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Nuestra Salud Mental / LA SALUD MENTAL DE LOS NIÑOS

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

(PSILAC).

CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA

ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA

(NOVENA PARTE)

El periodo temprano en el desarrollo de un bebé tanto en el aspecto físico, como en el psicológico es mucho más importante de lo que se tiende a creer generalmente. Es preciso que podamos comprender que en esa etapa, a partir del nacimiento, e inclusive desde el embarazo como se mencionó en semanas pasadas, se va formando y reforzando el estilo de vínculo con el que tanto la madre como el padre se van relacionando con el bebé. La fuerza, la intensidad, el cariño, la comunicación, los cuidados, pero sobre todo, y hay que enfatizar esto último, la constancia que se tenga en la relación, darán los cimientos emocionales fundamentales para la formación de la estructura de personalidad de ese bebé. Aunque parezca increíble el hablar de una estructura de personalidad a una edad tan temprana, la realidad es que precisamente es en esos momentos, cuando se van formando las bases para un ?yo? primitivo y básico como núcleo primario de la futura personalidad de ese bebé. Ese ?yo? está formado en parte por las características genéticas personales y específicas con las que nace cada bebé, que le dan rasgos y habilidades propias, pero también está siendo apoyado y orientado en su formación por el ?yo? de la madre y del padre, que poseen idealmente estructuras psicológicas mucho más desarrolladas, estructuradas y organizadas como parte de sus personalidades como adultos. El hecho de que ambos, la madre y el padre sean capaces de vincularse con su bebé, y prestarle por así decirlo, sus propias capacidades de sus respectivos ?yo?, así como de toda su madurez y estructura psicológica, estimula, facilita y permite el desarrollo emocional del infante, asociado naturalmente en forma paralela a su desarrollo físico.

La relación constante y apropiada de los padres con su bebé, a través de la identificación con éste, de su cariño, de sus cuidados, de su comunicación verbal y no verbal, de la protección que le proporcionen y de la forma en que satisfagan sus necesidades básicas, viene a constituir el estilo de vínculo que se forma entre ellos. Tal estilo de vínculo y apego va a determinar en el bebé una sensación de seguridad respecto al mundo que le rodea, que Erik Erikson un muy reconocido psicoanalista, estudioso e investigador del desarrollo emocional, bautizó con el nombre de ?la confianza básica? del bebé. Es decir, que mientras se desarrollen en armonía este tipo de vínculos en ese triángulo básico entre la madre, el padre y el bebé en forma constante durante los primeros años de la vida, el bebé podrá desarrollar ese tipo de seguridad y de confianza básica, en sus padres y en el mundo que le rodea, lo que a su vez le proporcionará una excelente plataforma psicológica desde la cual será capaz de despegar, para enfrentar y recorrer sus siguientes años de desarrollo a lo largo de la vida. Se trata de conceptos que han sido estudiados en los seres humanos en los últimos cincuenta años por múltiples investigadores, pero a los que además se han añadido observaciones efectuadas también en animales, sobre los estilos de vinculación que se dan entre las hembras y sus crías. Observaciones semejantes han dado lugar a las teorías de gran valor sobre el apego, lanzadas por John Bowlby y Mary Einsworth, ambos importantes investigadores en el campo. El psicoanálisis, la psicología, la antropología, la sociología, la genética y otras tantas ciencias se han unido en las últimas décadas para enfocarse con un mayor énfasis en lo que significan los primeros años de crecimiento del ser humano, así como de la relación básica que se desarrolla entre ese triángulo fundamental formado por la madre, el padre y el bebé.

Nuestra ignorancia y la falta de información adecuada, ha determinado el que por muchos siglos, el bebé haya sido considerado como una especie de bulto inerte y pasivo quien al no poder hablar todavía, tampoco se le adjudicaba la capacidad de sentir o de pensar, ni de comunicarse en modo alguno con el exterior. Ante ese concepto, se han llevado a cabo una serie de atrocidades y barbaridades dirigidas hacia ellos, que han ido desde aspectos tan inhumanos como descuidarlos, abandonarlos, humillarlos, amenazarlos, insultarlos y tantas otras cosas, hasta llegar al grado de abusar de ellos física y sexualmente o inclusive desaparecerlos y matarlos en estilos por demás variados y salvajes. Ahora, gracias a los adelantos en los métodos de estudio y observación que tenemos a la mano, incluyendo las imágenes tomográficas y de resonancia magnética, hay una tendencia a suprimir esa imagen primitiva que se tenía del bebé, para dar lugar a una nueva. Sabemos en la actualidad, que el bebé nace con una serie de capacidades e instrumentos producto de su herencia genética, mediante los cuales se puede proteger mucho más de lo que antes creíamos, además de que gracias a ellos también es capaz de comunicarse y expresar sus necesidades más imperiosas y básicas. La mirada y la sonrisa de un bebé por ejemplo, tienen la capacidad de comunicar sus estados de ánimo, aún si no siempre los podemos descifrar en forma definitiva y clara. Y sin embargo, para una madre que está completamente conectada con su bebé, tales miradas y sonrisas constituyen señales importantes que le permiten comunicarse con él o ella. Igualmente el llanto, en sus muy diversas variedades, representa también diversos estados de ánimo y necesidades del bebé en determinadas circunstancias específicas, a las cuales puede responder adecuadamente una madre o un padre que han sido capaces de descifrar esas señales, gracias al estilo de vínculo que han desarrollado con la criatura. Los movimientos de los brazos y las piernas al jugar con ellos suavemente, al ejercitarlos con mayor fuerza o al agitarlos en forma vehemente acompañados de gritos o de llanto, también nos orientan como padres a ser capaces de detectar diferentes estados de ánimo o necesidades del bebé. Así sucesivamente, durante los primeros meses y años de la vida, el bebé dotado entonces de tales capacidades e instrumentos, los va reforzando, ampliando y desarrollando conforme crece, gracias a la intervención, al amor, al apoyo y a la presencia activa y constante de esas figuras fundamentales que son la madre y el padre, capaces de proporcionarle a su vez ese ambiente de seguridad y confianza básica, tan necesario para su adecuado desarrollo emocional (Continuará).

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