No todo lo que brilla es oro
El temperamento contrario al de las personas tímidas y miedosas, es el temperamento propio de las personas atrevidas, indiscretas y agresivas. Estas personas no pueden contener sus impulsos emocionales de querer demostrar a toda costa, su ?aparente? superioridad. No hay tal superioridad real, sino una simple apariencia que ellos quisieran que fuera verdad. Un refrán de la antigua Roma, decía: ?La primera impresión es muy engañosa?. Y ya también lo había advertido SÉNECA: ?Las apariencias engañan?. Nosotros tenemos un sabio refrán: ?No todo lo que brilla es oro?.
El que aparenta ser y sentirse superior, ya nos lo han descrito los grandes novelistas, presentan los mismos rasgos: tratan de dominar a los demás, se comportan como tiranos, son intransigentes, egocentristas, pedantes, y en el fondo son soberbios. Se trata del Narciso, de aquel que se enamoró de sí mismo al ver reflejada su figura en un estanque de agua. Lo grave de todo narcisista es que ?no puede querer a los demás?. Por supuesto, que el corazón no puede dar todo. Si alguien se quiere demasiado ?a sí mismo?, es imposible que las cavidades de su corazón dejen espacio para el amor a otros. El dueño del corazón lo reserva todo ?para sí?, y ya no hay campo para los demás.
Al ególatra y al narciso le pasa a lo que alude un refrán inglés: ?A cada pájaro le gusta oír su propio canto?. Al ególatra y narcisista lo describió muy bien CICERÓN, cuando escribió: ?Nadie puede ser feliz cuando es capaz de todo por sí mismo y pone en sí mismo todas las cosas?. No es ni más ni menos, que la ley del embudo: todo debe entrar por la ancha abertura, y salir directamente para mí; es decir, ?todo es para mí?.
En el fondo del carácter de toda persona vanidosa, fatua, arrogante y egoísta, hay algo que esa persona detesta con toda su alma: que se siente débil y poco valiosa. De ahí su imperiosa necesidad de querer estar demostrando a los demás, que en realidad es valiosa. Y lo trágico, es que hay una gran cantidad de personas arrogantes y vanidosas con excelentes y valiosas cualidades, pero no saben cuáles son, y mucho menos, no saben y no pueden ponerlas al servicio de los demás.
El verdadero sufrimiento de esta clase de personas, es que permanentemente se valora muy poco, duda constantemente de sí misma y se tiene muy poco en cuenta. Y como el juicio que se hacen sobre sí mismas es tan pobre, no tienen otra salida que ir en una búsqueda constante a que otras les manifiesten su valor que ellos en el fondo se niegan. Sólo, que su sentimiento de poca valía no tiene fondo, y es por eso que los halagos y las muestras de respeto que otros les dan no los llenan, porque su pobre estructura emocional no les es útil como un contenedor que pueda almacenar el contenido del propio valer. Y este es el gran drama del que cree ?amarse a sí mismo?: que ni se ama, ni se valora, ni se respeta.
Curar el alma de un arrogante, de un vanidoso y de un soberbio es muy difícil. Seguramente, el camino más seguro sea someterse a un proceso de psicoterapia profunda, a fin de que pueda ver que su inseguridad básica le viene de los primeros años de su niñez. Otro camino para su corazón, es que la vida lo golpee tan fuerte, que llegue a sentir sufrimientos profundos y durante mucho tiempo.
Pero Critilo opina que hay un camino que parece ser infalible. Que el presuntuoso se dé cuenta que su curación depende ?totalmente? de que empiece a entregarse a otros, o bien, entregarse a una vocación, o a tareas nobles que solamente beneficien a otros. El inseguro presuntuoso que todo lo quiere para sí, y que por ello es un enfermo, se convertirá en una persona sana, cuando deje de pensar en sí, y haga de su vida, una ofrenda para ayudar en la vida de otros. Si hace de ésta entrega a los demás la Misión más importante de su vida, va a obtener un resultado absolutamente seguro: va a recuperar su alma sana con la que nació, y al recuperarla, vivirá en el mejor de los mundos posibles.
Agradeceré sus comentarios: palabrasdepoder@yahoo.com.mx
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