En fechas recientes, el precio del petróleo en el mercado internacional ha caído en forma importante.
En los pasados dos meses y medio se ha reducido un 24 por ciento, desde su nivel máximo de 78.40 dólares por barril (dpb) que alcanzó el 14 de julio pasado. La caída respectiva de la mezcla mexicana supera en ese lapso el 27 por ciento. Este comportamiento, en principio, no representa un riesgo mayúsculo para nuestra economía, ya que ahora el petróleo constituye una fracción pequeña del total de las exportaciones. Mientras que en 1980 las exportaciones petroleras representaban el 57.9 por ciento del total, durante enero-agosto de 2006 alcanzó 16.8 por ciento.
La preocupación mayor es por la dependencia creciente de las finanzas públicas con respecto a los ingresos petroleros. Éstos representaron el 36.3 por ciento de los ingresos presupuestarios del sector público durante enero-agosto de 2006. En 1990 esa cifra era de 30.3 por ciento y llegó a un mínimo de 24.5 por ciento en 1992. El problema se agrava al considerar que el flujo creciente de recursos petroleros adicionales se ha destinado, casi en su totalidad, a financiar más gasto corriente y algunos gastos de inversión particularmente a nivel estatal y municipal que, para todo fin práctico, son difíciles de reducir. Una continuación del descenso de los precios de los hidrocarburos se traduciría, por tanto, en dificultades financieras para los gobiernos de todos los niveles en nuestro país. Esta realidad nos obliga a seguir con atención los eventos en el mercado petrolero mundial y valorar sus posibles repercusiones sobre el gasto público en México.
La tendencia alcista en las cotizaciones del petróleo en años recientes se explica en función de una oferta rígida presionada por el dinamismo elevado en las principales economías del mundo, Estados Unidos (EU) y China en particular, y por otros factores geopolíticos, como la situación en Medio Oriente y las tensiones entre EU y Corea del Norte. A lo anterior se agregaron en el pasado reciente factores de interrupción temporal en la oferta, como los daños ocasionados por los huracanes Katrina y Rita sobre la zona productora de EU en el Golfo de México en 2005.
Este año, en cambio, la ausencia de trastornos meteorológicos importantes en la zona del Golfo durante la presente temporada de huracanes, el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo en esa zona con el potencial de aumentar notablemente la oferta a mediano plazo, la reincorporación parcial de la oferta de algunos campos en Alaska que se había suspendido para reparar oleoductos deteriorados, la moderación reciente en el ritmo de crecimiento de EU, y la relativa estabilización del conflicto geopolítico en Medio Oriente, explican básicamente los descensos recientes en el precio del crudo.
Estos descensos y sus repercusiones sobre el precio al consumidor de la gasolina en EU, junto a la expectativa de que la economía estadounidense está perdiendo vigor, indujeron a la Reserva Federal a detener en agosto y septiembre su cadena de alzas en la tasa de interés de fondos federales, dejándola en 5.25 por ciento. Los mercados financieros interpretaron positivamente ese freno y, en particular, las bolsas de valores alcanzaron niveles históricos máximos.
No obstante, la ecuación de precios en el mercado petrolero mundial tiene que completarse con la otra cara de la moneda: la oferta. Tanto Venezuela como Nigeria, países miembros del cártel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), han anunciado ya que retiran del mercado cerca de 170,000 barriles diarios de crudo para tratar de evitar una mayor caída del precio. La eficacia de esta medida ha sido limitada, pero otros productores importantes, como Irán, la ven con buenos ojos y podrían adoptarla.
En consecuencia, aunque la demanda internacional de petróleo comienza a moderar su ritmo de expansión y la oferta ha tendido a recuperarse, aún es prematuro afirmar categóricamente que el mercado de este hidrocarburo presentará una tendencia decreciente significativa en su precio durante los meses siguientes. Si otros productores importantes de la OPEP deciden reducir la oferta en la reunión extraordinaria programada para mediados del presente mes, se mantendrá hacia arriba la presión sobre los precios. Lo mismo ocurriría de agravarse las tensiones actuales entre EU y Corea del Norte.
Pero independientemente de la ruta que siga el precio del crudo en el corto plazo, el panorama petrolero para México no es muy halagüeño. Aunque los precios internacionales siguieran altos, México no tiene capacidad para elevar su oferta de crudo y, más bien, la declinación productiva del yacimiento de Cantarel, amenaza con reducir el volumen exportado o aumentar sensiblemente el costo de extracción. Si en cambio los precios caen, entonces sufrirán los ingresos públicos.
En este sentido, la nueva administración federal tendrá que lidiar con un escenario menos favorable que el disfrutado por la actual en materia de ingresos petroleros. A diferencia de lo que han hecho otros países con sus ingresos extraordinarios, México se los gasto y no cuenta con un fondo del cual echar mano para sustituir los recursos que dejarán de ingresar al erario por la exportación petrolera.
Quizá esta sea la ocasión, forzada, para que nuestros políticos y legisladores asuman su responsabilidad y se decidan a aprobar una reforma fiscal que nos mantenga aislados de los vaivenes que, tarde o temprano, presenta el mercado petrolero internacional. Mientras tanto, es muy probable que al finalizar la fiesta de los ingresos petroleros crecientes, el gobierno federal, para entonces encabezado por Felipe Calderón, así como los gobiernos estatales y municipales, tendrán que racionalizar su gasto y ajustarse a la nueva realidad.