serán por territorios, no serán por petróleo -como lo fue la Guerra del Golfo de 1991 y lo es la invasión a Irak hoy por citar algunos ejemplos- serán simplemente por el agua.
Y es que la naturaleza humana siempre nos lleva al mismo camino: la depredación. A través de la historia la humanidad ha reiterado su tendencia a destruir todo a su alrededor. El medio ambiente, los animales que coexisten con nosotros, el agua y hasta el prójimo. Por naturaleza la raza humana es nociva para la naturaleza, pero ésta forzosamente responde, basta recordar la furia extraordinaria de los huracanes del año pasado, respuesta innegable del desequilibrio que estamos causando.
Pero si el Foro es mundial ¿será muy difícil que los laguneros reflexionemos sobre el agua que tenemos alrededor?
En los pasados días recibí un correo del ingeniero Juan Adolfo Von Bertrab Peters, distinguido profesionista que ha dedicado parte de su vida profesional en el manejo precisamente del vital líquido en nuestra Comarca.
La realidad es que muchos de los datos que contiene su mensaje, se han manejado de manera dispersa, jamás nadie le ha querido entrar al problema a fondo, que va mucho más allá que el sólo restringir el acceso a la propia agua.
Me permito transcribir pues unas líneas del documento del ingeniero Von Bertrab: “La Laguna es una cuenca cerrada a donde concurren dos principales aportadores de agua y son el Río Nazas y el Río Aguanaval, los que a través de los siglos y con sus arrastres de aluvión, rellenaron la gran depresión para formar la llanura que hoy conocemos como La Laguna y en sus partes más bajas se formaron las lagunas de Tlahualilo, Mayrán y Viesca.
“De estas lagunas se evaporaba el agua y en las mismas quedaban las sales que los ríos, en pequeñas cantidades arrastraban, pero que en los miles de años de estar acumulándolas hoy representan un volumen muy grande de agua salada, misma que se encontraba empujada a las partes bajas por la corriente de agua de los ríos que al llegar al gran valle se infiltraba en el subsuelo y formaba una corriente constante que impedía que el agua salada saliera de su lugar de concentración.
“Con la llegada de los pozos profundos este flujo se interrumpió y no tan sólo eso, sino que al extraer un volumen tan grande del subsuelo, el gradiente hidráulico de la boca de los ríos hacia el sitio de las lagunas se invirtió y ahora hay dos flujos, uno de las bocas de los ríos hacia la depresión formada en el acuífero por los pozos y otra del sitio de las lagunas (secas) hacia esa misma depresión formada en el acuífero debido a la sobreexplotación del mismo.
“Existen ejemplos en nuestro país en el estado de Sonora en donde debido a la explotación de pozos se interrumpió el flujo de agua subterránea de las montañas hacia el mar y este último avanzó y saló los pozos. Allí se pueden ver los pozos abandonados, así como las tierras niveladas, con canales y toda la infraestructura ensalitrados por la sobreexplotación del acuífero.
“Hay que señalar que los agricultores de Sonora, ellos mismos y por el interés de tener un recurso sustentable, disminuyeron la extracción de agua de los acuíferos que no habían sido dañados y ahora tienen un recurso renovable permanente”.
Lo que el ingeniero describe es simplemente demoledor: al paso que vamos simplemente en el futuro próximo los pozos darán agua salada y especialmente los niveles de arsénico llegarán a márgenes devastadores para el consumo humano.
El problema está planteado desde el punto de vista que la agricultura consume el 80 por ciento del total del agua utilizada en la región y la alfalfa, alimento principal para las vacas lecheras, representan el gran consumidor.
¿Plantear el asunto como que las empresas lecheras sólo son nocivas por el consumo de agua? Sería irresponsable, rayando en la insensatez.
Es indudable que Lala, Chilchota o Bell han sido palanca de desarrollo de nuestra comunidad. La industria láctea es orgullo de los laguneros, pero el esquema actual de sembrar alfalfa como se hace ahora, simplemente nos condena a la debacle ecológica.
Empresarios, sociedad y Gobierno de los tres niveles deben comprometerse a regular el consumo del agua, pero también a facilitar y a hacer factible el desempeño de los lecheros para bien de todos.
Hoy sabemos que el problema está enfrente, el tema del agua estuvo en boga apenas la semana pasada. ¿Seremos capaces los laguneros de tomar providencias o seremos igual de indolentes? Veremos con el tiempo.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx