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Paideia| Los costos políticos

Gabriel Castillo

El señor Zermeño debería estar consciente y preocupado de que todo México sabe que él actualmente preside la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados gracias a que su partido el PAN, con el apoyo del PRI, violó un acuerdo parlamentario, según el cual ese puesto debiera corresponder a la segunda fuerza política en la Cámara, esto es, al PRD.

Al parecer existen quienes en este país se resisten todavía a aceptar la división de poderes. Quieren seguir viendo la subordinación del Poder Legislativo al Poder Ejecutivo y mantener la ceremonia del Informe bajo un esquema obsoleto que la había convertido en la ceremonia para el lucimiento de un solo hombre: el presidente de la República. A querer y no se tienen que ir revisando las formas de hacer política y las propias instituciones, pues ya no se puede seguir viviendo en la simulación, el doble discurso, la aplicación convenenciera de la Ley, la impunidad, la doble moral y la corrupción propiciada desde el poder.

¡Cómo les ha podido a los panistas lo ocurrido el primer día de septiembre en el Palacio Legislativo de San Lázaro! Siguen recurriendo al discurso que divide al país y a la clase política en pacíficos y violentos. Se atreven a referirse al Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática como ?hordas violentas? que tomaron la tribuna para impedir al presidente cumplir con su obligación constitucional. Acusan a los diputados perredistas (se les olvida que también estaban del Partido del Trabajo) de no actuar dentro de la Ley y de no prestarse para llegar a acuerdos. Habrá que recordarles a los panistas que soplan vientos nuevos, que ya se agotaron las viejas formas de hacer política y que tendrán que prepararse para enfrentar escenarios inéditos.

Por lo pronto conviene aclarar, ante las acusaciones formuladas por los panistas, que la acción desarrollada por los legisladores del PRD y del PT consistió en una legítima protesta, con la Constitución en la mano, para defender la soberanía del Congreso de la Unión que se encontraba prácticamente sitiado por miles de efectivos militares y paramilitares, 40 tanquetas, 120 camiones y diez kilómetros de vallas metálicas. Ese operativo, que constituyó una verdadera vergüenza para el país y una afrenta al Poder Legislativo por parte del Ejecutivo, tuvo un costo económico de casi 130 millones de pesos que pagamos todos los mexicanos con nuestros impuestos, aunque no estuviéramos de acuerdo con ello.

De ahí que la toma de la más alta tribuna del país, con el argumento de que no se podía estar sesionando bajo un virtual estado de sitio, me parece plenamente justificada. ¿Dónde estuvo la violencia de parte de los legisladores de Oposición? Sin agredir a nadie ni provocar ningún destrozo, estaban en su derecho de exigir el retiro del cerco policiaco-militar al que fue sometido el Congreso.

Por lo que respecta a la llamada obligación constitucional del presidente, que básicamente se circunscribe a entregar el Informe por escrito sobre el estado que guarda la nación, nadie le impidió que lo hiciera. Para lo que no existían condiciones era para que pronunciara un mensaje ante legisladores que se sentían seriamente agraviados por el actuar del presidente, un tanto faccioso, no institucional y en ocasiones verdaderamente provocador.

El presidente Fox terminó mal lo que empezó mal, ¿o ya se nos olvidó la falta de respeto a los miembros del honorable Congreso de la Unión, al saludar en primer término, en su toma de posesión, a sus hijos? ¿Tampoco nos acordamos de las groseras descalificaciones contra los diputados de Oposición cuando no lograba el apoyo para sus propuestas legislativas? ¿o de los insultos hacia las diputadas que formaron parte de la comisión que investigó a los hijitos de doña Martha Sahagún de Fox? Lo menos que puede decirse es que el presidente fue poco respetuoso con los miembros del Congreso no afines a él, y cuando hizo uso de la tribuna se le vio retador y burlón, ¿o no? Pero los tiempos cambian.

Hoy algunos panistas como Jorge Zermeño y Guillermo Anaya se muestran interesados en destacar los costos políticos que tendrán frente a la opinión pública las supuestas acciones ?radicales? de los legisladores del PRD. Se suman a las acusaciones contra los perredistas de actuar fuera de la Ley y no prestarse para llegar a acuerdos.

El señor Zermeño debería estar consciente y preocupado de que todo México sabe que él actualmente preside la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados gracias a que su partido el PAN, con el apoyo del PRI, violó un acuerdo parlamentario, según el cual ese puesto debiera corresponder a la segunda fuerza política en la Cámara, esto es, al PRD.

Aquí no caben ya dobles discursos; que dejen al perredismo y en general a la izquierda, asumir los costos políticos de dar la batalla por la democracia y contra el fraude, de colocarse del lado de la gente sencilla y mucho tiempo marginada y no de los poderosos dueños del dinero. Los señores que hablan de ?costos políticos?, refiriéndose al riesgo de perder votos a futuro, no han entendido la nueva realidad del país y la verdadera disputa por la nación que va más allá de la coyuntura electoral. No han entendido que hay un real agotamiento del modelo económico, político y social, y la aparición de una irrupción desde abajo para buscar la instauración de nuevos modelos. Para lograr esto valdrá la pena pagar los costo

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