Sin el menor afán de presumir, han de saber ustedes que mi vida está llena de pasiones. Dentro de las que puedo publicar se encuentra mi pasión por conocer nuevos récords, cifras impresionantes y datos curiosos de la historia.
Muchos libros de récords están en mi biblioteca. Desde el libro de Guinness, hasta un compendio de interesantes sucesos elaborado por Isaac Asimov.
En estos libros descubrí que la población total de la Tierra en la época de Julio César era de 150 millones de habitantes. Tal vez esto no sea muy sorprendente, lo que sí es digno de llamar la atención es que en la actualidad se necesitan sólo de dos años para que la Tierra tenga 150 millones de nuevos habitantes. Si no me cree, quizás le ayude saber que durante el minuto siguiente morirán 100 personas y nacerán 240. Es decir, la población mundial aumenta en 140 seres humanos por minuto. No cabe duda que los seres humanos nos estamos comportando como aquellos conejos ingleses que fueron soltados en Australia a mediados del siglo 19. Después de diez años, los seis conejos liberados inicialmente se habían multiplicado por millones, amenazando la agricultura del país. ¿Se imaginan ustedes qué pasaría si dejáramos a cinco parejas de ejidatarios en una isla virgen? Seguramente hasta la isla dejaría de ser llamada así.
Existen otras cifras que pueden llamar nuestra atención. Por ejemplo, durante el primer año de su construcción, el Palacio de Versalles costó cinco millones de livres, antigua moneda francesa, es decir, el cuatro por ciento del presupuesto anual del Gobierno de Francia a fines del siglo 17. Después el costo subió al triple y luego a 25 millones de livres anuales. En 1682 estaban trabajando en él 22 mil trabajadores; al año siguiente fueron 36 mil. Las condiciones de trabajo eran tan adversas que se producían epidemias en que morían centenares de seres humanos. Los pantanos cercanos causaban fiebres mortales y los accidentes laborales eran algo común. En 93 hectáreas de jardines, fueron instaladas mil 400 fuentes y trasplantados cerca de 25 mil árboles adultos para que Luis XIV no tuviera que esperar a que crecieran. Cincuenta años se dedicaron a la construcción del palacio y de los jardines, mientras tanto, el pueblo francés tenía que luchar diariamente para conseguir algo para comer.
Otro miembro de la realeza que se caracterizó por sus grandes dispendios fue Isabel I de Rusia. Cuando ella murió en 1762, fueron hallados en su guardarropa más de 15 mil vestidos. Esta reina acostumbraba cambiarse de ropa dos o tres veces en una noche.
El interés de estar siempre en busca de nuevos récords y cifras curiosas, me llevó a descubrir uno que seguramente será incluido en el libro de Guinness. Este récord se refiere al nivel tan alto que ha alcanzado la paciencia de los mexicanos.
Seguramente no existe en todo el mundo un pueblo más paciente que el nuestro. En México unos maestros se pueden dar el lujo de secuestrar un Estado y paralizar no sólo la actividad educativa, sino también la turística, la comercial y la gubernamental. Pese a esto, el pueblo oaxaqueño sigue soportando los embates del subdesarrollo intelectual. Lo mismo sucede en la capital del país, pues un grupo de seguidores de Andrés Manuel López Obrador ha decidido secuestrar esa ciudad y a sus habitantes.
Hace días estuve en el Distrito Federal y pude ver cómo en una carpa de aproximadamente 40 metros cuadrados colocada sobre Reforma, había sólo una mesa y en ésta, tres personas jugando póquer. Mientras ellos le rogaban a la suerte que les enviara un as para ganar la partida, millones de personas le rogaban a Dios que llegara pronto el día en que pudieran circular libremente por las calles de su ciudad. ¿Y qué ha sucedido a raíz de este bloqueo antidemocrático? Lo mismo de siempre: la paciencia del mexicano aguanta lo que sea.
La paciencia es don de santos, pero cuando se posee en exceso, es cualidad de estúpidos. Es tiempo de despertar y hacerle ver a todos aquellos que buscan secuestrar nuestro futuro, que nosotros ya no somos los mismos ciudadanos apáticos del pasado. Por el bien de México, espero que la paciencia ciudadana deje de ser un récord.
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