¡Alarma! Las autoridades sanitarias aseguran que México es el segundo país del mundo con mayor índice de población obesa. Al escuchar tal noticia, sinceramente me extrañó un poco, pues jamás me imaginé que los mexicanos pudiéramos superar a los habitantes de otras naciones en cuanto a la gordura, pero las cifras no mienten.
México es un país de glotones. ¿Quién no se ha comido una orden de tacos en un puesto callejero? ¿Quién resiste la tentación de degustar una torta bien rellena? Pero de todos los glotones del país, quizás no existe ninguno que pueda compararse a nuestros políticos.
Jamás había conocido a personas más voraces. Todo lo que tienen enfrente lo devoran para así hinchar el vientre con nuestros propios recursos.
Como si fuera una novedad, ahora los diputados locales se hicieron patos (por decirlo de una manera amable) a la hora de cancelar los bonos autorizados en el presupuesto de 2006.
Una vez más, se tragarán nuestro presupuesto a cambio de nada. ¿Qué han hecho nuestros diputados para justificar la entrega de premios inmerecidos? No encuentro respuesta.
Además de los jugosos sueldos recibidos, de las prestaciones envidiables, de los viáticos exagerados y de las partidas para las comisiones que finalmente se convierten en parte de sus salarios, nuestros diputados locales creen que es justo autorizar la entrega de bonos, mientras el pueblo se encuentra sediento de recursos para aliviar sus problemas cotidianos.
Y mientras nuestros legisladores llevan una vida placentera desde su obesidad delictiva, miles de coahuilenses ven cómo enflaca paulatinamente la esperanza de vivir en un estado mejor.
Si pudiera comprarse, yo festejaría que los diputados aprobaran una partida especial para adquirir un poco de vergüenza. Los días pasan y lo único que hacen es acarrear agua para su molino. Toda su labor se resume en conseguir el máximo beneficio para sus partidos y para ellos mismos. ¿Y los coahuilenses? Ya llegarán los tiempos electorales para que recuerden nuevamente nuestra existencia y nosotros, principales culpables de esta situación, haremos lo mismo de siempre: depositar nuestra confianza en unas personas viles y traicioneras.
En México ser diputado es un sinónimo de delincuencia. Por desgracia, la desfachatez política es una constante en Coahuila. Aquí, al igual que en el Congreso Federal, nuestros legisladores se otorgan jugosas prestaciones y aprueban leyes que ellos mismos evaden. Una muestra de ello es la Ley de Transparencia. Mientras todo organismo público está obligado a permitir a los ciudadanos el acceso a información de todo tipo, en el Congreso se celebran a puerta cerrada las reuniones de las comisiones. A nadie le gusta que lo vean mientras duerme, sin embargo, eso no es justificación para que nuestros legisladores prohíban el acceso a sus reuniones.
En Coahuila abunda la delincuencia. Sin embargo, por más peligroso que pueda ser un ratero que nos apunte con una pistola para despojarnos de nuestra cartera, los diputados son mucho más temibles, pues ellos no sólo nos roban recursos económicos, sino también la esperanza de que México se desarrolle y que los mexicanos disfrutemos los frutos de la democracia.
Las personas con sobrepeso pueden encontrar remedio en estrictas dietas que mejoren su calidad de vida. Sin embargo, la glotonería de nuestros políticos parece no tener remedio. Lo mínimo que podemos hacer nosotros frente a la voracidad de diputados y gobernantes, es mostrar nuestro desprecio, retirar nuestra confianza y exigir el cese de los abusos que tanto daño nos causan.
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