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Nuestra Salud Mental / LA SALUD MENTAL DE LOS NIÑOS

Dr. Víctor Albores García

ASPCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

(PSILAC).

CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA

ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA

VIGESIMA OCTAVA PARTE

Estamos en el núcleo mismo del torbellino navideño, o de eso que en nuestra época tendemos a llamar Navidad, con toda una gama de significados diferentes repletos de simbolismos tan minuciosos y variados. Nos zambullimos en el mundo de las grandes ofertas, de las acertadas y atractivas rebajas en todo tipo de porcentajes, para todo tipo de artículos y enseres, en las baratas del último momento, en las ?sales?, como nuestra modernidad norteamericana nos hace enfatizar, en los horarios perfectos para poder comprar y gastar hasta el último minuto de la media noche en cualquiera de los últimos rincones de los almacenes y los centros comerciales, los ?malls? para quienes así lo prefieren, sin escatimar esfuerzo alguno. Nos sumergimos fraternalmente con todos los demás en el torrente, lo mismo en efectivo que en cheques, o con la facilidad de una tarjeta de crédito, mientras los sueldos, los ahorros y los aguinaldos nos transportan benévola y airosamente hacia un futuro venturoso y previsible. No importa si se trata de seis, doce, quince o dieciocho meses sin intereses, igualmente nos trepamos en esa mágica, maravillosa y frágil burbuja de múltiples colores y tonalidades que nos damos el lujo de inventar año tras año, hasta construirla cada vez más voluminosa, colorida, atractiva y fulgurante, a pesar de que su luminosidad sólo se mantiene por unos instantes, para luego desaparecer vertiginosamente.

¿Cuál es el verdadero significado de la Navidad en nuestros días, de eso que llamamos las fiestas navideñas, las vacaciones y puentes entre la Navidad y el Año Nuevo, el asueto que algunos reciben o se dan? Escuchaba en un programa de radio los comentarios sobre los orígenes de la Navidad, remontados a festividades romanas antiguas, mezclados con celebraciones de origen judío y cristiano, pero de raíces culturales tan profundas, tan variadas y lejanas como el origen mismo del ser humano, y que han evolucionado a través de los siglos mediante una variedad de modificaciones y ampliaciones, hasta convertirse finalmente en ese bagaje multicultural y multiétnico que hemos heredado en el presente y que además llevamos a cuestas. A la vez sin embargo, también nos hemos encargado de seguirlo transformando y maquillando hasta lograr darle la imagen que presenta en nuestra época, inclusive quizás sin ni siquiera importar el significado del pasado, puesto que ahora tiene nuevos brillos de acuerdo a las perspectivas y necesidades de un presente consumista y postmoderno. Seguramente seguirá cambiando en su evolución hacia el futuro de acuerdo a los derroteros en que se muevan las inquietudes, las necesidades y las exigencias de aquéllos que vendrán después de nosotros.

¿Pero qué es lo que verdaderamente se busca en esta época, en un estilo tan desesperado, en ocasiones tan irracional e impulsivo y tan impregnado y dirigido por niveles de ansiedad sumamente intensos y hasta ilimitados? ¿Es ésta la verdad de nuestros tiempos, la cura de nuestros males, carencias y desvaríos de los que consciente o inconscientemente hacemos balance en estas fechas, conforme percibimos el final de un año más, el cierre de una etapa a la que nos hemos acostumbrado a medir anualmente en números en el calendario? ¿Se trata acaso de una forma de ansiedad que nos invade, hasta derramarse en todas direcciones e impregnar el ambiente colectivamente, de modo que todos la podamos percibir, compartir y saborear de una u otra forma, según el estilo, la personalidad y las necesidades individuales o comunitarias? Tal vez ni siquiera estamos conscientes de ella, y simplemente cargamos las pilas, nos aceleramos y partimos en todas direcciones, sin importar el rumbo ni el destino, lo hacemos corriendo desesperadamente, a pie, en bici, en autobús, en taxi o en el vehículo propio, con el celular funcionando constantemente como los seres electrónicos en los que nos hemos convertido, buscando canalizar y mitigar nuestra intensa carga de ansiedad, con nuevos medios con los que tratamos de combatirla y apagarla, pero que en el fondo realmente nos provocan más ansiedad? Las compulsiones, las obsesiones, las adicciones, las fobias salen a flote. Nos enrolamos y giramos envueltos en ese torbellino de ansiedad, impregnados de precios, de arbolitos que prenden y se apagan rítmicamente, de colores deslumbrantes, de slogans que vibran y se marcan imperativamente en nuestras pieles, de anuncios que nos invitan y nos aturden, para avisarnos que ya somos parte de ello. Es así como participamos impulsivamente en esa búsqueda ciega y vertiginosa de un espejismo que ha sido fabricado para nosotros y por nosotros mismos como una forma de amortiguar el dolor del vacío, de ese vacío que puede estar pleno de carencias, fantasías, necesidades, insatisfacciones, ilusiones y desilusiones, verdades y engaños que venimos arrastrando a lo largo de la vida, quizás a ciegas y silenciosamente, en mayor o menor grado y que nos puede unir como hermanos en tal persecución. Las compras, los regalos, la comida, el alcohol, el tabaco y los demás mecanismos navideños son usados para mitigar nuestra ansiedad.

Nuestros muy personales y diversos estilos de presentar, detectar, canalizar y sentir tal ansiedad nos convierten en hermanos o al menos en compañeros de la misma experiencia. El hablar en semanas anteriores de los trastorno de ansiedad en la infancia se puede relacionar definitivamente con la ansiedad cabalgante de este período navideño, ya que desde la infancia los adultos les estamos promoviendo ese modelo de aceleramiento, desesperación y torbellino, que aparentemente sólo se puede apaciguar a través de las compras masivas, de los gastos ilimitados, de la adquisición de objetos innecesarios y de esas grandes borracheras de comida, alcohol, tabaco y otras cosas. Así, niños y niñas también pueden impregnarse del ambiente, reforzado y multiplicado infinitamente por la publicidad y los medios de comunicación, para convertirse entonces en aprendices ávidos y prematuros de nuestras enseñanzas.

Hoy domingo 24 de diciembre es Nochebuena, y mañana lunes será la Navidad ¿En qué nivel del torbellino se encuentra cada uno de nosotros, y dependiendo de ello y de nuestra conciencia e inteligencia, qué tan capaces seremos para encontrar otro tipo de significado menos materialista para estas fechas, y que igualmente nos ayude a manejar ese vacío de un modo más satisfactorio, que a la vez nos permita vacunarnos para disminuir el contagio y los niveles propios de tanta ansiedad? (Continuará).

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