El caso de Lydia Cacho, que parecía complicarse para ella luego de su arbitraria detención en Quintana Roo y su traslado a los separos poblanos, se invirtió radicalmente en contra de sus detractores. En la última semana, el gobernador poblano, Mario Marín, perdió toda credibilidad y se desgastó a tal grado que más le valdría pedir una licencia y separarse de su cargo; en tanto, al empresario Kamel Nacif, llamado Rey de la mezclilla, no se le ve ya por ningún lado.
Por más que el gobernador lo haya negado -tardía y fallidamente-, toda la opinión pública considera tan reales como deleznables los diálogos que escuchamos una y otra vez, hasta la saturación, a través de televisoras y estaciones de radio.
Después se fueron desgranando otras negras historias del empresario Nacif, que conforman su lóbrega y sospechosa actividad en diferentes negocios, y no sólo eso, pues se comenta que en Estados Unidos tiene antecedentes de “lavado de dinero”, irregularidades fiscales y hasta posibles acciones de contrabando. Y a esto se suma su frecuente presencia en Las Vegas, donde ha apostado cientos de millones de dólares. Asimismo, se habla de su vinculación con otros “gobers preciosos”. Todo esto, sin tomar en cuenta el comportamiento delictuoso de su propio hermano, quien hace poco más de un año estuvo relacionado con la adquisición ilegal de placas diplomáticas.
Y Marín no se queda atrás, pues frente al alud de impugnaciones quiso sorprender, a la más vieja usanza priista, con un acarreo inmisericorde, cínico y grotesco, para tratar de engañar nuevamente con un supuesto apoyo que ni en su propio equipo de trabajo parece encontrar, empezando por su vocero, que lo hundió más con sus contradicciones y pifias.
Desde luego, la exposición del sucio e injusto proceder contra una periodista destacada y valiente ha tenido un enorme costo negativo para el PRI, en especial para su candidato Roberto Madrazo, quien en lugar de deslindarse a tiempo entró en el habitual juego de las complicidades del ex partido de Estado.
Lo inteligente y ético hubiera sido que la propia militancia priista, encabezada por el Comité Ejecutivo de ese partido, se hubiera adelantado para recomendar que el gobernador tomara una licencia y se iniciara un proceso de aclaración, deslinde y, en su caso, el establecimiento de responsabilidades. Pero nada de eso pasó. Como se ve, una vez más “dinero mata razón”, sobre todo hoy en día que se han comercializado los procesos electorales en México.
Pero las consecuencias de este indignante y bochornoso asunto ya se reflejan en el resultado en las encuestas, y así vemos cómo Felipe Calderón está alcanzando a Andrés Manuel López Obrador, mientras Madrazo se queda atrás.
Por fortuna, estamos arribando a otros tiempos que, aunque riesgosos, transitan en una esperanzada democracia, donde ahora más que nunca se empieza a aplicar aquella sabia y contundente sentencia de que “el que la hace la paga”. Y no sólo desde el punto de vista de las instancias judiciales -deseamos, exigimos que así ocurra-, sino también en las políticas, con el voto de castigo.
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