ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC).
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(TERCERA PARTE)
Es importante y necesario pues que una pareja, ya sea casada o en unión libre, puedan detectar tantas de esas presiones, para poder entonces darse a sí mismos la oportunidad y la libertad de decidir el momento más adecuado en que ambos se sientan preparados para tener hijos, como una opción propia. Una decisión conjunta porque así lo sienten y lo desean, pero no necesariamente impulsados u obligados por las presiones externas y provenientes de los demás. Se trata de planear y de pensar desde el inicio cuál será la mejor opción para formar un nido, y proveerse así de ese ambiente familiar tan necesario, en el que todos, tanto padres como hijos puedan crecer y desarrollarse en las mejores condiciones de armonía y equilibrio. El casarse o decidir vivir juntos, así como el decidir tener hijos, representan definitivamente dos momentos cruciales y críticos en la vida de cualquier ser humano, lo mismo para un hombre que para una mujer. Ambos, tienen que definir y delimitar la separación de su familia de origen, para lograr formar una nueva familia. Ello implica, dejar atrás su condición de solteros para iniciar el aprendizaje de nuevos roles, es decir el añadir a sus roles anteriores como hijos y como hermanos, los de esposo y esposa en su condición de pareja. La práctica, la integración y la complementación que logren en estos nuevos roles, representará a su vez un paso definitivo en la planeación y la preparación para los siguientes nuevos roles que también habrán de enfrentar y de aprender posteriormente como padre y como madre, en ese preciso momento en que decidan tener su primer hijo y seguir adelante con el proceso de desarrollo en el ciclo de vida.
A pesar de que por lo general estas decisiones suelen tomarse a una edad en que tantas de las parejas se ven más empujadas por las pasiones y las presiones, que por la reflexión y la planeación, es importante recordarles que están construyendo los cimientos no sólo de su familia, sino de su propio desarrollo personal a lo largo de la vida. Se tiende a olvidar, que las condiciones, el estilo y la forma en que se inicia la vida de cualquier pareja, va a determinar a la larga, muchas de las posibles direcciones que se sigan en el futuro, tanto para cada uno de ellos en su vida personal, como para ambos en lo que respecta a su relación marital, y también naturalmente para la cría, la educación y el desarrollo de cada uno de los hijos que decidan procrear. La vida se encadena a través de una larga serie de decisiones que vamos tomando cada uno de nosotros a lo largo del camino, a las cuales no siempre les damos la debida importancia cuando somos jóvenes, y desgraciadamente tampoco estamos conscientes de ello. No es sino hasta después, con el pasar de los años, cuando hemos avanzado en el camino y lo miramos en retrospectiva, que nos percatamos entonces de lo fundamental de tales decisiones, así como de la forma en que han influido en nuestro desarrollo.
El alto porcentaje de parejas que se embarazan en la actualidad sin haberlo planeado ni deseado, como resultado de un pobre control de los impulsos y de las pasiones, de su inmadurez (generalmente se trata de parejas de adolescentes o de adultos muy jóvenes) y de su ineficiente, escasa o nula educación sexual, plantea precisamente el otro lado de la moneda. No es definitivamente la mejor opción de matrimonio, ni tampoco el mejor estilo para procrear. Asimismo, tampoco garantiza la felicidad o el buen funcionamiento marital de dicha pareja a corto o a largo plazo, ni el mejor ambiente de nido para el desarrollo de un nuevo ser humano. Por lo mismo, tales situaciones suelen convertirse en crisis de mayores dimensiones que las familias de ambos lados tienen que enfrentar. En esos casos, sorpresivamente y de inmediato, cada uno de los miembros de la pareja deben cambiar de roles radicalmente, para convertirse en esposo, esposa, padre y madre en un muy corto lapso de tiempo, sin que en la mayoría de las ocasiones hayan tenido el tiempo y el espacio para ni siquiera completar su desarrollo como adolescentes, o para destetarse de sus propios padres. Naturalmente que tales condiciones hacen mucho más complejo el proceso de unión de esta pareja, si es que deciden seguir juntos, ya sea en los casos en que hay un noviazgo de por medio, o simplemente si fue el resultado de una noche de fiesta o de experimentación. Una experiencia así se convierte en una compleja crisis familiar de amplias dimensiones, tanto para la familia de cada uno de ellos, al igual que para ambos en su desarrollo personal y obviamente para el niño o la niña que está por nacer. Después del impactante choque inicial, cada miembro de la pareja y su respectiva familia se verán obligados a enfrentar la experiencia con los mejores instrumentos emocionales que tengan a mano para superarla. Hay quienes la toman filosóficamente y con bastante optimismo. Para otros resulta una muy grave herida en el honor, en el orgullo propio y familiar; un drama y una crisis de la cual a veces llegan a recuperarse y reconciliarse, aunque en otros casos nunca sucede así. Naturalmente, la reacción y la o las soluciones que en cada caso se le dé a esta crisis, influirá en buena medida en el nacimiento de la criatura, quien de alguna manera también tendrá que pagar un precio por ello a lo largo de su vida. Ello puede suceder en forma velada e inconsciente en muchos casos, cuando la familia lo convierte en un secreto inexcusable que no se llegó a perdonar o a superar del todo, mientras que en otros se pone al descubierto y se maneja más abiertamente, con plena conciencia y superación de la experiencia. (Continuará).
