Hace ya varios años que México dejó de ser sólo el trampolín de las drogas y ahora se ha convertido también en una gran alberca.
El consumo de estupefacientes se ha incrementado en forma considerable en los últimos quince años. La población joven es cada vez más vulnerable a las adicciones, a la par que las sustancias están cada vez más a la mano de quien sea.
Reyes Tamez Guerra, secretario de Educación Pública, en su visita a esta región, reconoció que la venta de enervantes en los alrededores de las escuelas ha influido para que la edad de iniciación en el consumo disminuya de entre 15 y 18 años a 13.
Pero los menores de edad, y los jóvenes en general, tienen al alcance ya no sólo la marihuana, sino también la cocaína, el cristal, la heroína y hasta la metanfetaminas.
Al problema del narcotráfico y del impacto que en cuanto a seguridad pública conlleva, se suma ahora el creciente consumo de droga en la población mexicana con su grave repercusión en la salud pública.
Aunque la preocupación en la sociedad es evidente, hasta el momento no se han logrado articular acciones para frenar esta bola de nieve.
A manera de conclusión de la XVII Conferencia Nacional de Procuración de Justicia realizada ayer en el Distrito Federal, se estableció el acuerdo de impulsar una Ley General contra el Narcomenudeo, como parte de una reforma legislativa para combatir de forma más eficaz este delito, que incluirá criterios claros sobre las dosis que debe portar un detenido para ser consignado, además de la creación de una base de datos general integrada con información de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Sin duda, esta medida podría ayudar a enfrentar parte del problema. No obstante, sin una visión profunda de las causas y efectos del fenómeno, del establecimiento de objetivos claros, de la elaboración de estrategias bien enfocadas y, sobre todo, de la participación de toda la sociedad en conjunto con el Gobierno, la lucha contra el narcomenudeo estará condenada, como hasta hoy, al fracaso.
