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Participación y voto

Javier Fuentes de la Peña

Mis conocimientos sobre las técnicas encuestadoras son mínimos, sin embargo, en los últimos días he realizado un ejercicio que me ha permitido apreciar una triste realidad.

Por doquiera que voy, hago una simple pregunta a quienes me topo: “¿Usted va a votar el dos de julio?”. Para mi sorpresa, la mayoría de las personas a las que he entrevistado me dicen lo mismo: “A mí no me gusta votar”.

Ayer platiqué con una muchacha que me atendió en la frutería y ella ni siquiera solicitó su credencial de elector. Hace unos días le hice la misma pregunta a una señora que esperaba la llegada del camión de ruta, y me dijo que no iba a votar porque en su colonia no le han puesto el drenaje. Un joven estudiante me comentó que no hallaba ni a quién irle, y que lo mejor sería abstenerse.

En estos días cientos de voces buscan persuadirnos para votar el dos de julio. En el IFE han lanzado una campaña para decirnos que México cuenta con nuestro voto. Los candidatos pretenden convencernos para confiar en ellos. En fin, millones de pesos han sido destinados para que tú y yo acudamos a las urnas dentro de muy poco.

Ante todos estos esfuerzos, sólo queda hacer un par de preguntas: ¿Quién es el responsable del abstencionismo? ¿El pueblo o los políticos? Yo creo que ambos tenemos parte de culpa. Por un lado, en nuestro país abunda la apatía hacia las cuestiones electorales. “¿Para qué voto, si de cualquier manera nunca me van a tomar en cuenta?”. Este argumento suelen utilizarlo miles de mexicanos que, carentes de todo sentido participativo, ignoran que su abstencionismo es fertilizante para el crecimiento de prácticas que sumen a México en el peor de los atrasos. Por otro lado, están los políticos que se empeñan en ahuyentar todo interés cívico. Ellos son los que hoy prometen y mañana incumplen; los que hoy le aseguran a un ciudadano que no se olvidará de sus necesidades, y al estar en el poder ni siquiera recuerda haberlo conocido; los que se aprovechan de su cargo para obtener el máximo beneficio personal, olvidando su obligación de velar por el bien común. Por desgracia, estos funcionarios públicos abundan y, cada uno de ellos, pone su granito de arena para desalentar toda participación comunitaria.

Alejandro Llano, notable filósofo español, asegura que en las democracias occidentales el ciudadano ha quedado relegado, hasta el punto que ahora reina el letargo de una sociedad vacía y vaciada de sentido. ¿Para qué votar si la persona encuentra tan poco eco a sus exigencias en las esferas gubernamentales? Ante esta situación, Llano propone la propagación de un humanismo cívico, es decir, la propagación de una “actitud que fomente la responsabilidad de las personas y las comunidades ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida política”.

La participación ciudadana es la quimera de muchos demócratas. Las estructuras actuales de partidos están creadas para bloquear las aspiraciones políticas independientes. Sin embargo, nada ni nadie debe frenarnos. Obligación nuestra es votar este dos de julio, para así obtener el derecho de exigir el cumplimiento de las promesas a los candidatos que mañana nos gobernarán. Si nos comprometemos a participar, lograremos poner las bases para una sociedad más justa y, sobre todo, para un México mejor.

javier_fuentes@hotmail.com

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