Un gran acierto en el proceso electoral de 1994, fue el de haber organizado por primera vez en nuestra historia un debate entre los candidatos a la Presidencia de la República. Aquél encuentro significó un avance democrático, pues miles de mexicanos pudimos advertir directamente las fuerzas y debilidades de cada candidato para así elegir a nuestro favorito.
Muchos critican la forma en que se dio el debate entre Zedillo, Diego Fernández y Cuauhtémoc Cárdenas, pues abundaron los ataques personales y no así las propuestas de Gobierno.
En realidad no sé cómo deba llevarse a cabo un debate. Unos dicen que debe ser un encuentro rígido en el que no debe haber discusiones, réplicas inmediatas o descalificaciones hacia alguno de los oponentes, es decir, que debe ser exclusivamente un instrumento para que los candidatos den a conocer sus propuestas de Gobierno.
Por otro lado, están los que opinan que un debate debe ser abierto, sin un control estricto y con la libertad de atacar a un oponente en caso de tener las pruebas que avalen tal o cual descalificación.
Aunque el diccionario de la Real Academia Española diga que debatir significa altercar, contender, discutir o disputar sobre una cosa, creo que el debate ideal es aquél en el que los candidatos muestran al público las debilidades de sus contrincantes siempre y cuando demuestren que sus argumentos son verdaderos, sin olvidarse de mencionar sus propuestas de Gobierno.
Hoy se realizará un debate entre cuatro de los candidatos a la Presidencia de México. Sin duda, este debate se presenta en un momento muy importante, pues las encuestas nos permiten prever que los resultados de los comicios del dos de julio serán sumamente apretados.
Además, este debate despierta un gran interés, pues el candidato perredista decidió no acudir, sin dar a los ciudadanos una justificación de peso. Sin duda, la silla vacía generará gran expectación. ¿Cuánto tiempo dedicarán los candidatos para referirse a ella?
Algunos dicen que es un error de los partidos políticos el haber pedido que se colocara la silla en la que debía sentarse López Obrador, pues así de alguna manera el tabasqueño estará presente en el evento, dando el mensaje de que él no pierde el tiempo para hablar con chachalacas. Yo creo lo contrario. Esa silla solitaria representará el vacío de ideas, la cobardía de un candidato que teme enfrentarse a sus opositores para no perder su ventaja y, sobre todo, la falta de compromiso con el pueblo al eludir su participación en este ejercicio de suma importancia para nosotros.
Espero muchas cosas del debate de hoy. En primer lugar, espero que el debate me sirva para obtener una idea más clara de los ofrecimientos de cada uno de los contendientes. Por otro lado, espero que el que incurra en ataques a sus adversarios, lo haga basándose en documentos verdaderos y no en chismes. Para los cuatro contendientes, este debate es una oportunidad de oro. Para Patricia Mercado y Roberto Campa, el debate puede ser una catapulta que los lleve a conseguir los votos necesarios para mantener el registro de sus respectivos partidos y, así, garantizar la subsistencia de su negocio. Para Madrazo, este encuentro puede servirle para ganar credibilidad entre el electorado, aspecto que se ha convertido en su talón de Aquiles. En cuanto a Felipe Calderón, el debate puede llevarlo a reducir la ventaja que tiene ahora López Obrador. Muy inteligente deberá ser el panista para generar la percepción de que él sería un buen gobernante, pues sólo así podría acaparar la preferencia de los indecisos e inclinar la balanza a su favor.
Muchos derechos y obligaciones tenemos como mexicanos. Creo que ver el debate debe ser una de nuestras obligaciones, pues así tendremos más elementos para dar nuestro voto al mejor de los candidatos. Hay quienes afirman que en realidad no será un debate, sino un conjunto de intervenciones aisladas. De todas maneras, espero que este acto ayude a que los mexicanos conozcamos mejor a quienes buscan gobernarnos y contribuya también al desarrollo democrático en nuestra Patria.
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