Los principales candidatos a la Presidencia de la República, han aprovechado al máximo el bicentenario del nacimiento de Benito Juárez para llevar agua a su molino, y tratar así de convencer a un electorado que ve con desgano el desarrollo de las campañas políticas.
De esta forma Roberto Madrazo, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, destacan sus virtudes que “más fácilmente” se puedan relacionar con Juárez. La estrategia es sencilla: buscan que las personas sientan que votar por determinado candidato es como si lo hicieran por Benito Juárez, ese héroe sobrehumano que se enseña en las escuelas.
De Benito Juárez, como de la mayoría de los héroes mexicanos, se ha escrito mucho y se ha cuestionado poco. Y es que en nuestro país, la mitificación del héroe funciona para mantener intacta las instituciones y promover un nacionalismo que paradójicamente sucumbe diariamente ante los embates de la globalización.
Pocos recuerdan que al buen Benito Juárez algunos de sus críticos, como Don Emilio Rabasa lo llamaron el “dictador de bronce”, ya que muy pocas veces gobernó de acuerdo a la Constitución. En algunos textos, el general Ireneo Paz, abuelo de Octavio Paz, denunciaba incluso la compra de votos por parte del oriundo de Oaxaca.
La historia oficial de los libros de textos es muy distinta a la publicada por investigadores en ediciones que nadie lee, porque en México el promedio de lectura es de 0.5 libros al año. Entre los principales ideales que se atribuyen a la imagen de Benito Juárez está el de construir un país libre, soberano y democrático para todos los mexicanos.
Más allá de las aristas que pueda tener la historia oficial, resulta lamentable que hoy que celebramos el bicentenario de Benito Juárez y ante la falta de propuestas, los candidatos apuesten a “colgarse” de una imagen y un legado que no es suyo para convencer al electorado de votar por ellos el próximo dos de julio.
