La actividad pandillera en Dodge City, Kansas, comenzó en la década de los 80. Se calcula que la ciudad de 25 mil habitantes tiene más de 300 miembros de pandillas.
AP
Kansas, EU.- Dodge City tiene ricos antecedentes como pueblo fronterizo del Lejano Oeste, un lugar legendario donde vaqueros y pistoleros interrumpían sus andanzas para disfrutar de salones y prostíbulos.
Actualmente esta prolija ciudad que se erigió en base a empacadoras de carne y rodeos, vuelve a enfrentarse con maleantes. Pero esta vez se trata de pandillas callejeras -en su mayoría hispanos y algunas con miembros de hasta once años de edad- cuya droga favorita es la metanfetamina y cuyas armas van desde fusiles automáticos hasta bates de béisbol.
?En la vieja Dodge City eran los vaqueros que venían de la pradera y terminaban causando estragos?, dijo John Ball, jefe de Policía de Dodge City. ?Esto es totalmente distinto. No hay comparación?.
Los pandilleros, agregó, ?son gente que opta por cometer actos peligrosos y criminales y lo escogen como un estilo de vida delictivo y equivocado. No tienen consideración por nadie en la comunidad y no puedo explicarme sus motivaciones?.
Un pandillero fue hospitalizado a fines de octubre después de ser herido de un balazo en una pierna, dijo Ball.
Las pandillas, que se suelen considerar como un problema de las grandes ciudades, han empezado a aparecer en zonas rurales en todo el país desde los años 80, atemorizando a los residentes, requiriendo más agentes y consumiendo los presupuestos de los departamentos de policía más pequeños. Las pandillas rurales suelen ser más pasajeras que las urbanas, pero parecen haberse arraigado en varias comunidades rurales.
En Ottumwa, Iowa, el jefe de Policía Jim Clark dice que las pandillas -algunas nacionales y otras locales- empiezan a aparecer en su ciudad de 25 mil habitantes. Hace cinco años, Ottumwa padecía la visita ocasional de algún pandillero de Los Ángeles o Chicago. Ahora, Clark calcula que hay unos 100 miembros de pandillas en la ciudad.
Algunos habían venido a Ottumwa con sus familias. Otros habían venido a vivir con familiares para escapar a las pandillas de las grandes ciudades, dijo Clark. ?Pero ahora ellos empezaron el mismo tipo de violencia?, agregó.
Por ahora, las pandillas de Ottumwa han protagonizado sobre todo hechos de violencia menor, peleas con bandas rivales y grafitos. ?Pero mi preocupación es procurar que les estemos encima para que la situación no se nos escape de las manos ni empiecen los tiroteos desde automóviles en marcha?, afirmó.
Arlen Egley Jr., investigador del Centro Nacional de Pandillas Juveniles en Tallahassee, Florida, dijo que las pandillas rurales tienden a ser más inestables que las de las grandes ciudades en gran medida porque carecen de las bases y los antecedentes de las pandillas urbanas.
?Es difícil hacer una generalización a nivel nacional debido a que cada comunidad se encuentra en un momento diferente en el ciclo de las pandillas?, comentó Egley. ?Los problemas pandilleros rara vez -si acaso- se mantienen estables?.
Las pandillas rurales generalmente se forman a nivel local, observó Egley. Pero si están vinculadas a alguna pandilla nacional como los Crips o los Bloods, es más probable que imiten las tradiciones de éstas.
La actividad pandillera en Dodge City comenzó en la década del 80. El jefe de Policía Ball calculó que la ciudad de 25 mil habitantes tiene más de 300 miembros de pandillas, la mayoría hispanos. Dodge City es una de las pocas ciudades en el oeste de Kansas que ha crecido, en gran medida debido al flujo de hispanos atraídos a la industria empacadora de carne en el sudoeste del estado.
AUMENTA VIOLENCIA
Un reciente aumento en la violencia pandillera durante el verano causó alarma. Del 19 de agosto al 22 de septiembre hubo siete ataques a tiros desde automóviles en marcha. Nadie murió, pero la policía hizo nueve arrestos vinculados con los tiroteos, y casas de vecinos que nada tenían que ver fueron rociadas de balas.
Ball dijo que la violencia no solamente amenaza a los residentes, sino también recarga al departamento de policía, que tiene unos 50 agentes.
?No tenemos algunos de los recursos ni el personal que tienen otros departamentos más grandes?, explicó. ?Pero evidentemente cuando uno lidia con gente que no respeta la vida humana y portan armas de fuego, cuchillos, bates y se pelean entre sí y están dispuestas a combatir con la policía y con todos, es un aspecto muy diferente en el que nos tenemos que concentrar?.
Vickie Mercado, residente de Dodge de hace muchos años, quiere que su ciudad controle las pandillas. Su hijo Justin, de 18 años, que no pertenecía a ninguna pandilla, fue muerto a tiros por un pandillero de 14 años que en 2011 tiene derecho a una audiencia para determinar si consigue libertad condicional, dijo Mercado. Eso fue hace diez años. Antes de la muerte de Justin, Mercado y su familia siempre se habían sentido seguros en su hogar.
?No sabíamos que teníamos una pandilla en Dodge City?, dijo la mujer. ?Nos devastó. Ahora no me siento segura en ningún sitio?.
La muerte de Justin movilizó a la comunidad por un tiempo. Una organización, Paren la violencia (Stop the Violence) fue lanzada para informar a los residentes de Dodge City sobre las pandillas. Pero el interés por el grupo ha disminuido.
?Me temo que hará falta otra tragedia para que la gente vuelva a involucrarse?, dijo Mercado.
Pero eso es precisamente lo que quiere evitar.