Se olvidan a veces las injurias, pero el desprecio no se perdona jamás
A toda persona arrogante, se le considera orgullosa y soberbia. Todo arrogante, es, por esencia, insolente. Por ello, toda persona insolente se caracteriza por una actitud de tratar a otros con desprecio, despotismo o falta de respeto. Nos resulta ofensivo y grave el desprecio, que es muy difícil que lo podamos dejar pasar por alto, tal y como lo pensó Lord Chesterfield, quién escribió: ?Se olvidan a veces las injurias, pero el desprecio no se perdona jamás; nuestro orgullo lo conserva como recuerdo imborrable?.
La condición humana nos hace muy proclives a padecer del grave vicio de la soberbia. De hecho, muchos luchamos contra ella. Pero hay personas, que son dominadas por la soberbia como su vicio central, aún cuando jamás lo admitan. Para el gran pensador español Luis Vives, ?En toda clase de vicios, excepto en el orgullo, pueden coexistir la paz y la concordia?. Y para el soberbio, nada hay peor en el mundo que otro soberbio, tal y como lo dice el refrán: ?Lo que más irrita a los soberbios es la soberbia ajena?. El soberbio no sabe por qué le irrita tanto otro soberbio; pero es que no se da cuenta que la soberbia le parece tan repugnante aunque el mismo la padezca, que al ver a otro soberbio, le sirve el otro como espejo, y al ver al otro él se está viendo a sí mismo. El monstruo de la soberbia lo horroriza en otro, porque él ha creado ese monstruo, que al verlo en el otro como espejo, se está viendo a sí mismo.
Ya Homero en su inmortal obra de la Iliada, había descrito el comportamiento y la consecuencia de la soberbia, el desprecio y la insolencia. Pero esta grave fractura del carácter, no se había comprendido cabalmente, hasta que el genial Freud la desnudó completamente.
Cuando observamos la conducta de una persona soberbia, despreciadora e insolente, lo primero que advertimos es que se trata de personas que quieren hacernos saber que son superiores a nosotros: nos atacan, contradicen, se burlan, muestran una gran intransigencia y un agudo egoísmo. Es claro, que el soberbio y despreciador se siente el centro del universo, y que muestra un gran amor a sí mismo.
Todas las reflexiones anteriores, es lo que aparece en la superficie del carácter fracturado del insolente y del soberbio. Freud descubrió, que las actitudes y conductas de una persona soberbia, no son conductas de fuerza, de entereza, de seguridad y confianza, y de un gran amor a sí mismo. Descubrió Freud, que la realidad es todo lo contrario. El soberbio y presuntuoso, como bien lo advirtió el psiquiatra Josef Rattner, es una persona que se ama muy poco a sí misma. ?Duda tanto de sí, tiene tan poca consideración de sí mismo, que está preocupado permanentemente de convencer a los demás de su valer; cuando consigue esto (por medio de trucos y maniobras), es cuando también el cree, por breve tiempo, en sí mismo. Así, el resultado que más llama la atención, al analizar a las personas insolentes, presumidas, arrogantes y vanidosas, es su gran inseguridad interior, que quieren cubrir, esconder, con su proceder aparentemente duro?.
Critilo nos advierte de que en lo absoluto debemos estar en lo más mínimo orgullosos de nuestras conductas soberbias, despreciativas e insolentes. Se trata de verdaderos depredadores de lo más valioso y bello de nuestro carácter, de nuestro trato, y de nuestra alma.
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