Dos años me dio Dios para consolarme
y ahora al fin empiezo a conformarme
con la llegada de mi nieto Luis Alberto
que como mecha prendió lumbre en algo yerto
encendió con su sonrisa algo importante
que con éxtasis me siento a contemplarle.
Es un ángel de sutil belleza
es prodigio del azahar iluminado
es un ave que se posa en su reinado
para darle vida a mi ser,
y dejarlo por siempre ilusionado.
Del libro:
En el Alarido de lo Inmarcesible.