Sólo la ley moral y las leyes políticas podrán dar libertad al hombre.
La libertad es la facultad natural de la voluntad humana para determinar espontáneamente sus actos. En un sentido político, la libertad consiste en la facultad de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres. Cuando hablamos de la libertad, estamos admitiendo la exención de trabas, y una determinada capacidad para autodeterminarse. Y también entendemos que para poder gozar de libertad psicológica, resulta indispensable poder decidir y querer de una determinada manera: ?querer como se quiera?.
Todo lo anterior es correcto. Pero nadie podría pretender ejercer su libertad sin limitación alguna, pues la existencia de otros seres humanos, otros derechos, y la necesidad de respetar leyes y un orden social determinado, nos obligan a ejercer nuestra libertad con responsabilidad moral, social y jurídica. Somos libres, pero siempre dentro de un orden moral y social que también permite el ejercicio de la libertad de los demás.
Vistas las reflexiones anteriores, aparecen dos cuestiones fundamentales por conciliar: Sí podemos ejercer nuestra libertad, pero sólo podremos hacerlo si aceptamos condicionamientos externos que regulen mi libertad y la libertad de los demás. Un descubrimiento verdaderamente genial sobre este problema se lo debemos al poeta Goethe. Una de las máximas fundamentales de Goethe a lo largo de toda su vida, consistió en que sólo la ley moral y las leyes políticas podían dar libertad al hombre. Para Goethe, los condicionamientos externos (prohibiciones, derechos de los demás, etc.), que de muchas maneras limitan nuestras vidas (caprichos, deseos, excesos, etc.), gracias a nuestra libertad suprema, podemos armonizar todos los campos de nuestras libertades con el ordenamiento moral del mundo y de la sociedad. Solamente así podremos ser verdaderamente libres, y además, llegar a gozar de una verdadera paz con nosotros mismos.
El deslumbrante pensamiento de Goethe puede abrir en nuestras almas unas inmensas ventanas por las que entrará una paz interior que jamás habíamos sospechado que pudiera existir. Y este pensamiento deslumbrante lo podríamos resumir de la siguiente manera: si me siento libre, y en consecuencia quiero ejercer mi libertad sin condicionamientos externos, entraré a un terreno de confusión, intranquilidad y angustia, pues me encontraré con trabas, castigos e impedimentos que limitarán mi libertad. Si no acepto esos condicionamientos, sin darme cuenta, estoy negando los enormes caudales de libertad de que puedo gozar. Esto le sucede al inmoral, al ventajista, al codicioso que le quita al otro, al que humilla y deshonra; en fin, al que cree que el mundo es un campo de tiro y un lugar para el desorden y la rapiña. En cambio, el que acepta los condicionamientos del orden moral, social y político, entenderá que el campo de su libertad es enorme y capaz de enriquecer su vida interior permanentemente. Estas personas, ven a los condicionamientos externos como parte de la misma libertad; o en otro sentido: verán a esos condicionamientos, como los supuestos fundamentales que permiten la existencia y expansión de mi libertad.
Critilo cree, que si logramos captar en nuestra inteligencia y aceptar en nuestro corazón estas reflexiones, nos inundará una permanente paz interior, pues tendremos al mundo como nuestro gran escenario para desarrollar todas las potencias de nuestro espíritu.
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx
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