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Nuestra Salud Mental / PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.

(PSILAC).

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA

ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

(CENTÉSIMA OCTAVA PARTE)

Sin embargo, para muchísimos individuos, hombres y mujeres, el trabajo representa una experiencia total, completa y satisfactoria, que los complementa y estimula su desarrollo no sólo laboral y profesional, sino también emocional y personal, al haber encontrado una posición ideal, en la que pueden ser capaces de utilizar y practicar exitosa y satisfactoriamente sus intereses, destrezas, cualidades y rasgos de personalidad. A la vez, tal experiencia los llena de orgullo y les hace sentir productivos, maduros y responsables, con repercusiones positivas e importantes en su autoimagen y en su autoestima a lo largo de la vida. Se trata de individuos que de alguna manera han logrado integrar adecuadamente todos estos factores y características tan diferentes y variadas, lo que a su vez les ha permitido encontrar y saborear su verdadera vocación, sea con la ayuda y la orientación familiar, escolar o ambiental en cuanto a muy diversas circunstancias, pero igualmente a través de su propio instinto, y del conocimiento, exploración y experimentación consigo mismos. Aunque en ocasiones se piensa que ellos puede ser el producto de la suerte y de la buena fortuna, en el fondo más bien podría tratarse realmente del esfuerzo que implica recorrer un camino largo y complicado, que desemboca en una experiencia de vida en la que naturalmente se ha invertido con gran intensidad una constante pasión por la búsqueda y por el trabajo. Los resultados obviamente, regresan a su dueño en forma de una gran satisfacción y gratificación propias, lo que les da un mayor valor y sentido a su existencia. No obstante que gracias a dicha experiencia se sienten más maduros y completos en su persona, también tienden a luchar constantemente por establecer un equilibrio entre lo que significa la pasión por el trabajo y el desarrollo personal, laboral o profesional en tal ambiente, frente a los demás capítulos básicos de la vida, como son la relación con su pareja, con los hijos, con la familia en general, con la salud física y mental, con el descanso, el entretenimiento, el ejercicio físico o el deporte, con las amistades, las relaciones sociales, la espiritualidad y otras áreas no menos importantes. Se trata naturalmente de ese tipo de equilibrio al que todos aspiramos alcanzar, y que en una u otra forma tratamos de establecer a lo largo de nuestras vidas.

A pesar de la existencia de esa pasión enajenante por el dinero, tan terrenal y característica de esta época, en la que prevalece para algunos como una especie de fanatismo casi religioso; a pesar de que se necesita el dinero para sobrevivir en nuestro mundo, en el que además hemos sido indoctrinados para desarrollar una serie de necesidades, que en el fondo podemos sospechar o incluso llegamos a convencernos que de ninguna forma son tan necesarias; no obstante que el dinero llega a adquirir ese valor extraordinario que lo hace indispensable en todas las esferas, a la vez es increíble darnos cuenta que existe otra raza de seres humanos, para quienes su pasión ha llegado a ser orientada en direcciones diferentes y quizás desconocidas. Me refiero específicamente a esos individuos desheredados que deambulan por las calles, especialmente en las ciudades más pobladas, pero incluso en nuestra comarca; aquéllos que no tienen posesión alguna, excepto los andrajos con que se visten, o los periódicos y cartones que llevan en sus carritos, y que por las noches les sirven de colchón para dormir en los resquicios de las puertas o en las bancas de las plazas y jardines. Enfermos mentales muchos de ellos, patrimonio frecuente de las grandes urbes en los Estados Unidos, donde se les ha bautizado con el apelativo de ?homeless? (los que no tienen hogar), y que nosotros conocemos como pordioseros o mendigos en español, también presentes en nuestro país e inclusive en nuestra región. Al verlos, podemos darnos cuenta en algunos casos de la intensidad de sus pasiones, reflejadas en el brillo casi febril de sus miradas, en la fuerza y el dinamismo de sus ademanes y movimientos al recorrer las calles, o en los gritos y expresiones verbales desesperadas y frenéticas, de una vehemencia extraordinaria e impactante. Absortos en un mundo aislado, ajeno, pero único y personal para ellos, presentes en un espacio y un tiempo difícil de comprender para los demás, extraviados de la realidad a la que estamos acostumbrados a llamar así, prófugos de sus familias y de sus rutinas cotidianas, se trata de individuos sin embargo, que también pertenecen a la sociedad en que vivimos. Los observamos desde afuera, desde las ventanas de los autos o camiones, o desde los balcones de los edificios; los encontramos de frente, pero sin que sepamos nada de ellos, ni de las desgracias que escondan; sin conocer tampoco cuáles son sus pasiones, y hacia dónde estarán dirigidas, aunque podamos deducir que difícilmente se relacionan con el trabajo, con los puestos y las ocupaciones rutinarias, o con las necesidades creadas por nosotros mismos, sin cuya satisfacción pensamos que no podemos sobrevivir. Tampoco parecen apasionados por la posesión del dinero, como habitantes de un universo en el que posiblemente no tenga importancia alguna. ¿Hacia dónde dirigen sus pasiones los desheredados de nuestro mundo? (Continuará).

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