Las historias de menores violados siempre son desgarradoras. El drama que enfrentan estas personas es una marca que los acompaña toda la vida. El delito de la pederastia, siempre ha existido, aunque por ser un tema escabroso la sociedad prefiere cerrar los ojos ante esta dolorosa realidad.
A partir de la publicación del libro Los demonios del Edén de Lydia Cacho, el tema cambió de matiz, la indignación por los abusos cometidos contra niñas y niños en Cancún fue generalizada. Esa misma rabia se sintió en la Comarca Lagunera cuando salió a la luz pública el caso de Antonio Sicsick Segovia, un comerciante palestino identificado como cabeza de una red de prostitución de menores.
Hoy este hombre purga una condena de 13 años, arraigado en su casa debido a problemas de salud. A pesar del castigo impuesto por la justicia, nada podrá remediar el daño sufrido por las niñas que durante años fueron sometidas a abusos sexuales.
La situación de las adolescentes acaparó la atención de la Comarca Lagunera durante un tiempo, pero ahora permanece en el olvido colectivo. Aunque para las víctimas las heridas permanecen abiertas.
Muchas de estas mujeres hoy ejercen la prostitución o delinquen. Al parecer la atención recibida por el Instituto de la Mujer en Lerdo no fue la adecuada.
Los estigmas provocan que estas mujeres se sientan señaladas, por lo que su reincorporación a la sociedad ha sido prácticamente imposible. El abuso a menores es una realidad latente, donde cualquiera puede ser víctima. Por este motivo es necesario que en el seno familiar se tenga un mejor cuidado de los niños, pero sobre todo es necesario que las autoridades establezcan programas eficientes para la rehabilitación de las víctimas. El caso de Antonio Sicsick no debe ser olvidado.
