Pablo Milanés niega los rumores de que su concierto en México se lo dedicaría a Fidel Castro
El Universal-AEE
MÉXICO, DF.- El cantautor cubano Pablo Milanés se sentó en su banquito, tomó el micrófono y antes de iniciar su recital, la noche del jueves en el Auditorio Nacional, explicó: ?Esta noche no voy a cantar con mis hijas ni le dedicaré el concierto a Fidel (Castro) como se estaba diciendo en la prensa porque no es el lugar ni el momento adecuado?.
Luego de que el trovador aclarara los rumores que hace unos días se desataron y en los que se aseguraba que el concierto que ofreció sería en honor al presidente de Cuba, y que tampoco sus hijas mellizas Haydeé y Suylen actuarían con él, Pablo dijo que él había enviado una carta a Fidel para desearle su pronta recuperación.
Y aunque el cantante no quiso hablar sobre política en su presentación, afuera, sobre avenida Reforma algunos simpatizantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) anunciaban la venta de camisetas alusivas a Pablo Milanés, y cuyo dinero recaudado, según dijeron, sería para seguir apoyando a la causa de Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos.
?Camisetas del compañero Pablo Milanés a 50 pesos, pásele que se están acabando?, gritó un hombre con un altavoz. Adentro, Milanés, sentado al centro del escenario, tomó su guitarra y entonces comenzó su viaje melancólico y romántico.
El rumbo del recital lo llevaron los temas que integran su más reciente producción discográfica, Como un Campo de Maíz. Así, el llamado Trovador de Todos deleitó a la audiencia con canciones como Para Vivir, Como un Campo de Maíz, La Soledad y Canción de Cuna para una Niña Grande.
Esta última pieza tuvo una dedicatoria especial para una de sus hijas, quien recordó necesitó un poquito más de amor durante su embarazo, razón por la cual quiso ?chiquearla? y escribirle este tema.
Pero sin duda, el clímax de la velada vino cuando Pablo interpretó aquellos temas clásicos que tanta emoción causan en la gente. El concierto fue un flechazo de amor para los presentes y un remanso de paz espiritual para quienes, por los años que se fueron, prefieren los venideros. Pablo escribe, canta y musicaliza con la certeza del bien y el mal, porque él ha vivido eso y más, conoce la soledad y la más gozosa de las compañías, el grito y el silencio.
Con Yolanda, el grupo de músicos pretendió finiquitar la audición. Grave error. La gente no lo dejó ir, porque estaba subyugada, las parejas tenían el amor a flor de piel y las manos de cada quien sudaban entre las de su cada cual. La ternura se podía tocar en el aire y el gentil hombre llegado del Caribe se dignó regresar.
Sólo después de un encore múltiple los cubanos pudieron decir hasta luego. Los asistentes, uno a uno, marcharon hacia la calle que en penumbras y sitiada los cobijó de dos en dos. Y como en cada verso Pablo pone un trozo de razón, casi todo fue suspiros y abrazos, besos y caricias. El resto, quizá, nada más lujuria.