No pasa un día sin que las noticias que llegan de la Ciudad de México no se mencione como tema principal la próxima toma de posesión que tiene preocupados a los estrategas del Partido (de) Acción Nacional que no encuentran cómo parar a los diputados afines a Andrés Manuel López Obrador, quienes, como es público y notorio, han amenazado con impedir que Felipe Calderón Hinojosa asuma el cargo de presidente de la República. El partido de la Revolución Democrática anuncia que habrá una gran movilización que tendrá como objetivo precisamente evitar que Calderón proteste ante el Congreso de la Unión. Al evento hay invitados a los que se prestará especial atención, entre los cuales se hallarán jefes de Estado que se debe cuidar no sufran el menor contratiempo. El mínimo descuido puede conducir a que se desate la violencia. A ese propósito se han lanzado las ideas más descabelladas dirigidas a mantener a raya a los perredistas.
Si las cosas siguen el mismo rumbo que hasta ahora, es probable que se llegue a los manotazos, entre insultos y empellones, de un lado y otro. Una que otra nariz se verá lastimada. Alguno se irá con su humanidad al piso, ya sea en una resbalada o al trabarse en un intercambio de golpes. Varios saldrán con el ojo morado. Será todo un espectáculo digno de registrarse en los anales del Congreso y en la vida política del país. Un evento a todas luces bochornoso que será inútil, excepto para fines publicitarios. El buenazo de Calderón, en medio de una batahola, levantará el brazo protestando, con lo que se dará cumplimiento al requisito solemne que requiere el electo para convertirse en el presidente constitucional de todos los mexicanos. Es posible que no se escuchen sus palabras en una sala dominada por el ruido ensordecedor de los inconformes, pero para el caso es lo mismo, a partir de ahí podrá cobrar en la nómina. Es obvio que al término de la bullanguera ceremonia los ánimos sigan exaltados.
Hasta que el nuevo presidente se decida a poner fin a lo que se está volviendo un exceso reiterativo. No hay duda que Calderón tendrá las herramientas necesarias para acabar de tajo con los desmanes pues la sociedad estará pendiente de que así sea. A menos que carezca de los atributos que en estos casos se requiere, escondidos tras una prudencia que en gran medida se parece al temor. Mucho se ha dicho que para hacer una tortilla de huevo, no hay más remedio que romper cascarones. Nadie dijo que las cosas fueran a ser fáciles. Es ahora o nunca. Se ha repetido hasta el cansancio que la ceremonia de cambio de poderes tendrá lugar en el recinto legislativo.
Debe ser así o empezará con el pie izquierdo. Si no acude, variando de sede, serán seis años de córrele que ahí vienen, adelante que ya se fueron. Lo que sería desastroso para su Gobierno y para la nación.
Los seguidores de Andrés Manuel tarde o temprano se darán cuenta de que su movimiento no irá ningún lado, concretándose a ser molestos moscardones en la oreja, como hasta ahora. Al paso del tiempo, puede ser, que vayan endureciendo sus acciones. Se anuncia en contrario que el IFE podría quitarle el registro como partido, amenaza que simplemente, conociendo la tibieza de la institución, no se concretará. Ahora bien, mientras son peras o son manzanas un duro golpe a las intenciones de Fox por dividir a las fuerzas que encabeza Andrés Manuel, es la renuncia del líder moral del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, a quien se nombró el pasado 19 de junio organizador de los festejos del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución. Como quien dice a Fox le salió el tiro por la culata pues Cárdenas, en carta que le dirige al presidente sostiene que debe velar por la unidad del PRD.
Si quiso demostrar que esa agrupación política carecía de cohesión, al volver el ingeniero al redil, logra lo que los propios perredistas no habían podido, dado que se había retirado físicamente al ser postulado candidato AMLO. Esto da la pauta para preguntar: ¿qué está por suceder?, ¿estará enterado Cuauhtémoc de algo que el común de los mortales ignoramos? El tiempo lo dirá.
