ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA A. C.
(PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA
ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(CENTÉSIMA QUINTA PARTE)
Por otra parte, en contraste con el ambiente protegido y estimulante para la búsqueda de la identidad, de la seguridad y de la satisfacción casi pasional en el trabajo con el que realmente se siente conectado un individuo, existe también otro tipo de situación que tiende a darse con bastante frecuencia en nuestros días en ciertos estratos sociales de la población. Me refiero a lo que sucede en aquellas familias en las que se piensa que la educación de los hijos debe proveerlos de una protección exagerada, esa especie de sobreprotección, en la que los padres sienten el deber de darles absolutamente todo, así como de actuar y hacerlo todo por ellos, hasta los menores detalles, sin permitirles casi que desarrollen y practiquen sus propias capacidades y habilidades. Se trata entonces de un ambiente más que protegido, en el que desde pequeños se les tiende a evitar el hacer esfuerzos para la menor acción, y por lo mismo no se les dota de una suficiente estimulación para echar a andar su propia iniciativa. En tales casos, tampoco se les enseña a desarrollar una cierta disciplina orientada hacia el hábito de cumplir con determinadas obligaciones y responsabilidades en el hogar, que por pequeñas que sean dependiendo de la edad de los hijos, les fomentan su actividad y laboriosidad, así como la búsqueda temprana de la seguridad y de la propia identidad. Parece haberse extendido en nuestros días esa especie de concepto distorsionado sobre la educación de los hijos y lo que debe significar la protección que los padres les otorguen, quienes buscan asumirla en forma exagerada y a toda costa, a un grado tal que sin darse cuenta limitan la iniciativa y la maduración de niños y adolescentes. Se trata de una tendencia que parece estar muy de moda en la actualidad; en ella, los miedos y las fantasías de los progenitores tienden a distorsionar muchos de los conceptos de esa literatura psicológica y de autoayuda que inunda masivamente las librerías, para ser traducidos y aplicados al libre albedrío y criterio de ambos, padres y madres en la educación de sus hijos. Naturalmente, que una actitud semejante también tiene que ver con el origen y la procedencia familiar de cada uno de los progenitores. En muchos de los casos, provienen de ambientes familiares y sociales en los que han prevalecido enormes limitaciones y carencias no sólo económicas, sino también físicas y emocionales durante su infancia o a lo largo de su vida, lo que determina el que al convertirse en adultos traten pues de compensarlas en sus hijos, de evitar la repetición de tales carencias y de proveerlos de todo aquello que sintieron carecer en el seno de sus familias de origen.
Aunque conscientemente se trata de una maniobra amorosa dirigida hacia el bienestar de los hijos, para darles una mejor vida de la que los padres llevaron, en el fondo e inconscientemente, también representa un intento de estos padres y madres para darse y alimentarse a sí mismos, como una forma de compensar las propias carencias internas, que generalmente, tienden a prolongarse de una generación a la siguiente. Sin embargo, sea consciente o inconscientemente, la realidad es que se trata de un movimiento formidable hacia el otro extremo del péndulo; es decir, que en un intento semejante, se llega al grado de tratar de dar demasiado y proteger también en forma exagerada. Como resultado de dicha maniobra, pueden darse diferentes tipos de consecuencias, sean a corto, mediano o largo plazo. Naturalmente, que uno de los primeros resultados, los más palpables y lógicos, es el hecho de que se estimula la dependencia de los hijos hacia los padres en un alto grado, de manera que desde pequeños les resulta muy difícil el esforzarse para realizar determinado tipo de tareas o de trabajos a los que no están acostumbrados sea en la casa o en la escuela, puesto que más bien son los padres quienes actúan por ellos y los llevan a cabo. A su vez, esta situación determina también un cierto grado de inseguridad, indecisión e inmadurez en los hijos, al sentir y creer que no son capaces de hacer las cosas por sí mismos, o que en un momento dado, ni siquiera pueden decidir lo que desean, porque para ello necesitan irremediablemente de la presencia y el apoyo de la figura materna o paterna para actuar o para decidir. Una relación semejante entre padres e hijos se puede llegar a prolongar indefinidamente, lo que a la larga determina una mayor dificultad para separarse del hogar y arriesgarse a enfrentar el mundo laboral una vez que terminan sus estudios, o incluso a encontrar pareja y formar su propia familia. Situaciones semejantes influyen en su autoestima, así como en su autoimagen, al percibirse a sí mismos como débiles, incapaces, e incluso en cierto grado extremo hasta como discapacitados. Al avanzar en su desarrollo, dicha inseguridad e indecisión invade muchas áreas de su vida, lo que se puede llegar a manifestar más abiertamente en cuanto a la elección de una profesión o de un trabajo adecuado, relacionado con sus gustos, intereses y entrenamiento adquirido. En estos individuos, puede existir definitivamente la pasión hacia el trabajo, pero debido a tales antecedentes, les es más difícil organizarse, así como desarrollar la disciplina y los esfuerzos necesarios para sobrevivir fuera del hogar (Continuará).