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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

Las circunstancias cambian la Lógica

El griego EPICTETO, que nació en el año 50 de nuestra Era, probablemente era hijo de un esclavo. Las reflexiones de este sabio de la escuela Estoica, son tan originales y profundas, que se le considera uno de los pensadores fundamentales de la cultura de Occidente.

Al inicio de su Manual, escribió:

?Hay ciertas cosas que dependen de nosotros mismos, como nuestros juicios, nuestras tendencias, nuestros deseos y aversiones y, en una palabra, todas nuestras operaciones. Otros hay también que no dependen, como el cuerpo, las riquezas, la reputación, el poder; en una palabra, todo aquello que no es de nuestra operación (es decir, que dependan de nuestra voluntad y control). Lo que depende de nosotros es libre por su naturaleza, y no quede ser impedido ni forzado por ningún hombre, y, al contrario, lo que no depende de nosotros es servil, despreciable y sujeto al ajeno poder?.

En todos los países Occidentales: los de Europa, América, etc., se han venido imponiendo una premisa que en gran parte es falsa, y además, contraria a la naturaleza humana y a las propias leyes de la vida. Esta falsa premisa consiste en que ?depende de nosotros?, y de nadie más, nuestro éxito o nuestro fracaso. De esta falsa premisa nace una de las autoexigencias que más nos perturban y que más nos producen ansiedad, angustia, insatisfacción, y una profunda infelicidad. Esta destructiva autoexigencia irracional, irreal, la podríamos formular de la siguiente manera: ?Yo necesito conseguir las cosas que quiero, y la vida tiene que dármelas, y además las personas tienen que tratarme bien, y la vida debe de serme fácil; y si esto no es así, no podría ser feliz?.

Y esta autoexigencia está respaldada por la propaganda de una sociedad de consumo que nos dice que cualquiera puede triunfar, y el que no lo logra, es porque no se esfuerza lo suficiente. Y además, quien piensa así, su mentalidad social cree ciegamente en esta afirmación: ?Si hay pobreza es porque son flojos y no quieren trabajar?.

Las anteriores declaraciones están desconectadas de la vida y de la realidad. Sería tanto como decir, que los millones de huérfanos de los países africanos del Subsahara, cuya condición se debe a la muerte de sus padres por la enfermedad del Sida, podrían triunfar si lo quisieran. O afirmar, que los mil doscientos millones de habitantes que sufren de hambre en el mundo, es por su culpa.

Pero aún en la vida de cada uno de nosotros, no es cierto que la riqueza, la salud del cuerpo, la reputación, o el poder político o social, sea una cuestión que podamos obtener si así lo quisiéramos. La reputación de una persona puede destruirla un rumor mentiroso. La condesa DIANA escribió: ?La calumnia es una moneda falsa. Muchas personas, incapaces de fabricarlas, la hacen circular sin escrúpulos?.

A veces la vida, nos quita bienes y personas queridas, sin la menor razón; y otras veces, la fortuna caprichosa nos llena de bienes que ni hemos merecido y en las que jamás pensamos que algún día obtendríamos. Bien lo dijo el romano PLAUTO: ?La Diosa fortuna desbarata por sí sola las previsiones de cien sabios?. O como sentenció PUBLILIO SIRO: ?Contra un hombre afortunado apenas si tiene poder un dios?. Y con las riquezas, sucede con mucha frecuencia lo que dice un refrán español: ?Agosto y vendimia no es cada día, y si cada año, unas con ganancias y otras con daño?.

La realidad, nos dice Critilo, es que toda la razón la tiene EPICTETO cuando nos dice que hay bienes como la riqueza, la reputación, el poder, que no dependen de nosotros. Y si quisiéramos ser más sueltos, diríamos, que en esos bienes algunas veces dependen de nosotros, pero que en la mayoría de las veces, no dependen de nosotros, sino de las circunstancias, las que jamás podremos controlar. El filósofo español JAIME BALMES, en su excelente obra, Pensamientos, escribió: ?Las circunstancias cambian la lógica?. O como dijo el jesuita español BALTAZAR GRACIÁN: ?No basta la sustancia, requiérase también la circunstancia?. Pero lo que sí depende de nosotros, y aquí es donde debemos poner nuestra máxima atención, es, como dice EPICTETO, cuidar nuestros juicios, nuestras tendencias naturales, y saber manejar y controlar nuestros deseos y aversiones. Si cuidamos nuestra forma de pensar y si mantenemos a raya nuestras deficientes tendencias, deseos inconvenientes y aversiones, podremos construir nuestra vida con una sólida sensatez y prudencia.

Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx

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