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Paideia/Del dicho al hecho... no perdamos la memoria

Gabriel Castillo

El pasado debate puso en evidencia la situación paradójica en que se encuentra el candidato panista Felipe Calderón, pues queriéndose presentar como el candidato del futuro recurrió a lo más significativo de los políticos del pasado priista, esto es, la demagogia y la promesa fácil. ¿Quién le puede creer que va a resolver el problema del empleo cuando formó parte de un Gobierno que fracasó en ese ámbito?

Por otra parte, el candidato Calderón que acusa a sus adversarios de populistas (apoyado en esa tarea por el presidente Fox) ha incurrido con su larga lista de promesas inviables, en un refinado populismo de derecha, lo cual no es capaz de reconocer o al que denominará de otra manera. Esto no será raro, pues recordemos que a los programas de apoyo a los grupos vulnerables, que impulsó el Gobierno de López Obrador en el Distrito Federal, los llamaron populismo los panistas, pero al apoyo multimillonario a unos cuantos banqueros sinvergüenzas con dinero de todos los mexicanos lo llaman rescate. Más recientemente, la Cámara de Diputados descubrió “tráfico de influencias, manejo de información privilegiada y contubernio en el proceso de venta de inmuebles y cartera vencida que se encontraba en manos del IPAB para favorecer a la empresa Construcciones Prácticas”, vinculada a los hijos de la señora Martha Sahagún de Fox. Estos hechos fueron considerados por el secretario de la Función Pública como “atípicos, pero no ilícitos”. No cabe duda que en el Gobierno panista son buenos para tapar corruptelas cambiándole el nombre a los hechos.

Felipe Calderón se presentó en el debate como el candidato del continuismo y de las promesas. Nos recordó al candidato Vicente Fox de los quince minutos en que resolvería el conflicto de Chiapas, o el de la promesa de crecimiento económico al siete por ciento anual y de la creación de un millón de empleos por año. Al término del sexenio no podemos dejar de pensar en el señor Fox como el presidente de las promesas incumplidas. Con base en esto, ¿Por qué tendríamos que creerle al señor Calderón? Él ha defendido los programas del actual Gobierno y ha dejado en claro que mantendrá el mismo modelo económico. ¿Cómo entonces va a cumplir sus excesivas promesas el candidato panista, si va a seguir la línea de un Gobierno que no pudo ser exitoso en sus principales programas?

La sabiduría popular nos ha enseñado que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, lo cual en el caso que nos ocupa se traduce en que el señor Calderón ha caído en el uso y abuso de una retórica que pretende ser efectista. Palabras, palabras, palabras, que buscan impresionar, deslumbrar y, desde luego, convencer al electorado de que, ahora sí, se transformará este país. Con la ayuda de los medios, y siguiendo los pasos del buen candidato y mal presidente Fox, busca desesperadamente convertirse en un producto atractivo, vendible, portando etiquetas como “presidente del empleo” o “el candidato de las manos limpias”, que en sí mismas no garantizan la calidad del producto o pueden resultar fraudulentas. Por lo tanto, conviene tener fresca la memoria y recordar que Felipe Calderón es un prominente panista que avaló el Fobaproa y es partidario de la aplicación del IVA a los alimentos, las medicinas, las colegiaturas y los libros, aunque lo pretenda disfrazar. Además, ¿Por qué sus brillantes ideas y propuestas no se hicieron presentes en el sexenio que está por terminar?

Aunado a lo anterior, el candidato Calderón tiene una fuerte limitante adicional para cumplir sus promesas: ha hecho compromisos con los grupos de poder económico que lo están apoyando en su campaña y está siendo copado por la ultraderecha que llegó a apoderarse del PAN y del Gobierno, por lo que si antes se pudo ostentar como un panista de la línea doctrinaria y humanista, hoy se ve tristemente secuestrado por los grupos ultraderechistas que, habiendo probado en estos años las mieles del poder y del dinero, buscan por todos los medios, incluida la guerra sucia, conservar la Presidencia de la República. Por eso no podemos creer las promesas del candidato Calderón, pues del dicho al hecho...

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