ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(VIGÉSIMA NOVENA PARTE)
Tal vez para estos días, cada uno de nosotros ha definido hasta cierto grado su posición en el torbellino navideño, y el significado muy personal que le desea otorgar, sea hacia fuera en la imagen que busca proyectar, o por otro lado, muy en su interior, en la intimidad de sus necesidades, deseos y reflexiones. Sea cual fuere, la realidad es que hemos dejado atrás esos días, ese acelerado y prolongado fin de semana que viene a romper las rutinas de los días y las semanas común y corrientes, y quizás en estos momentos y días consiguientes, nos demos la oportunidad de revisar lo que ello nos ha dejado. No me refiero definitivamente en cuanto a los aspectos materiales, todo aquello envuelto en moños y papeles de brillantes colores, cobijados a la sombra del árbol, que nos haya gustado y satisfecho o no, para hacernos sonreír agradecidos o para provocar muecas de desilusión. Tampoco me refiero a lo que hayamos engullido, fumado o bebido, con gusto o a disgusto, con satisfacción y placer, o simplemente por obligación, y a las consecuencias que necesariamente, en mayor o menor grado se marcan en nuestros cuerpos y en nuestras mentes todavía, aún en proceso de sobrellevarlo y superarlo.
Realmente estoy pensando en la Navidad como un período de aprendizaje y de experiencia muy personal sobre nosotros mismos, sobre las familias a las que pertenecemos y con quienes posiblemente hayamos tenido la oportunidad de convivir y disfrutarlos en estos días, aún si se trató de períodos cortos y temporales, lo mismo con personas de carne y hueso, que con los nostálgicos fantasmas e imágenes de los ausentes, de quienes ya se fueron o no pudieron estar. Las relaciones que a lo largo del tiempo se han desarrollado con ellos, con nuestros padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, sobrinos más lejanos o cercanos y que representan las raíces y generaciones de las que provenimos. O por el otro lado, frente a la intimidad de esa familia que nosotros mismos estamos formando con nuestra pareja y nuestros hijos, a la vez con sus parejas e inclusive con los nietos, que desarrollan nuevas ramas y generaciones, mediante las cuales se extienden las familias, familias en ambas direcciones, y de las cuales somos parte, y nos reafirman ese sentido de pertenencia. Un período en el que el aprendizaje se extiende a la ampliación y a la profundidad de nuestra visión en relación también a nuestras amistades, cercanas o lejanas, de acuerdo a como cada uno clasificamos los espacios y las distancias, así como el descubrimiento de nuestra propia capacidad para intimar. Igualmente podemos revisar nuestro trabajo y nuestras actividades, el ánimo y la estimulación que nos provocan, al igual que el gusto y la satisfacción que se derivan de ellos, de nuestro sentido del deber y de la responsabilidad, pero igualmente podría ser la sensación de desgaste y de insatisfacción, al hacerlo sólo por obligación, con una sensación de esclavitud frente a algo en donde nos consideramos incapaces o inclusive hasta fuera de contexto.
Sin embargo, la oportunidad es todavía mayor para revalorar la perspectiva en que nos ubicamos con nosotros mismos, con la vida en general, sobre los años que han pasado y lo que se ha ido quedando atrás, en el tintero o en el camino, bueno, malo o regular, y lo que se puede recuperar y prever para el futuro; lo que se ha sembrado y lo que se ha cosechado en todos sentidos; lo que descubrimos sobre nuestra salud y el cuidado que nos debemos y nos damos o no a nosotros mismos; sobre la forma y la capacidad que tenemos para detectar nuestras emociones y el punto en que logramos conocerlas y expresarlas plenamente para estar en contacto con nosotros mismos y con aquéllos que nos son cercanos, a quienes valoramos y queremos, o por el contrario, se tornan emociones que igualmente tendemos a reprimir, esconder y tragar, porque a veces ni siquiera somos capaces de reconocerlas en nuestro interior, lo mismo si se trata de amor y de cariño, de miedo o de tristeza, de dolor o de gusto, de satisfacción o desánimo, de dudas y de incertidumbre, de confusión o de ansiedad, de celos o de envidia, de sorpresa y asombro, de excitación sexual, de molestia, de enojo, de odio o de rabia en sus diferentes graduaciones y así sucesivamente en las múltiples y tan variadas facetas de nuestras emociones.
Así está agonizando el 2006, llegamos al término de diciembre y a otro ciclo más que finaliza, y que al igual que en otros años, se puede convertir en esa oportunidad para llevar a cabo nuestro muy personal balance que nos ubique en el presente. Podemos encontrarnos además frustrados o desilusionados frente a planes y proyectos que no se llevaron a cabo, porque tal vez no fuimos lo suficientemente capaces, persistentes, constantes o comprometidos y responsables con nosotros mismos para ejecutarlos. Quizás hayamos empezado con ese gran entusiasmo e ilusiones que nos enciende o se contagian en los primeros días de enero, pero que al pasar de los días, las semanas o los meses, los abandonamos ante esos humanos contratiempos o pretextos a los que siempre podemos recurrir. Tal vez ni nosotros mismos los creímos, faltos de fe y de seguridad en nuestras habilidades, o igualmente pudimos no haber encontrado objetivos o proyectos interesantes, o nuestras metas fueron demasiado altas y exigentes, muy por encima de nuestras capacidades reales. Otros por el contrario, terminarán el año con la satisfacción y el orgullo de haber realizado sus ideales, para buscar otros nuevos. Y es así como sucesivamente, el mes de enero regresa una vez más para el 2007, como otro ciclo más y una nueva oportunidad, como el mes de los planes, de los ideales, de los sueños y las esperanzas. Felicidades por tener a enero. Sea como sea, la realidad es que como seres humanos y mientras estemos vivos, siempre tendremos la oportunidad de otros eneros, en los que podremos comprometernos con los demás, pero especialmente con nosotros mismos, con lo que deseamos hacer de nosotros y el sitio en que buscamos ubicarnos. La oportunidad está ahí una vez más, si queremos aprovechar ese período de reflexión y de balance de nuestras vidas, para llegar a la línea de salida este primero de enero con nuevos bríos y mayor confianza en nosotros mismos (Continuará).