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Nuestro concepto/Ola de violencia

Nuevamente el narcotráfico muestra su poderío. El pasado miércoles tres policías de Playas de Rosarito, Baja California, y un civil, fueron ejecutados horas después de haber sido “levantados” por 100 personas armadas que se identificaron como personal de la Agencia Federal de Investigación (AFI).

Los policías y el civil fueron decapitados y sus cuerpos abandonados en Playas de Rosarito, municipio de Tijuana, y sus cabezas localizadas en el canal del río Tijuana, en la colonia Huahuatay, a unos 50 kilómetros del primer sitio. También se halló una quinta cabeza de una persona no identificada, pero el cuerpo no fue encontrado.

La brutalidad con la que se cometió el asesinato hace pensar a la Procuraduría General de la República que los responsables del crimen fueron integrantes de la pandilla conocida como Mara Salvatrucha, ligados a organizaciones del narcotráfico, reclutados particularmente por el Cártel de Sinaloa.

Para la Policía Municipal de Rosarito es un claro mensaje para que no interfieran en las acciones que desarrolla el narcotráfico en aquella zona del país. Hasta el momento la ola de inseguridad y de violencia ha dejado en Tijuana 12 secuestros, 172 muertes violentas, de las cuales 56 están relacionadas con el crimen organizado.

Por desgracia éste no es el único hecho violento que se ha registrado en los últimos días. En Ciudad Juárez, Chihuahua, desconocidos torturaron y mataron a balazos a un hombre de unos 35 años de edad y dejaron su cuerpo en una camioneta con placas de Texas en la colonia Hidalgo. En Michoacán, la Subprocuraduría de Justicia del Estado informó que al sur de Uruapan fue localizado el cadáver de Wilfredo Ramos Zavala. Primero se informó que la víctima era teniente de las Fuerzas Rurales de Apatzingán y luego se dijo que era un empresario agrícola. En Guerrero la violencia también se ha desatado.

Hasta el momento las autoridades federales han perdido la batalla contra el narco, que actúa de manera impune en diferentes partes de la República. Hoy que el sexenio está a punto de finalizar, la ola de violencia que se vive en el país será una herencia muy pesada para el próximo presidente de la República, al tiempo que es una asignatura pendiente que urge atacar.

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