El reclamo es añejo pero vigente. Pese a la importancia de la Comarca Lagunera en materia de demografía, recaudación fiscal, dinamismo económico y participación en el Producto Interno Bruto tanto de Coahuila como de Durango, los gobiernos estatales han mantenido históricamente -con sus matices- una política centralista que ha privilegiado a las capitales y ha relegado a esta región en la hora de la distribución de los recursos, en la facilitación de trámites burocráticos y en la cercanía de las dependencias a los ciudadanos.
En los distintos ámbitos del quehacer gubernamental, esta situación es palpable: educación, salud, fomento económico, turismo, seguridad pública, procuración de justicia, desarrollo social, obra pública, entre otros. Incluso, la presencia de laguneros en los gabinetes de la mayoría de los gobernadores ha sido muy limitada.
El descontento con esta realidad se ha manifestado de múltiples formas. Los empresarios, organizaciones civiles y políticas han levantado su voz en diferentes momentos para exigir a la Administración en turno que atienda a La Laguna “como se merece”. Frente a esto, en Saltillo como en Durango capital los grupos de poder y parte de la sociedad han reaccionado generalmente con críticas severas a lo que ellos llaman “regionalismo exacerbado”, lo cual desata una álgida discusión entre laguneros y “capitalinos” que difícilmente rebasa las descalificaciones mutuas y la competencia por la superioridad.
Pero, más allá de todo esto, debe entenderse que si bien La Laguna es una de tantas zonas de ambas entidades federativas que merecen la atención de los gobiernos, su importancia es tal que el desarrollo de Durango y de Coahuila tiene su base, en gran medida, en esta región.
En ese sentido, es necesaria una nueva relación entre los municipios de la Comarca y los Ejecutivos estatales, que dé su lugar a la primera de acuerdo a su contribución, sin que se deje de beneficiar por eso a todo Coahuila y Durango.