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Nuestra Salud Mental / LA SALUD MENTAL DE LOS NIÑOS

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA

ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA

(DÉCIMA TERCERA PARTE)

Con mucha frecuencia la gente se pregunta si es posible que los trastornos emocionales se presenten en los niños y en los adolescentes, especialmente aquellos trastornos del tipo de la ansiedad y la depresión. Las investigaciones y los diferentes estudios epidemiológicos de gran magnitud, que se han realizado al respecto en países más desarrollados que el nuestro en las últimas décadas, responden afirmativamente a esa pregunta. En realidad, es cierto que tanto los niños como los adolescentes al igual que los adultos pueden definitivamente presentar toda una variedad de trastornos emocionales, algunos de los cuales aparecen desde muy temprano en la infancia, y a veces hasta incluso desde el nacimiento. Tal afirmación no debería tomarnos por sorpresa, puesto que lo mismo sucede con los padecimientos que llamamos médicos u orgánicos. El cáncer puede aparecer en cualquier etapa de la vida, sin importar género, edad o nivel socioeconómico; lo mismo sucede con las infecciones, con los trastornos metabólicos o los endocrinos, con los renales, los respiratorios, los cardíacos, los gastrointestinales y así sucesivamente. ¿Por qué entonces pensamos que sería diferente con los trastornos emocionales? La respuesta tal vez estriba en muchos factores, pero quizás especialmente en el hecho de que nuestra educación y nuestra cultura sobre lo que representa la salud mental en el siglo XXI, todavía se encuentra en pañales, en esa etapa en la que aún se desliza entre los aspectos religiosos, mágicos, oscuros, secretos, folclóricos, que hemos recibido como herencia tradicionalmente, aunque a su vez luchamos por ponernos al corriente sobre las realidades científicas de nuestros días.

Los rasgos de temperamento como ya se mencionó en columnas anteriores, pueden ser precisamente indicadores importantes desde los primeros años de vida, sobre las futuras direcciones o mejor dicho los riesgos que pueden enfrentar cierto porcentaje de estas criaturas para desarrollar un trastorno emocional. Para ello naturalmente, habrá que tomar en cuenta los aspectos genéticos y hereditarios que porte cada uno al llegar a este mundo, asociados también al tipo de experiencias que vaya enfrentando en el ambiente en el que se desarrolla. Estos tres factores tan sencillos aparentemente, pueden determinar en un momento dado el inicio de algún tipo de trastorno emocional en el individuo. Es decir, que tenemos entonces esa tríada formada por la herencia y los aspectos de tipo genético, los rasgos temperamentales y las experiencias a las que se vea sujeto dentro de su ambiente. En este último capítulo, una de esas primeras experiencias que pueden ser básicas para su futuro, están relacionadas con el tipo de hogar y la clase de familia en la que se desarrolle, así como el estilo de vínculos que aprenda a formar dentro de ella.

Debemos de tomar en cuenta que la ansiedad es un fenómeno universal y normal hasta cierto grado, con el que vivimos desde el momento mismo en el que nacemos hasta la llegada de la muerte. En pocas palabras, podríamos considerar a la ansiedad, como un cierto tipo de gasolina, como una forma de combustible que le hace falta a nuestro motor para arrancar y mantenernos en acción a lo largo de nuestra existencia. Es así que la ansiedad funciona como una especie de estímulo bioquímico-fisiológico-psicológico-sociocultural, si lo pudiéramos definir de tal forma, que nos mueve a desarrollarnos, a crecer, a aprender a caminar, a hablar, a actuar, a formar relaciones, a estudiar, a trabajar, a planear, a enfrentarnos a diferentes tipos de retos y problemas para resolverlos o al menos para buscarles la mejor solución, a sobrevivir y poder adaptarnos al mundo en el que vivimos, y en una palabra, es uno de los estímulos básicos que nos empujan a vivir en general. Sin embargo, también tenemos que aprender, que las dosis que se requieren de un estímulo semejante van a variar de acuerdo a un sinfín de factores que intervienen diariamente en nuestra vida. Es ahí precisamente donde en una parte significativa tienen su lugar los rasgos temperamentales, producto de una carga genética heredada y con la cual cada individuo ha sido dotado. Algunos de tales rasgos pueden ayudar para enfrentar de un modo más efectivo la ansiedad, sea para reducirla o para controlarla, para manipularla y canalizarla adecuadamente, para superarla o inclusive para utilizarla a nuestro favor, de acuerdo a las etapas del ciclo vital, a las experiencias, a los problemas y a las crisis que se enfrenten. Pero por otro lado, hay también cierto tipo de rasgos heredados igualmente, que por el contrario, se podría decir que trabajan en contra del individuo, de modo que éste desde pequeño va a presentar dificultades para enfrentarla, para canalizarla y para manejarla adecuadamente, al grado que se llega a desplomar ante ella, con reacciones importantes de miedo que lo bloquea y lo paraliza, sin que pueda superarla, aún frente a los detalles más simples y pequeños de la vida cotidiana. Este tipo de sujetos desde la infancia, presentan riesgos importantes de desarrollar alguno de los trastornos de ansiedad que conocemos, ya sea durante esa misma etapa de la niñez, pero también a la larga, como adolescentes o como adultos (Continuará).

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