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Ovacionan a Walter Ponce en el Isauro

NIRIA RAMOS MARÍN

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- El concierto de piano que todo oído quisiera escuchar es el que ofreció el boliviano Walter Ponce el pasado miércoles, dentro del marco del Festival Internacional de Piano Isauro Martínez.

El maestro salió al escenario alrededor de las 8:30 de la noche para interpretar la Sonata Quiasi una Fantasía Op. 27 No. 2 en Do Sostenido, mejor conocida como Claro de Luna, nombre que le otorgó el poeta Ludwing Rellstab, quien decía que el primer movimiento le traía a la mente la imagen de un claro de luna sobre el lago Lucerna. Y así como llegó a conmover en su momento a Rellstab, Ponce logró impactar la sensibilidad de los oyentes, que al terminar la pieza aplaudieron con entusiasmo el trabajo del pianista.

Después el intérprete tocó los Tres Aires Indios de Bolivia, obra de Eduardo Caba compuesta por tres movimientos (Andantino, Con Reposo- Allegretto- Allegreto), una rítmica pieza que no es muy común y que refleja las raíces andinas tanto del intérprete como del compositor.

Definitivamente el mejor momento de la noche fue cuando la bellísima composición de Franz Liszt titulada En el Lago de Wallenstadt tomó forma en las manos de Walter Ponce, esta obra dejó de manifiesto el virtuosismo, pero sobre todo la capacidad de transmitir emociones del pianista.

El programa continuó y la extraordinaria técnica de Ponce lo hizo salir avante en La Campanella, obra considerada una de las de mayor dificultad del Liszt, pero la prueba fue superada por el boliviano sin ningún contratiempo, pues forma parte de su repertorio, además de ser una de sus preferidas. Un momento de tensión y alta dificultad técnica, que fueron rebasadas por un sonido limpio y preciso.

Llegó el intermedio y posteriormente la parte más poética de la noche, en la cual se mezcló la música, la pintura y la genialidad de un compositor como Modest Moussorgsky, con la entrañable obra Cuadros de una Exposición, cuyo origen fue su visita a una exposición en memoria de su amigo, el pintor Vladimir Stassov. Esta obra es diferente, nostálgica, y llama la atención que el Promenade -con lo que abre- aparece en varias ocasiones como un interludio y representa al compositor caminando entre cuadro y cuadro.

Ponce con su gran experiencia musical logró llevar al público en un sugestivo viaje por la mente Moussorgsky, pues al escuchar Gnomos era fácil imaginar un simpático hombrecillo caminando toscamente sobre sus encorvadas piernas, tal y como lo describió el compositor en sus anotaciones sobre la pieza.

El recorrido siguió y con él más y más historias comenzaban a caer en los oídos del espectador; El Viejo Castillo, Los Jardines de Tullerías, Bydlo, Baller de los Pollos en sus Cascarones, Las Catacumbas que impactaba por su sonoridad, Sepulcrum Romanum. Cum Mortuis in Lingua, La Cabaña Sobre Patas de Gallina y finalmente un cierre triunfal con La Gran Puerta de Kiev.

Sin duda una noche para recordar que terminó con una enorme ovación para Walter Ponce, quien tuvo que regresar tres veces para agradecer los aplausos aunque no tocó ningún encore.

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