ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
CAPITULOS INT
ERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(UNDÉCIMA PARTE)
Se puede decir entonces, que los rasgos del temperamento se convierten a lo largo de la vida en características específicas para cada ser humano, una parte básica de su identidad y personalidad, las cuales se irán moldeando conforme pasan los años desde la etapa de la infancia hasta llegar a la vejez. A pesar de que generalmente en el lenguaje común, el temperamento y la personalidad son términos que tienden a ser confundidos e intercambiados el uno con el otro, hay que tomar en cuenta que en realidad se trata de dos conceptos diferentes. El temperamento como ya se dijo la semana pasada, tiende a ser un conjunto de características que son un producto genético que nos llega con la herencia desde el nacimiento. En contraste, la personalidad viene a ser un concepto mucho más amplio, global y complejo, que representa la estructura psicológica de cada individuo, y de la que naturalmente el temperamento forma una base importante. Sin embargo, a dicha base, hay que añadirle todo ese conjunto de experiencias tan variadas que cada sujeto enfrenta a lo largo de su vida, en los múltiples y muy diversos ambientes en los que se desarrolla; experiencias mediante las cuales va construyendo paso a paso su identidad así como su personalidad durante el ciclo vital.
Las características de temperamento proveen a cada niño o niña de una variedad de instrumentos, que les permiten irse enfrentando a las vicisitudes ambientales en el proceso de su desarrollo, desde el momento mismo en el que nacen. Gracias a tales instrumentos, tienen la capacidad de adaptarse a su medio, a través de lo que podríamos considerar como acercamientos positivos o negativos, de acuerdo a la clase de experiencias que enfrenten, así como al tipo de ambiente en el que se desarrollen. Por ejemplo, un bebé hiperactivo, un tema de moda en estos años, con ritmos irregulares en el sueño y en la alimentación, etc., con dificultades en su capacidad de adaptación, con respuestas de tipo muy intenso, que tiende a presentar estados de ánimo muy variables, pero especialmente del tipo de la irritabilidad y el displacer, seguramente tendrá mayor dificultad para acoplarse en la relación con su madre o con su padre, cuando a su vez ellos posean rasgos de temperamento semejantes. Es muy probable que entre ellos se llegue a dar una mayor tendencia al choque y a la fricción, lo que posiblemente resultará en experiencias difíciles y estresantes para todos ellos a lo largo del tiempo, que obviamente se convertirán a su vez en factores que influirán en los cimientos y en los rasgos de la personalidad de la criatura. Por el contrario, si este mismo bebé nace de una madre o de un padre con rasgos de temperamento mucho más tranquilos, pacientes, comprensivos y con mejor capacidad de adaptación, gracias también al tipo de personalidad que han desarrollado en sus vidas, el acoplamiento y el tipo de vínculo que se dará tanto entre la madre y el bebé o el padre y el bebé, será mucho más fácil y equilibrado para todos ellos en comparación con el primer caso. Aunque es cierto que lo que se acaba de mencionar resulta en una gran simplificación de las relaciones entre padres e hijos, y que en la vida real son muchísimo más complejas que eso, lo que se trata de ejemplificar de todos modos, es la enorme importancia e influencia que en su ambiente, tienen los rasgos específicos de temperamento de cada criatura al nacer. Dichos rasgos podrán o no ser útiles para lograr un mejor y más satisfactorio acoplamiento con sus respectivas madres y padres de ahí en adelante, a la vez que un estilo de vínculo de mayor calidad. Tenemos que tomar en cuenta, que los padres, cuando menos hasta el presente, no tenemos la opción de escoger al hijo ?ideal? que deseamos, con el estilo de temperamento que nos gustaría (aún en los casos de aquéllos que son adoptivos). A su vez, tampoco los niños o las niñas tienen esa opción de escoger a los ?padres ideales?. Hasta cierto punto, las combinaciones de parejas de madre-hijo o hija, de padre-hijo o hija se dan al azar, y es más bien Dios o la Naturaleza quienes se encargan de llevar a cabo tales selecciones.
A su vez, los rasgos físicos asociados a los rasgos de temperamento le proporcionan a cada criatura desde que nace, ese cierto encanto o cierto desencanto que con toda certeza va a influir en su futuro. Por un lado, va a influir en el tipo de relaciones que desarrolle ya sea con sus padres y familiares al inicio y con otras personas a lo largo de su existencia. Pero además y por otro lado, también influirá en el estilo de experiencias a las que se enfrente en el ambiente en el que se desarrolle. Es así, como desde el principio de la vida, podemos señalar el encanto, el atractivo, la simpatía, la gracia, lo agradable, lo carismático, y en una palabra esos adjetivos que se combinan en aquello que llamamos ?tener ángel?, y que es ese algo que nos atrae y nos engancha con una criatura. Pero por otro lado, existen aquellos otros cuyos rasgos temperamentales y físicos en conjunto no les otorgan esa gracia, ni ese atractivo o simpatía, por lo que tienden a ser rechazados o al menos a pasar desapercibidos. Se trata de chicos o chicas que valga la expresión, consideramos ?desangelados?, lo que puede interferir con sus relaciones interpersonales, aún en el propio hogar. En ambos casos y a la larga, todos ellos, niños y niñas van a aprender desde pequeños, el impacto y la influencia que su presencia tiene sobre los demás, así como las respuestas que obtienen de su ambiente, o en el terreno de las relaciones personales (Continuará).