Existe un límite donde la tolerancia deja de ser virtud
La Tolerancia es el respeto y consideración hacia las opiniones ajenas. El que tolera algo, experimenta algún tipo de sufrimiento emocional o cierta clase de privación; lleva con paciencia aquello con lo que no está de acuerdo. En una de mis Columnas traté este tema; pero es tan rico, que se necesita estudiarlo desde diversos enfoques. El que tolera aguanta, no se opone a quien tiene autoridad o poder para ello a cierta cosa. Es también tolerante el que por debilidad no se opone a las extralimitaciones de otra persona.
De hecho, hay también determinados niveles de tolerancia para los dolores físicos, para los sufrimientos emocionales, para las resistencias biológicas contra accidentes y enfermedades. Escuchamos decir: no toleró la operación quirúrgica y murió; no toleró tantas injurias y lo mató; no toleró tanta presión en el trabajo y mejor lo dejó.
Pero comúnmente, hablamos de la tolerancia como una virtud moral: respetar las opiniones de los demás. ¿Pero en que grado ese justificado o injustificado respeto es la expresión de la virtud de la tolerancia? Toda persona que tolera a otra, está renunciando a no ejecutar su poder. Si permitimos que nos humillen y degraden, pudiendo evitarlo, no sólo estamos renunciando a nuestro poder jurídico o físico de no permitirlo, sino que además, esa aceptación no constituye ninguna tolerancia, no es la expresión de una virtud nuestra, sino al contrario, una dejadez que puede convertirse en una autodegradación.
Cuando no tenemos nada qué perder ante la acción de otro, nada qué sufrir al permitir acciones de otros, no puede darse la tolerancia de nuestra parte, pues todo el que tolera sufre un menoscabo: no contrariar la opinión ajena, no repeler la injuria, aguantar el daño físico injustificado, aceptar que nuestra autoridad se deteriore, etcétera.
Tolerar el genocidio de los nazis contra los judíos, las masacres de Stalin, la invasión armada de países poderosos contra los débiles, no es tolerancia si no estuvimos ahí. En cambio, si podemos sufrir algo y nos aguantamos, estaríamos tolerando.
Los genocidios contra el pueblo de Irak, no constituyen ninguna acción virtuosa por nuestra parte al oponernos a ello; constituye un crimen contra la humanidad. Respetar a los violadores, asesinos y ladrones, no es ninguna virtud moral de la tolerancia. Aceptarlo sin dolor, es mostrar una total indiferencia ante las víctimas. Permanecer ajeno a los vicios públicos no es ser tolerante, sino un pésimo ciudadano, un egoísta que no ve más allá de sus intereses.
Respetar la opinión de otros, y siempre cuando esa opinión no cause un daño a otro o a la sociedad, es mostrarse tolerante. Pero si la opinión ideológica o política de otro conduce a la anarquía, a la destrucción de valiosos intereses de la sociedad, debemos oponernos y luchar contra esas opiniones. Nada más grave, que bajo la cobija y justificación de la tolerancia, dejemos que nuestros hijos destrocen sus vidas en la inmoralidad, que el poder público se corrompa y que cualquier criminal o delincuente en potencia haga lo que quiera.
La virtud de la tolerancia sólo puede darse en el campo de las opiniones, siempre y cuando éstas no sean la justificación para cometer acciones antisociales y contrarias a la moral. Tolerar a las potencias que matan a comunidades enteras por intereses económicos, tolerar a un Hitler, tolerar que los ricos roben a los pobres eso no es tolerancia; en todo caso, sería la máscara y el horror disimulado de una disfrazada tolerancia, que demostraría nuestra cobardía y complicidad.
Critilo nos pide que siempre que se hable de cuando no estamos siendo tolerantes, tengamos muy presente, la sabia reflexión de Edmund Burke, quien escribió: ?Existe un límite donde la tolerancia deja de ser virtud?. ¡Seamos absolutamente intolerantes cuando esos límites se rompan!
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx
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