La generosidad es la envoltura del valor y de la grandeza del alma
La Generosidad consiste en la inclinación a anteponer el decoro a la utilidad y al interés personal. La Generosidad es la fina envoltura del valor y grandeza del alma. La Generosidad es una virtud moral y no intelectual como lo es la prudencia. Como virtud moral, toda persona generosa goza de una bondad moral, que le añade perfección humana, actuando siempre el generoso en base a su libre voluntad. Lo opuesto a la virtud de la Generosidad, es el vicio de la codicia, la tacañería y la mezquindad.
La Generosidad es parte esencial de la moral cristiana. San Lucas recoge en su Evangelio la recomendación de Jesucristo: ?Dad y se os dará?. Para ARISTÓTELES, la Generosidad es la más estimada de toda la variedad de las virtudes, y cómo no ser la más estimada, si el ser humano a lo que más propende es a la defensa de su interés personal, tal y como lo expresó el escritor belga, MAURICE MAETERLINCK: ?El hombre es necesaria, fatal y orgánicamente egoísta; la generosidad es un exceso de nuestras leyes vitales, es un esfuerzo que nos hace faltar a las reglas y que por ello calificamos de acto virtuoso?.
El generoso, tiene una alta dosis de ingenuidad, como ya lo señaló SHAKESPEARE: ?La generosidad, siendo liberal por naturaleza, cree que todos lo son también?. Es lo mismo que sucede pero en sentido contrario, con los mal intencionados, tal y como lo dice el refrán popular: ?Todos los leones, creen que los demás son de su misma condición?. Pero hay que señalar, que la ?ingenuidad? de todo generoso no es un defecto, sino una perla engarzada en su alma, pues la ingenuidad siempre es la más evidente muestra de sinceridad y de buena fe. En lo personal, creo de manera absoluta, que el tacaño, el codicioso y el mezquino jamás podrán ser felices. Por esto, tiene totalmente la razón el poeta alemán GOETHE, al haber escrito: ?Sólo es feliz aquel que es dadivoso?. Pero no es que sea feliz por el hecho de ser dadivoso, sino porque su dadivosidad es la prueba contundente de que su alma no está empequeñecida y debilitada a causa de su codicia y mezquindad. Su generosidad comprueba que es una persona libre, y no prisionera entre las pesadas cadenas de oro que atan su espíritu y cuerpo.
ARISTÓTELES nos advierte en el libro IV de su ?Ética a Nicomaco?, que no es fácil que el generoso se enriquezca, ?ya que no está dispuesto a recibir ni guardar el dinero, sino a desprenderse de él, y valora el dinero no por sí mismo sino para darlo?. Y nos sigue advirtiendo este filósofo griego al decirnos que la persona generosa ?es el más fácil de tratar en asuntos de dinero, pues se le puede perjudicar, ya que no valora el dinero y se apesumbra más por no haber hecho algún gasto que debía, de lo que se apena por haber hecho alguno que no debía, Y este proceder no satisface a SIMÓNIDES?, (éste personaje fue uno de los más grandes poetas líricos griegos).
En un extremo está el avaro y el codicioso, muy preocupados por tomar y conseguir lo más que puedan de dinero, y con toda la disposición de dar lo menos posible. En el otro extremo está el pródigo, que se excede en dar y en tomar o conseguir lo menos posible de bienes. En cambio, el generoso está en el centro virtuoso, flanqueado por el vicio de la avaricia en un extremo, y en el vicio de la prodigalidad en el otro. Para ARISTÓTELES, aunque la prodigalidad es un vicio, pues es el extremo de dar y de no tomar riquezas, siempre es preferible a la avaricia, ya que la persona pródiga le es útil a muchas personas, mientras que el avaro y codicioso no le es útil a nadie, ni siquiera a sí mismo. El alma del codicioso y del avaro está enferma y la única manera de curarse, opina Critilo, es enseñándose a dar mucho más, y a tomar riquezas, mucho menos. Cuando el avaro y el codicioso empiezan a dar, empezarán a sentir sufrimiento, pero a medida que persistan en dar, empezarán a sentir una felicidad que jamás imaginaron que pudiera existir para ellos.
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