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Paideia/“¡Soy un demócrata!”

Gabriel Castillo

Habrá que reconocerle al presidente Fox que ha sido y sigue siendo un hombre tozudo y polémico, pues a pesar de los errores cometidos como mandatario, de las expresiones impropias que ha utilizado a lo largo del sexenio y de los graves problemas del país aún sin resolver, el señor al parecer continúa viviendo en un mundo apartado de la realidad y sigue viendo a México casi en color rosa.

Díganlo si no, después de sus señalamientos recientes acerca del conflicto post electoral, donde dijo que: “Se circunscribe a una calle de la Ciudad de México” o que: “Entregaré un país tranquilo y progresando”, así como su autoproclamación como “Presidente demócrata”.

Para abordar este último punto creo importante destacar que Vicente Fox llegó a la Presidencia de la República sin problemas de legalidad ni de legitimidad, pues hubo un margen de votos suficiente a su favor y el reconocimiento de los mexicanos afines o no a él. Su triunfo fue posible gracias a las luchas históricas por la democracia, en las que la izquierda jugó un papel relevante, que contribuyeron a la consolidación de las instituciones que garantizaron la victoria foxista y la alternancia en el poder, lo que vino a constituir un acontecimiento histórico.

Precisamente son esas instituciones, como el caso del IFE, las que hoy están siendo seriamente cuestionadas y puestas en duda, a pesar del alto costo que han tenido para el pueblo de México que es quien finalmente las sostiene. Aquí cabe enfatizar que el problema no son las instituciones en sí mismas, sino el manejo inadecuado que se hace de ellas por quienes la representan o dirigen, que llega a convertirse en un uso faccioso para favorecer a algunos sectores o grupos y perjudicar a otros.

Esto lamentablemente lo hizo y sigue haciendo el presidente Vicente Fox, lo cual no es un secreto para nadie ya que los mexicanos hemos podido constatarlo en distintos momentos.

Por lo ya planteado, me parece excesiva su autoproclamación (“¡Yo soy un demócrata!” dijo ante ciertos cuestionamientos sobre su desempeño presidencial), pues dista mucho de serlo si nos atenemos a que la democracia no se limita a las cuestiones electorales, al ámbito político, sino que se extiende a lo económico y social, relacionada con el constante mejoramiento de la vida del pueblo como lo establece nuestra Carta Magna.

De ahí que sostengamos que el presidente actual está lejos de ser un demócrata, ya que en primer lugar no cumplió con las expectativas que generó a su llegada en el año 2000 al poder. No cumplió con el crecimiento económico del siete por ciento prometido; no cumplió con la cantidad de empleos ofertada para cada año de un millón (apenas se registran 960 mil en lo que va del sexenio que está por terminar); no cumplió con mejorar la seguridad pública, lo que queda de manifiesto con la creciente inseguridad en todo el país, especialmente en la frontera y estados con destinos turísticos; no cumplió con el apoyo suficiente para superar el rezago en materia de educación, ciencia, tecnología y cultura; no cumplió, además, entre otras muchas otras cosas, con asumir su papel de presidente de la alternancia histórica y responsable de una verdadera transición pacífica hacia la llamada normalidad democrática.

Aparte de lo señalado, considero que los tres principales errores cometidos por el presidente Fox en el sexenio, según lo he dicho en otros escritos y ahora lo reitero, son los siguientes: 1) permitir y alentar que su esposa adquiriera tal poder en la Administración y la vida pública que llegó a buscar seria y peligrosamente ser su sucesora en la primera magistratura, lo cual dividió a los propios panistas y generó un debate nacional; 2) el haber utilizado perversa y facciosamente las instituciones del Estado para desaforar al licenciado Andrés Manuel López Obrador como jefe de Gobierno del Distrito Federal y con ello tratar de eliminarlo de la competencia por la Presidencia de la República, lo cual ha quedado plenamente documentado para la historia; 3) apoyar sin ningún recato la campaña de Felipe Calderón Hinojosa (prácticamente se convirtió en coordinador de la misma), olvidándose de su papel de jefe de Estado obligado a ser neutral y haberse prestado a la guerra sucia contra el candidato de la izquierda.

Estos dos últimos errores, junto a otros factores que estuvieron en juego antes, durante y después de la campaña presidencial, hoy tienen a México en vilo, como bien reza el título del más reciente libro del analista y maestro universitario Octavio Rodríguez Araujo.

Finalmente, hay que referir que es falso que el país esté tranquilo y es necesario reconocer que hay focos rojos, aunque el presidente nacional del PAN sólo vea focos azules, porque se está corriendo el riesgo de llegar a situaciones extremas que pueden conducir al camino de la violencia que los mexicanos no deseamos y de lo cual sólo se quiere culpar y responsabilizar a una de las partes.

Por ello he de insistir en que si el presidente Fox fuera demócrata no llamaría “renegados” a quienes no piensan como él y quieren que se limpie una elección competida y cuestionada, ni estaría enturbiando más el ambiente post electoral con sus imprudentes declaraciones injerencistas en asuntos que sólo competen al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Su actuación lo aleja mucho del perfil que han tenido algunos presidentes de México que sí se pueden catalogar como demócratas en nuestra historia nacional.

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