ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC).
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(VIGÉSIMA SEXTA PARTE)
La valoración clínica del paciente infantil no se enfoca exclusivamente en los padres, a pesar de ser ellos quienes nos comparten un muy importante porcentaje de la información requerida. El niño o la niña a su vez, deben ser valorados a través de sesiones individuales con el terapeuta, a las cuales acuden ellos solos con el permiso de sus padres. Generalmente el mejor sitio para llevar a cabo dichas sesiones es en un cuarto de juego, armado y organizado ex profeso dentro del consultorio del especialista, que por lo mismo, ofrece el ambiente ideal para valorar a niños y niñas. El cuarto de juego y los juguetes que se han colocado en el mismo, no están de ninguna manera diseñados para entretener al paciente y hacerle pasar ratos agradables, sino que se trata de un cuarto específico de consulta, en el que los juguetes y el juego se convierten en instrumentos específicos clínicos para el diagnóstico y tratamiento de los trastornos infantiles. Ello se podría paralelar a su equivalente en un consultorio dental infantil, en el consultorio del oculista o del otorrinolaringólogo por decir algunos, sitios dedicados específicamente al diagnóstico y tratamiento de sus pacientes, los que idealmente y de ninguna manera han sido diseñados como elementos para entretener o divertir a las personas. A través de las sesiones a solas con el paciente en este cuarto de juego, se obtiene también la información necesaria respecto a su historia, a la percepción de sus propias experiencias personales, así como al tipo de síntomas y preocupaciones que presenta, ya sea que lo haga en forma verbal, por medio de sus conversaciones con el terapeuta, pero también a través del juego, por medio de una comunicación indirecta y no verbal. El psicólogo o el psiquiatra infantil que verdaderamente han sido entrenados en esas áreas, han aprendido ahí el uso específico del juego y de los diferentes juguetes de los que se rodea, para ayudarse a valorar clínicamente a una criatura y llegar así al diagnóstico oportuno del tipo de trastorno o de trastornos psiquiátricos.
Su función como terapeuta no consiste en forma alguna en sentarse con su paciente a entretenerlo o entretenerla, y a pasar el tiempo de la forma más divertida para ambos, pero sin ningún tipo de objetivo clínico diagnóstico. Una acción semejante la puede llevar a cabo cualquier nana o persona que guste de los niños y que por lo mismo tenga esa capacidad y facilidad para formar una buena relación con ellos o ellas, para entretenerlos y hacerlos sentir bien. En definitiva, este tipo de personas son muy útiles para cuidar a los hijos, especialmente cuando los padres están demasiado ocupados y con poco tiempo para dedicarles, ya que tienen efectos positivos sobre las criaturas. Es obvio sin embargo, que no podríamos considerarlos como especialistas o terapeutas infantiles, con ese entrenamiento y la misión específica de determinar el tipo de problemas o trastornos que presenten los niños, y cuáles serán las mejores opciones de tratamiento.
A través de tales sesiones en un cuarto de juego, y mediante el uso de los juguetes como elementos de trabajo clínico, el psicólogo o el psiquiatra infantil están capacitados pues para valorar una serie de rasgos, características y conductas importantes en cada paciente infantil, en los que destacan tanto sus habilidades, como sus defectos y limitaciones. Estas sesiones son para los terapeutas infantiles, el equivalente a un examen físico para el pediatra o para el médico general, y vienen a formar una parte básica de los métodos de apoyo con que contamos en esta área de la salud mental para poder alcanzar un diagnóstico adecuado. El juego se convierte entonces en un reto enorme para el terapeuta, ya que pone a prueba su inteligencia, su sensibilidad, su atención y su concentración, su capacidad de escuchar, de observar y de comunicarse y de relacionarse respetuosa y afablemente con los niños, su paciencia, su constancia, su disciplina, flexibilidad y firmeza a la vez, así como su capacidad para integrar el total de sus observaciones y la información recabada del paciente y de sus padres, para finalmente llegar a un todo global y compacto, mediante el cual pueda conocerlo y comprenderlo mejor. El terapeuta debe estar atento a la forma como el niño se desenvuelve en el cuarto de juego, y como se relaciona con el terapeuta; el tipo de juguetes que utiliza y el uso que les da, así como sus producciones, sus historias y sus fantasías proyectadas en ellos. El lenguaje verbal o no verbal que emplea de acuerdo a su edad y nivel de educación y desarrollo, su capacidad para atender y para concentrarse, su capacidad imaginativa, creativa e intelectual, sus estados de ánimo y las conductas que presenta a lo largo de varias sesiones de juego. Igualmente importante es valorar su memoria, su inteligencia y su capacidad para efectuar ciertas tareas o para resolver algunos problemas que se le presentan. Por ejemplo, un niño o una niña pueden utilizar los muñequitos en una casita de juego, para escenificar algunas de las experiencias estresantes que han vivido o viven en su familia, en su escuela o en el ambiente en el que se desarrollan. A través de un rompecabezas, se pueden valorar una serie de rasgos específicos de una criatura, como pueden ser su atención, su concentración, su capacidad de orientación espacial y de integración, su inteligencia, su capacidad para resolver problemas, su paciencia, su tolerancia a la frustración, su constancia e inclusive su coordinación motora. Y así sucesivamente, aunque pueda parecer increíble, el juego se convierte en un instrumento formidable que nos ayuda a conocer, a valorar y a comprender a cada paciente infantil (Continuará).