ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC)
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(VIGÉSIMA SEGUNDA PARTE)
Hay que tomar en cuenta que también existen otros casos que a pesar de ser leves, no cuentan sin embargo con una gama tan amplia y variada de factores de protección, sino que más bien se encuentran inmersos en un ambiente mucho más estresante y con un alto número de factores desfavorables que los mantienen a riesgo. Dicha situación puede traer como resultado el que cualquiera de estos trastornos de ansiedad se llegue a prolongar indefinidamente como una enfermedad crónica o tienda a las recaídas a lo largo del tiempo, especialmente cuando no se recibe la ayuda profesional adecuada y específica. Igualmente puede suceder que los síntomas del paciente no sean reconocidos como tales y dicho trastorno permanezca enmascarado temporalmente, aunque a la larga se intensifiquen los síntomas, sobre todo cuando se llega a la pubertad, que es un período altamente sensible y vulnerable tanto para muchachos como para las muchachas. Por lo mismo, es durante la adolescencia, una etapa de la vida en la que suelen presentarse con mayor frecuencia tanto las recaídas, como el inicio de muchos de estos trastornos emocionales que no han sido reconocidos o detectados anteriormente. Lo mismo puede ocurrir en la etapa como adulto, que ante la presencia de cierto tipo de estímulos estresantes intensos e importantes, se llegue a romper el equilibrio emocional que se había establecido durante varios años y aparezcan entonces los primeros síntomas de un trastorno de ansiedad, uno que inclusive pudo haberse iniciado desde la infancia más temprana, pero que se había encubierto o superado en dicha época.
Hasta este momento nos hemos enfocado a aquellos casos leves que de una u otra forma tienen un mejor pronóstico, dependiendo del tipo de factores favorables o de riesgo que existan a su alrededor. ¿Pero qué sucede con aquellos casos que presentan un grado mucho más severo de síntomas de ansiedad, y que además carecen de suficientes factores de protección y de apoyo, con más bien un exceso de factores desfavorables o de riesgo a su alrededor en el ambiente en el que se desenvuelven? Me parece que al igual que lo podríamos suponer en los casos de enfermedades físicas, la respuesta puede ser muy clara y muy obvia para cualquiera de nosotros, aún sin necesidad de ser especialistas en salud mental. Un chico o una chica en semejantes condiciones, requiere idealmente de la intervención inmediata y definitiva de cualquier especialista en salud mental infantil, ya sea que se trate de un psicólogo, una psicóloga, o de un psiquiatra infantil, pero que verdaderamente tengan el entrenamiento y las credenciales específicas en esa área para trabajar con niños. Cuando desgraciadamente ello no sucede, y los padres, guardianes o adultos encargados no son capaces de reconocer la seriedad del caso, sea por falta de información, por miedo al estigma que todavía para muchos representan las palabras psicólogo o psiquiatra conectados desde hace siglos con el concepto popular de locura, sea por ?ceguera?, por falta de sensibilidad y comunicación adecuada con los hijos, por descuido con los menores, por estar ocupados en santísimas otras cosas que no les dejan el tiempo suficiente para darse cuenta o por muchas otras causas justificadas e injustificadas, el pronóstico para el futuro de tales pacientes, no es definitivamente muy favorable.
No es necesario contar con una esfera mágica, ni tampoco revisar el horóscopo, las cartas astrales o escombrar las tarjetas del Tarot para confirmar que cuando alguien se encuentra enfermo, sea niño o niña, adolescente o adulto y no se le presta ningún tipo de ayuda profesional, lo más probable es que empeore y sus síntomas se agraven para llevarlo a muy diversos tipos de desenlace. Lo mismo sucede con cualquiera de los trastornos de ansiedad mencionados, de modo que el hecho de que un niño o una niña presenten tales síntomas, y éstos influyan en su desarrollo físico o emocional, o también en su funcionamiento y en sus actividades escolares y sociales, son señales inequívocas de que requiere de atención profesional. Es verdad que a pesar de nuestros deseos más íntimos, o de la presencia de nuestro pensamiento mágico que se remueve en ocasiones, o de todo tipo de utensilios que quisiéramos utilizar, la realidad es que no podemos adivinar el futuro. Es verdad que la naturaleza humana tiene muchos sesgos y variaciones que tampoco podemos predecir, pero lo que sí podemos asumir por lógica, por las experiencias de otros y por todos aquellos estudios e investigaciones realizadas es que estas criaturas podrán mantener su trastorno de ansiedad a lo largo de los años venideros. Por lo mismo, dichos trastornos les limitará en un grado más o menos importante su desarrollo emocional y la formación de su personalidad, lo que a su vez se verá reflejado en sus conductas, sus actividades, así como en sus relaciones tanto a nivel familiar, como en el área académica y laboral o en la social. Hay altas probabilidades de que un sujeto con tales características, siga presentando uno o más trastornos de ansiedad como adolescente y como adulto. Con tanta frecuencia, así lo hemos comprobado en nuestra consulta, al valorar adolescentes o adultos que presentan uno o más trastornos de ansiedad en el presente, pero que ya desde la infancia habían presentado los síntomas (Continuará).
(Mis disculpas al periódico y a los lectores, por este error de haber omitido la vigésima segunda parte, que debí haber enviado hace dos semanas. Gracias por su comprensión).