ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC).
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(OCTAVA PARTE)
Con lo mencionado la semana anterior, podemos concluir entonces que el escenario que se presenta durante el período que dura el embarazo y la llegada a su término en el parto, es definitivamente uno de los factores importantes que sientan las bases para el desarrollo de la salud física y mental de cualquier ser humano. En tal escenario como ya se mencionó, las figuras del padre y de la madre van a jugar un papel muy importante, de acuerdo al vínculo que han iniciado en su relación con el bebé desde su gestación, o incluso desde su planeación, y que intentarán proseguir durante el resto de sus vidas. El nivel de salud mental que posean ambos, va a determinar a su vez el papel que tomarán como padres, como educadores, como guardianes y como protectores de sus hijos. En ese sentido va a ser determinante su propio nivel de desarrollo emocional, el tipo de vínculo que a su vez ellos mismos hayan formado con sus propios padres y hermanos, así como las experiencias de todo tipo que hayan vivido como niños, como adolescentes y como adultos hasta llegar a ese momento en el que se encuentran frente a la llegada de su primer hijo. Tales experiencias vienen a ser algunos de los múltiples factores básicos que han ayudado a determinar sus rasgos de personalidad, su nivel de madurez, la fuerza y capacidades de su estructura psicológica, así como el estilo de vínculo que pueden desarrollar tanto entre sí como esposos, al igual que en la relación con los hijos como padre y como madre respectivamente.
La familia como célula básica de nuestro sistema social, formada tradicionalmente por el padre, la madre y los hijos, como familia nuclear, pero a la cual se tienden a añadir en nuestra cultura los abuelos, los tíos, los primos y tantos otros familiares como es el caso de la familia extendida, representa a su vez el escenario social en el que se desarrollan las experiencias básicas de nuestra vida durante los primeros años. Por lo mismo y tomando en cuenta la importancia de la familia, debemos considerar dos aspectos de gran valor en la transmisión de las características que se dan de una generación a la siguiente en todas las familias. En primer lugar, cada día se comprueba con mayor certeza y claridad la importancia de los genes y de la herencia para la transmisión de determinados aspectos de salud o de enfermedad, que se encuentran latentes específicamente en cada familia y que van surgiendo en determinados momentos de la vida, bajo ciertas circunstancias especiales que se llegan a dar en el ambiente en el que se desarrolla cada individuo. Es así como se puede ver la forma en que se transmiten determinadas características de padres a hijos, no sólo en cuanto a los aspectos físicos, sino también en los psicológicos como puede ser la inteligencia, las capacidades cognitivas incluyendo el lenguaje, la sensibilidad, la imaginación, la creatividad, las capacidades motoras y perceptuales, así como las capacidades de socialización y tantos otros rasgos y habilidades que se dan en el ser humano. Asimismo, aunque todavía nos encontramos en la fase de detección de los genes específicos, se ha descubierto un importante potencial hereditario para diferentes y muy variados trastornos psiquiátricos, del tipo de la ansiedad en sus diversas modalidades (ansiedad generalizada, fobias de diversos tipos incluyendo la social, ataques de pánico, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad de separación, etc.), para los trastornos depresivos incluyendo el trastorno bipolar, para los trastornos de la conducta sea del tipo oposicionista, del antisocial o del déficit de la atención con o sin hiperactividad, para los trastornos psicóticos, como es el caso de la esquizofrenia, y así sucesivamente para muchos otros.
Sin embargo, existe además otra forma también fundamental por medio de la cual se transmiten ciertas características, rasgos y patrones de conducta dentro de los diferentes miembros de una familia, de generación en generación, que no necesariamente tiene que ver con los genes o ese tipo de herencia, sino que más bien depende del aprendizaje cotidiano que se da en todas las familias. El estilo de relación entre la pareja marital que puede incluir desde la forma en que se saludan, se tratan, se demuestran o no el afecto, se manejan en el hogar diariamente, así como en sus respectivos trabajos o en sus ambientes sociales. Su estilo de educación, de comunicación, de manejo de los sentimientos, de disciplina, de administración y de organización en todos los sentidos, no sólo en lo económico sino en lo general tanto dentro como fuera del hogar, su estilo de pensamiento, sus gustos e intereses, su capacidad de reír o de disfrutar la vida, su nivel de espiritualidad, y tantas otras características que nos hablan de la relación cotidiana de cada pareja. Se trata naturalmente de patrones que se han ido formando y organizando en el vínculo que se desarrolla en cada pareja, pero que a su vez van a influir en la relación con los hijos y en la estructura total del ambiente familiar, de la vida que se desarrolla en cada hogar. Es así entonces, como todos estos rasgos y patrones que forman parte del ambiente hogareño rutinario de cada familia, se van aprendiendo y aprehendiendo por cada uno de los hijos a lo largo de su desarrollo, como parte de la enseñanza dentro de la familia.
En esta forma pues, podemos resumir que cada uno de nosotros como ser humano carga con un bagaje genético biológico heredado por los antepasados de tantas generaciones, pero a la vez, cargamos con un también importante bagaje psicológico-sociocultural, de lo que a través de los años desde nuestro nacimiento, hemos aprendido al estar empapados en el ambiente de la familia a la que pertenecemos cada uno. Herencia y ambiente vienen a formar entonces un dúo básico para guiar las vicisitudes que habremos de seguir a lo largo del camino (Continuará).
