ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA A. C.
(PSILAC).
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIATRICA MEXICANA
SÉPTIMA PARTE
Tomando en cuenta los razonamientos mencionados la semana pasada, es completamente necesario y lógico entonces, el que el padre deba acompañar a su pareja durante las importantes horas de duración de un parto, y en el momento mismo en que nace la criatura. Gracias a dicha experiencia tan temprana, la relación que se ha desarrollado durante el embarazo entre la madre y el bebé, entre el padre y el bebé, así como entre ambos padres, se intensifica ante la celebración del nacimiento, como un acontecimiento sumamente importante que los une para siempre. Es casi como el cierre de un contrato básico, y la prolongación de un compromiso que deberá durar toda la vida. La presencia del padre en tales momentos completa pues ese triángulo familiar, que desgraciadamente en México no lo hemos podido comprender, ni establecer por completo todavía. En un porcentaje muy alto de familias, esos triángulos nunca se llegan a cerrar o a dar del todo, precisamente por la ausencia de la figura paterna. Se trata de familias en las que tales triángulos permanecen incompletos a lo largo del ciclo vital, con las carencias y las desventajas que ello implica para el buen desarrollo emocional no sólo de los hijos varones como generalmente se piensa, sino también para las hijas, para la relación marital y naturalmente para la familia como un todo.
Es por ello, que al hablar de los cimientos de la salud mental del ser humano, en sus etapas más tempranas, se tenga por fuerza que mencionar la importancia de la relación de la pareja marital como una díada que ha planeado y se ha preparado para recibir al bebé en el momento preciso. El vínculo que se forma entre los tres (así como con los hijos posteriores) desde ese momento, estimulará un proceso de desarrollo emocional mucho más sano para todos los integrantes de ese triángulo. Es ésa la mejor y más natural manera de experimentar lo que significa ser mamá, o ser papá, así como de aprender a echar a andar a lo largo de la vida esas capacidades que cada uno de nosotros tenemos, como padres y madres potenciales, y que quizás nunca las llegamos a reconocer sino hasta el momento del nacimiento de nuestro primer hijo o hija. Se trata además de capacidades que debemos ir afinando conforme pasan los años y las etapas de desarrollo de nuestros hijos, puesto que cada etapa es diferente, y requiere de esfuerzos, estrategias, movimientos, improvisaciones y cambios de nuestra parte, tanto en el rol de madre como en el de padre, para llegar a adaptarnos precisamente a los diferentes momentos que vamos viviendo. Un proceso de cambios y de desarrollo nada fácil, tanto para los hijos como para los padres y las madres, que nos conduce por ese interminable camino del aprendizaje sobre lo que significan nuestros respectivos roles respecto a la paternidad y a la maternidad una vez que decidimos tomarlos.
Aunque para muchos parezca un detalle pequeño y sin importancia la presencia del padre en el momento del parto, acompañando y apoyando a su pareja, y esperando y recibiendo a la criatura, la realidad es que si la tiene en un mayor grado de lo que se pueda pensar. Es por ello que un porcentaje cada vez más alto de salas de parto en clínicas y hospitales, sea generales o especializados, han cambiado sus políticas tradicionales en las que anteriormente sólo el personal médico y de enfermería acompañaban a la madre para facilitar el proceso. En la actualidad, la tendencia es aquélla de permitir la presencia del padre percibido antes como un estorbo, y considerado en nuestros días como un miembro más del equipo obstétrico, como un factor de apoyo que ayuda y facilita dicho proceso, especialmente por el vínculo que mantiene con su pareja y con el producto. En todo el mundo, es cada vez mayor la expansión y la popularidad de diferentes tipos de cursos relacionados con el embarazo, y que buscan facilitar el parto como un proceso natural, como sucede en el caso del llamado parto psicoprofiláctico, en él buscan incluir a la pareja. Asimismo, es cada vez mayor la apertura de las escuelas de Medicina y de las instituciones médicas, así como de su personal, a las teorías y a los conceptos psicológicos actualizados que facilitan y amplían nuestra comprensión, así como nuestros conocimientos sobre el ser humano y su desarrollo, especialmente en momentos tan especiales, importantes y espectaculares como aquéllos relacionados con la gestación y el nacimiento. Gracias a ello, en un gran número de casos, el padre no necesariamente se la tiene que pasar del otro lado del cristal, esperando angustiosamente que le avise el médico o la enfermera sobre los resultados del parto, o que le muestren a su criatura. En nuestros días, la tendencia general es la de aceptar y apreciar al padre como un nuevo miembro del equipo obstétrico, como alguien que puede jugar un papel sumamente importante desde el punto de vista emocional, gracias a la relación de afecto, ayuda y apoyo que mantiene con su pareja, y que definitivamente es indispensable en momentos como éstos. Aunque en México a veces queremos creer que el padre tiene un papel muy importante en la familia, que tiene el poder y la autoridad para manejar a la familia según sus propias reglas y criterio, me parece que en un porcentaje muy alto, se trata de un espejismo, de una leyenda o de un cuento folclórico que hemos creado como muchas otras de nuestras tradiciones. La realidad es que emocionalmente, se trata de un papel que ha sido incomprendido, bastante descuidado y hasta incluso me atrevería a decir, también desconocido. Con manifestaciones como la que se menciona en esta columna, quizás apenas estamos tratando de recuperar la verdadera importancia emocional de la paternidad y del rol que tenemos como padres, muy diferente de ?ese rey? que pregonan las canciones y las demás tradiciones culturales mexicanas (Continuará).