En estos días que la religión católica invita a la reflexión, bien valdría la pena hacer un alto en el camino y analizar la enorme desigualdad que existe en cuanto a la distribución de la riqueza en México.
El tema ha sido abordado con poca seriedad por los candidatos a la Presidencia de la República, quienes lanzan promesas al aire de acabar con la pobreza, sin embargo ninguno explica el cómo. De esta forma el tema es sólo parte de la retórica.
Según estudios de la Secretaría de Hacienda, el diez por ciento de la porción más rica de la población mexicana obtuvo 40 por ciento de la riqueza producida en 2004, en tanto que el diez por ciento más pobre sólo alcanzó 1.1 por ciento de ésta.
Los datos duros revelan la dimensión del problema que enfrenta nuestra nación. De esta forma México posee a algunos de los hombres más ricos del mundo como Carlos Slim, pero en contraste la pobreza se huele en cada rincón del país.
La desproporción revela una injusticia social insoportable, explicable sólo por la disparidad de oportunidades disponibles para cada uno y por la insensibilidad de un sistema político y social, que no ha sabido atemperar la inequidad ni abrir las avenidas del progreso a todos.
Acabar con la desigualdad es el gran reto de México y por ende del próximo presidente de la República, por desgracia la prioridad de los candidatos es la calumnia y la guerra sucia, mientras millones de mexicanos diariamente luchan por vencer parcialmente a la pobreza y poder obtener algo de dinero para cubrir sus necesidades más básicas.